No hay sorpresas en el poder. El paquetazo de medidas en materia previsional, fiscal y laboral, parcialmente negadas en campaña, avanza sin restricciones en las cámaras legislativas. Diputados ya giró al Senado el Presupuesto 2018 y aprobó la reforma previsional que restará recursos a los jubilados y beneficiarios de la asistencia social por cerca de 100 mil millones de pesos. La reforma tributaria, en tanto, podará los aportes patronales al sistema previsional para los salarios de hasta 12 mil pesos, el equivalente a unos 200 mil millones de pesos. O sea, 100 mil millones menos para los jubilados y 200 mil más para los empresarios que restarán a la Anses. En paralelo 2018 seguirá marcado por los aumentos tarifarios y por el recorte de tributos para el tope de la pirámide, empezando por las retenciones a las exportaciones sojeras. En un escenario en el que continuarán los cambios en los precios relativos y se prevé, siempre para el año entrante, una inflación de entre 15 y 20 puntos, el Ejecutivo proyecta paritarias de un dígito. La suma de datos configura una versión por lo menos curiosa del “todos tienen que ceder un poco” pregonada por Mauricio Macri.

Mientras tanto, el grueso de los gobernadores, incluidos los sedicentes peronistas, acompañaron el paquetazo. El escudo fueron los aprietes del Ejecutivo y los acuerdos del Pacto Fiscal, pero no debería descartarse la afinidad ideológica. No obstante, si bien la coparticipación federal de impuestos no es una graciosa concesión, sino transferencias automáticas que gotean a diario, el gobierno central tiene poder de control sobre los recursos extraordinarios y los adelantos transitorios –por ejemplo, para el pago de salarios y aguinaldos en momentos de escasez– y fundamentalmente sobre la aprobación de endeudamiento, la única posibilidad presente de hacer obra pública provincial en un contexto económico desfavorable. Las herramientas unitarias no son pocas, especialmente para las provincias peor administradas. La contracara es que el amor no pagará las cuentas. El recorte a la seguridad social, por ejemplo, tendrá efectos restrictivos en el consumo al interior de cada subestado, un verdadero torniquete para la evolución en 2018 de los Productos Brutos Geográficos. “Arrodillarse en Buenos Aires”, no rindió ni rendirá los frutos esperados.

Aunque las consultoras de la city porteña y algunos organismos internacionales, como el FMI y la Cepal, proyecten un crecimiento del PIB en torno al 3 por ciento para 2018, en el mejor de los casos y si no hay turbulencias externas, la expansión estará cerca del 2. La explicación se encuentra en el punto largo del arrastre estadístico que dejará 2017. En paralelo el paquetazo de la triple reforma –previsional, laboral y fiscal– proyecta una magra evolución de los principales componentes de la demanda. Si todo sale como espera el gobierno el Consumo será la variable más afectada. Los recortes a las jubilaciones y a la seguridad social, las paritarias por debajo de la inflación y la continuidad de los aumentos tarifarios, restarán a la masa de ingresos disponibles de las familias. Una contratendencia parcial podría ser, al igual que en los ‘90, un aumento del financiamiento.

Si se recorre el Presupuesto que consiguió media sanción esta semana tampoco se espera una suba del Gasto del sector público, donde abundan los recortes en áreas clave y el aumento del pago de servicios de la deuda. La inversión, entonces, no será traccionada, como ocurrió en 2017, por la obra pública, área en la que se proyecta el aporte de los Programas de Participación Público-Privada, el nuevo paradigma para la gestión privada del gasto estatal y una nueva forma de diferir cargas a las futuras generaciones, pero cuya efectividad de corto plazo no está asegurada.

En materia de exportaciones el panorama tampoco presentará grandes cambios. En un mundo cada vez más proteccionista y con un Brasil que si bien dejó de caer mantiene su PIB alrededor de 7 puntos por debajo del pico de 2014 (según números del Banco Mundial y con el doble de desempleo), puede preverse que el estancamiento de las ventas al exterior de 2017 se mantendrá en 2018, lo que augura la continuidad y profundización del déficit externo y, en consecuencia, de la gran dependencia con el endeudamiento en divisas.

Los economistas oficialistas repiten desde el día cero que el motor de la expansión será la inversión privada, pero no se observan sectores de la economía real que, en un contexto de estancamiento del resto de la demanda, luzcan especialmente atractivos para el capital. En 2017 se registró un aumento de la inversión en renovación de maquinarias y equipos, fundamentalmente importados, en los sectores dinámicos ya establecidos. Una explicación posible fue la buena oportunidad cambiaria y regulatoria para hacerlo. En cualquier caso, aun suponiendo la continuidad del proceso en 2018, no parece un factor suficiente para impulsar al conjunto de la demanda.

El panorama general deja dos factores de incertidumbre. El primero es el frente financiero externo. Dada la desregulación a los movimientos de capitales y la alta exposición derivada del déficit estructural de la Cuenta Corriente, cualquier cambio en los mercados globales puede tener consecuencias impredecibles para la economía local. El segundo factor es que si bien no hay sorpresas al interior del poder, el poder recibió sorpresas. Cuando los resultados de las elecciones de medio término y la colaboración de la conducción del movimiento obrero organizado permitían suponer que la resistencia social seguiría adormecida, la virulencia del paquete de medidas neoliberales duras apuradas en el Congreso apenas pasados los comicios desencadenó una ola de movilizaciones y cacerolazos en las principales ciudades del país. Tras dos años en que el resultado económico neto fue el estancamiento del PIB y las transferencias al capital en detrimento del trabajo, la población parece haber descubierto de golpe que los beneficios prometidos jamás llegarán y que sólo resta esperar la continuidad del ajuste infinito. Dicho de otra manera, descubrió que no era cierto que no iba a perder nada de lo que ya tenía, una realidad insoportable para una sociedad con una estructura de clases diversificada y poco dispuesta a ceder derechos sin protestar. Si bien la reacción espontánea no es lo mismo que la acción política organizada, diciembre de 2017 marcó el inicio de la resistencia política generalizada al neoliberalismo. El rey está desnudo