Desde San Fernando del Valle de Catamarca
"Wachay" es una palabra quechua y significa "parto". La dramaturga santiagueña Cecilia Salman tituló así la obra que ganó el 22º Concurso Nacional de Obras de Teatro - Dramaturgias escritas por mujeres, organizado por el Instituto Nacional del Teatro (INT). El viernes pasado se estrenó la puesta en el marco del ciclo "Produce en el País 2025", una coproducción entre el Teatro Nacional Cervantes (TNC) y la Dirección de Cultura de San Fernando del Valle de Catamarca. Poco antes de la función programada a las 21, el hall del Complejo Cultural Urbano Girardi empezó a llenarse de gente. Familiares y amigos se saludaban, y algunos compraban flores en un puestito improvisado sobre la vereda.
La pieza de Salman propone una reescritura de leyendas del NOA; aparecen figuras como la Kakuy, la Telesita o el Alma Mula, pero la Lita es quien dará a luz un nuevo mito: la Sulay. Son mujeres "indisciplinadas" condenadas a vivir en el monte por haberse corrido de la norma. Ese espacio está construido escénicamente con los sonidos creados en vivo por el músico Francisco Santillán, las luces diseñadas por Deborah Nieva Chaparro, la escenografía de Federico Scaltritti y los movimientos corporales a cargo de las actrices Johana Aranda (Lita), Lucía Bolomo (Tele), Patricia Medina (Kakuy), Nadia Noce Romanutti (Mula) y Sofía Sager Carreño (Sulay).
Silvia Cisneros se ocupó del maquillaje, Claudia Puchetta del vestuario y Bruno Ceballos realizó las fabulosas esculturas hechas de hierro, piezas clave a la hora de narrar la metamorfosis de las mujeres-animales. La directora destaca esa dimensión artesanal y comenta: "Todos viven alejados de la capital, en lugares increíbles. Tienen su taller en medio del monte y utilizan procedimientos artesanales para construir los objetos. Eso habla de los modos de producción que tenemos y para mí era muy valioso desde el punto de vista de la dirección". Cuenta que Ceballos es "un artista que trabaja con la chala del tamal y puede estar horas pasando cada una por la baba de la tuna", destaca el trabajo de Puchetta al "cortar cada yuyito para ponerlo en el vestuario", y concluye: "Para mí todo eso es Wachay".
La poética del teatro se cruza con la plasticidad de la danza para repensar mitos que circulan de boca en boca y tradicionalmente sirvieron para imponer mandatos sociales en relación a todo eso que no se debe hacer. "No vayan a jugar al monte a la hora de la siesta porque viene el Pombero" es una frase que muchas madres habrán repetido incansablemente a los chicos para poder dormir tranquilas. A Salman siempre le llamaron la atención esos relatos orales. "Me gusta mucho escribir sobre lo cercano y suelo trabajar con eso –cuenta en diálogo con Página/12–. Generalmente llegan a través de los libros, pero siempre cuento que en mi casa no había. Sin embargo, mis padres han sido muy generosos narrando estas historias que forman parte del cancionero folklórico".
El recorrido de Salman es bien federal: nació en Frías (Santiago del Estero), a los 18 años se fue a estudiar a Córdoba, egresó de la Escuela de Teatro Roberto Arlt y realizó el posgrado en Dramaturgia en la Universidad Nacional de Córdoba. También viajó a Buenos Aires para cursar la Maestría en Dramaturgia en la Universidad Nacional de las Artes. La autora dice que el folklore está muy presente en la educación sentimental de quienes habitan la región: "Las letras de las canciones siempre hablan de esas leyendas, son parte nuestra. Están presentes en los actos escolares, en los cumpleaños y en las peñas. En el cancionero hay diferentes versiones pero aparecen por separado; a mí me gustaba imaginarlas a todas juntas viviendo en el monte".
En la puesta hay algo de ese aquelarre donde circulan poderes, magia ancestral, juegos y metamorfosis. Las cinco habitan un monte al borde de la extinción que puede infundir cierto terror. Esa emoción se construye con el ritmo de la percusión, el crescendo de los instrumentos musicales o las luces rojas que tiñen la caja blanca del escenario. "Es muy fácil hablar del monte teniéndolo ahí. Ese era uno de los mayores desafíos: no quería montar el monte. Siempre digo que ingresa por el sonido, se instala por la mirada y se mueve por los cuerpos". Esa frase, que fue recitada por las actrices durante el brindis, da cuenta de un posicionamiento estético a la hora de concebir la puesta.
¿Cómo vivirían ahora y cómo contarían su historia? Esto se preguntaba Salman en relación a sus criaturas. La Mulánima sufre el castigo por haber cometido incesto, la Kakuy es abandonada por su hermano en lo alto de un árbol y el cuerpo de la Telesita arde de tanto bailar. Estas leyendas tienen gran potencial narrativo, pero la autora no se detiene en las explicaciones porque parte del conocimiento común y trabaja la trama de sentidos de manera poética. "Estas historias han sido aleccionadoras en relación al comportamiento de las mujeres: reproducen mandatos, establecen prohibiciones y castigos. Esto marca la identidad de la región. La obra también explora algunos rituales vinculados a lo femenino como la depilación, la cocina, el bordado", apunta.
Salman explica que "acá se da a luz a una nueva leyenda" y confiesa que le costó mucho construir el personaje de Lita. "Pensaba qué quería decir sobre las maternidades y cómo podía hablar de los cuestionamientos y castigos hacia la figura materna. La Lita tiene su parto por la teta, pero el castigo no se lo dan a ella sino a su hija". Un paper sobre la obra explora figuras como la cautiva, la subversiva o la mujer-monstruo para pensar el lugar que el cuerpo femenino ha tenido en la literatura. Wachay trabaja la monstruosidad a partir de lo animal. Sobre esta dimensión, dice: "Ahí hay un gran trabajo de autoría de las chicas. Desde las audiciones se pensó en buscar diversidad de cuerpos, edades y características. Queríamos construir un cuerpo escénico realmente diverso. Es interesante ver cómo cada una aborda su cuerpo y qué quiere contar, cómo es esto de ser monstrua y hasta dónde. Había una voluntad de crear a partir de los cuerpos. La obra no es realista, no hay actrices interpretando animales. Había que buscar ese animal en cada cuerpo y cada cuerpo tiene su posibilidad".
Durante el proceso creativo el elenco no pensó tanto en la psicología de los personajes como en los cuerpos porque todo está contado desde ahí: los cuerpos sufren metamorfosis, están marcados por cicatrices, heridas y quemaduras, les crecen pelos o plumas. Trabajaron mucho los aspectos sensoriales y decidieron ir a ensayar al monte. No todos los artistas tienen ese privilegio. "A mí me costó un montón asumir ese origen porque sentía que todos los que hablaban de mitos eran eruditos. Ahora entiendo desde dónde trabajo y lo valoro. Este recorrido me permitió reconocer mi origen y entender para quién escribo, dirijo y hago teatro", reflexiona.
–Tu obra ganó un concurso del INT y ahora se estrena en el ciclo del TNC. ¿Cuáles son los desafíos a la hora de pensar políticas públicas federales?
–Instituciones como el INT o el Cervantes son muy importantes para cumplir la misión de llegar con el teatro a todos los puntos del país. En nuestro caso somos la capital, pero Catamarca es muy grande, tiene poblaciones muy pequeñas y gracias al INT el teatro llegaba a esos lugares. Es un trabajo que ha llevado años y sentir la amenaza de que hoy está en riesgo es súper doloroso. Tenemos que pensar cuál es la verdadera mirada federal: no significa que nos digan desde Buenos Aires lo que tenemos que hacer sino confiar en un equipo de laburo. Somos más de veinte personas trabajando en este proyecto. Es importante que no se centralice todo en Buenos Aires. Puedo decirlo porque yo misma tuve que desarraigarme para continuar mi formación. Muchas veces atravesamos situaciones en las que se nos dice lo que hay que hacer. A mí me gusta pensar, por ejemplo, un teatro con tonada.
El equipo del TNC que viajó a Catamarca está integrado por los productores Maxi Libera y Fernanda Sampedro, la fotógrafa Ailen Garelli y la encargada de prensa Alejandra Herren. En la función estuvieron presentes algunas autoridades como el subdirector del TNC, Cristian Scotton, la secretaria de Educación y Cultura del municipio, Marquesa Blanco, y el director de Cultura, Alejandro Farfán. "Me sentí muy cómoda trabajando con este equipo. Maxi es un compañero muy amable y respetuoso –cuenta la directora–. Creo que la única manera de sostener esto es con políticas públicas, entendiendo que todos trabajamos para lo mismo". En la obra hay rituales y en la previa del estreno también. Una actriz con la cara semimaquillada reparte caramelos que hay que elegir de una bolsa y comer sí o sí por cábala; otra ofrece porciones de pastafrola en los camarines mientras los técnicos prueban luces. Wachay estrenó y hubo jolgorio. La magia del teatro sucedió y, por un ratito, todos fueron arrastrados al monte.
* Funciones: viernes y sábados a las 21 en el Complejo Cultural Urbano Girardi
(Avenida Ocampo N° 58, Catamarca). Entrada libre y gratuita. El martes 26 de agosto, de 19 a 21, tendrá lugar "La lectura teatral, representación de la oralidad y lenguaje simbólico", un taller de formación a cargo de Mauricio Dolores, destinado a docentes y referentes comunitarios. Presencial, gratis y con inscripción previa.