EIGHT POSTCARDS FROM UTOPIA 7 puntos
(Opt ilustrate din lumea ideala; Rumania, 2024)
Dirección y guion: Radu Jude y Christian Ferencz-Flatz.
Duración: 71 minutos.
Disponible en MUBI.
¿Qué tienen en común una botella de gaseosa, el cuerpo de una mujer desnuda, una navidad en familia y un local de comida rápida en Bucarest? El ensayo documental Eight Postcards from Utopia, que pudo verse en pantalla grande el año pasado en el marco del DocBuenosAires, responde a esa pregunta con creces: todo puede y debe venderse. Dirigida por el realizador rumano Radu Jude, el responsable de títulos recientes como Sexo desafortunado o porno loco y No esperes demasiado del fin del mundo, en colaboración con el filósofo Christian Ferencz-Flatz, la película forma parte de ese particular territorio audiovisual conocido como found-footage (literalmente “metraje encontrado”). En otras palabras, el material que lo constituye fue creado por otras personas y en otras instancias de la historia. Todas las imágenes y sonidos que conforman estas “ocho postales desde Utopía” están tomadas de publicidades televisivas de los años 90, luego de la caída del régimen de Nicolae Ceaușescu, y décadas subsiguientes, y emitidas en diversas señales de aire y cable en Rumania.
Siguiendo los lineamientos formales de grandes autores del found-footage como el austriaco Gustav Deutsch, Jude y Ferencz-Flatz sólo manipulan el material a partir de la edición y, en una ocasión, ralentizando la velocidad y/o eliminando el sonido, pero nunca alteran el encuadre o su contenido. Es el montaje, entonces, lo que aporta un nuevo sentido a los “textos” audiovisuales, generando un diálogo entre materiales originalmente independientes. Así conviven en la pantalla spots publicitarios de compañías de alto impacto como Pepsi con ignotos anuncios de ferreterías de barrio, y el aviso de un detergente para ropa que todo lo limpia –hasta la mancha más rebelde– es contrapuesto a la campaña de una nueva hotline erótica donde las mujeres más bellas esperan ansiosas y ardientes los llamados del televidente. La división en ocho capítulos, separados por placas introductorias, permiten la clasificación, y así un bloque entero está dedicado a esa gran novedad post caída del comunismo: la privatización de cosas muebles e inmuebles.
El resultado es fascinante y, por momentos, lleno de humor no intencional: es el paso del tiempo, además del nuevo contexto, lo que dispara la comicidad. Sin voces en off que expliquen o expliciten lógicas o intenciones, es la propia sucesión y yuxtaposición de las “propagandas” (el uso de ese término en la Argentina resulta por demás interesante) lo que termina generando el sentido último del ensayo. Que no es único ni excluyente, pero parte en gran medida del enorme choque entre la era comunista y la explosión de consumo posterior a la muerte del mandamás rumano, a quien una publicidad de líneas celulares menciona directamente: “Criticar a Ceaușescu no era gratis, pero sí es gratis hacer llamadas con este magnífico plan”. Por caso, el episodio titulado “Las edades del hombre” recopila fragmentos de spots de diversos productos, desde leche de fórmula para bebés a desodorantes masculinos, pasando por medicamentos para el corazón.
En Eight Postcards… conviven lo universal con lo local: no hay nada más global que el capitalismo consumista y la construcción de arquetipos que ayuden a vender determinado producto, al tiempo que las prácticas del lenguaje y la idiosincrasia cultural propia del país de los realizadores conjuran particularidades no trasladables a otras regiones del planeta. De Nadia Comăneci a un laxante que promete una vida mejor, de un grupo de chicas con trajes de Papá Noel a una publicidad que anuncia la apertura de un parque de atracciones dedicado a la figura de Drácula, todo tiene lugar en el montaje frenético del film, que desde luego incluye un pasaje donde se pone de relieve la venta de bonos de empresas de las cuales el estado desea desprenderse. Bienvenidos al postcomunismo.