Huir del mundo: Memorias de acción de un colectivo artístico, es el primer libro que reúne la producción del colectivo artístico Rosa Chancho, formado por Julieta García Vázquez, Mumi, Tomás Lerner, Osías Yanov y Javier Villa. Incluye ejercicios de iniciación, diarios de viajes reales e imaginarios, guiones de performances.También incorpora notas sobre proyectos inconclusos que permiten acceder a la matriz conceptual y sensorial del colectivo.

El nombre de este colectivo alude a “un desapego cínico” entre dos concepciones del arte: el “rosa light” relacionado a una estética superficial, decorativa y el denominado “rosa Luxemburgo”, más comprometido social y políticamente. El primer grupo estaba integrado por artistas y teóricos que coincidían con la mirada de Gumier Maier, y que solían exponer y nuclearse en la galería del Centro Cultural Rojas. Los escritos dan cuenta de que los cruces entre Rosa Chancho y Roberto Jacoby son claves en la concepción del grupo. Jacoby, a principios de 2000, planteó una disyuntiva entre el arte Rosa Light (descomprometido y marica) y el Rosa Luxemburgo.

Rosa Chancho representa la tercera posición, que encarna un eslabón perdido entre lo viejo y lo nuevo. “Pero lo que sin dudas los unía -escriben Martín Legón y Alejo Ponce de León, autores del prólogo-, más allá de una curiosidad casi sociológica por el fenómeno aún novedoso de lo contemporáneo, fue la educación sentimental recibida durante el menemismo, conjunto de referencias que lograron metabolizar para descomponer en indulgentes patrones de sentido, basados según su propio testimonio, en el cinismo, el desapego y la ironía”.

Este último recurso resultó clave en la producción del colectivo artístico, que se constituyó como vanguardia antiheroica, a contrapelo de la práctica artística dominante, y que emergió en un contexto de cambios en el mundo del arte y del mercado del arte local.

FOTO DEL GRUPO DE CONI ROSMAN

Rosa Chancho apareció en un momento de transformación radical del mercado local, con el surgimiento de nuevas propuestas como la de la galería Alberto Sendrós (con artistas en su staff como Mariana Telleria, Matías Duville y Diego Bianchi) y el espacio de Daniel Abate (con Eduardo Navarro, Mariela Scafati, y Ad Minoliti). En paralelo se desarrollaba el icónico proyecto Appetite con Daniela Luna (donde también expuso Rosa Chancho). Daba sus primeros pasos el Malba; tenían lugar el concurso Currículum Cero de la Galería Ruth Benzacar, la famosa beca Kuitca y el espacio Belleza y Felicidad (impulsado por Fernanda Laguna y Cecilia Pavón).

Huir del mundo condensa las distintas experiencias que impulsó Rosa Chancho para salir de las convenciones impuestas por el cubo blanco. El Manifiesto Veintiuno, por dar un ejemplo, fue creado a través de correos electrónicos. Durante meses, en un primer ejercicio de escritura colectiva, desdibujaron sus identidades mediante el uso de reglas absurdas, ediciones parasitarias y sobrenombres.

Entre las acciones que realizaban, figura la práctica de dejar ladrillos en las inauguraciones. Cada uno de los integrantes de Rosa Chancho debía tener un stock de diez ladrillos en su casa para estar preparados en caso de una eventual inauguración. Registraban estas acciones con fotos o videos. Los ladrillos debían tener la inscripción “Rosa ladrillo” y podían esparcirse vidrios rotos a su alrededor.

En septiembre de 2006, el Macro de Rosario invitó a Rosa Chancho a participar en su programa de Arte Delivery, un servicio que ofrecía a los residentes de la ciudad una obra a domicilio. A través de una serie de mecanismos conceptuales, transformaron al residente asignado en una obra de arte, a la que dieron vida con un bautismo de legitimación institucional en las puertas del museo.

Para la acción “Fuerza y Elegancia” invitaron a cuarenta artistas amigos a una fiesta un martes a la tarde en el microcentro, financiada por un coleccionista bajo la condición de que sólo él y ningún otro coleccionista pudiera participar del selecto evento. “Agasajamos a nuestros amigos con esculturas de hielo, música de los noventa, pirámides de Ferrero Rocher y champagne. Bajo el anfitrionaje de un supuesto mayordomo, todo el evento giraba en torno al dorado derroche menemista de la convertibilidad. Los seis más elegantes fueron seleccionados por Jaime, el mayordomo, y premiados con un viaje en limusina por el perímetro de la ciudad de Buenos Aires”, explicaban los miembros del colectivo.

PREMIO ROSA CHANCHO

En un recorrido exhaustivo, el libro permite adentrarnos en el espíritu de época. Recorre prácticas, acciones, proyectos desarrollados en distintos sitios por este colectivo que dejó huella y cuyos registros de performance se exhiben hoy en diferentes muestras. Imaginaron un encuentro fuera de la ciudad con carpas, comidas compartidas, lecturas y conciertos. Desplegaron una caverna habitable con miles de kilos de arcilla.

Además, en la performance “Masajes a diez manos” (Tu Rito, Patio del Liceo, Bs. As, 2009; Beca Kuitca. Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 2010; Franquicia de masajes a diez manos, Berlín, 2010) experimentaron con masajes corporales. La realizaron en varios sitios y generaron un protocolo de instrucciones para que otros artistas pudieran hacer masajes colectivos en otras partes del mundo. En el instructivo, el colectivo artístico consignaba: “Técnica: al ritmo de la música, como si las manos bailaran. Se masajea un rato una zona y luego se rota a otra. La rotación es continua. Los masajes pueden ser de espalda o de frente (o ambos, rotando al masajeado a mitad de sesión). Se masajea en todas partes del cuerpo sin incomodar al masajeado (no olvidar orejas, sien, cuero cabelludo, glúteos, etc.). Se pueden combinar con mimos, estirada de dedos, caricias, roces, dejarse llevar).

Contra las formas hegemónicas de hacer arte, Rosa Chancho ensayó otra lógica: colectiva, performática, desobediente, sensible, a contrapelo de los etiquetamientos. Un modo de estar juntos para fugar, con humor y lucidez, de las convenciones del mundo del arte.