¿Habrá descubierto ya el Presidente que su “mundo ideal”, el mundo del libre comercio es una ficción? ¿O seguirá viviendo en Seahaven Island? El 2 de abril, Trump al lanzar su “Dia de Liberación” dio un paso más en la implosión del libre comercio y su instrumento: la globalización neoliberal.
Sehaven Island es una isla rodeada de un mar azul cielo donde vive un hombre común, un tal Truman. Desgracia única para vivir en una isla, la muerte de su padre en un accidente náutico le ha producido un trauma. Sufre de “talasofobia”, trastorno psicológico que produce un miedo irracional hacia el mar, océanos y lagos. Está casado con Meryl, aunque su corazón le pertenece a Sylvia.
Saliendo de su casa una bella mañana, del cielo cae un objeto. Al acercarse, descubre al que es un aparato de iluminación. La radio de su auto sintoniza una transmisión que describe sus movimientos. Sospechosamente, una lluvia cae sólo sobre él. Personas que nunca vio en su vida conocen su nombre. A su padre, que imaginó muerto, para su sorpresa se lo cruza en la calle. Todos estos acontecimientos comienzan a poner en duda toda su vida.
Pero la realidad es que Truman fue adoptado por un estudio de televisión. Que su ciudad es es un enorme estudio de filmación. La verdad es que sus amigos, su amada Sylvia y su mujer Meryl, igual que todos los integrantes de su “mundo”, son actores de una serie filmada y transmitida las 24 hs, durante 30 años ininterrumpidos: “The Truman Show”. Su director, Christof, conduce hasta el mínimo detalle. La “talasofobia” fue inducida a fin de que no se tentara a viajar. Sin embargo, Truman emprende, luego de varios intentos fallidos, la búsqueda de la verdad.
Supera su miedo al agua y comienza el viaje en un bote. Crhistof, despiadado, en forma artificial genera una tormenta que pretende volcar el bote. Apelando a sus últimas fuerzas logra llegar hasta una pared escenográfica, que marca el fin del estudio de filmación. Truman sube una escalera y descubre, entonces, que ha vivido en una ficción. Y en paralelo, millones de televidentes festejan que Truman descubra el mundo real.
Lo expresado es una reseña de “The Truman Show” película estrenada en 1998 con las actuaciones estelares de Jim Carrey, Ed Harris, Laura Linney, Natasha McElhone, dirigidos por Peter Weir, con guion de Andrés Niccol.
Un aclaración, para que el pobre Truman no se ofenda con la comparación. Es una buena persona y mantiene una relación amable con vecinos y amigos.
Pero volvamos a Trump y su implosión. En una nota muy interesante, Bernard Cassen, con el título de “Trump firma la esquela mortuoria del libre comercio”, analiza que cuando terminó la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos impuso el dogma del libre comercio al conjunto del mundo que controlaba.
Siempre Washington preservó para sí un alto nivel de autonomía. El objetivo era proteger su producción granaría o poner restricciones al intercambio de bienes que consideraba estratégicos. A ello agregaba una virtual intervención en Medio Oriente para digitar el comercio de petróleo.
Dice Cassen: “Con Donald Trump, presenciamos el regreso del Estado en la regulación de los intercambios internacionales. Una verdadera herejía para la mayoría de los actores económicos y políticos del planeta”. Y agrega: “Lejos de ser un outsider, Donald Trump se inscribe en una larga tradición estadounidense de pragmatismo muy bien descripta por Ulysses Grant, presidente de Estados Unidos de 1869 a 1877”.
Escribió Grant, y cita Cassen: “Durante siglos, Inglaterra se apoyó en la protección, la practicó hasta sus límites más extremos, y obtuvo resultados satisfactorios. Dos siglos después, encontró ventajoso adoptar el libre comercio, pues entiende que la protección no tiene más nada que ofrecerle. De acuerdo, señores, el conocimiento que tengo de nuestro país me lleva a pensar que, en menos de doscientos años, cuando Estados Unidos haya sacado de la protección todo lo que esta puede darle, también adoptará el libre mercado”. Es decir, puro pragmatismo y políticas convenientes para Estados Unidos.
Sergio Kiernan en su nota “Trump arrancó un nuevo orden mundial” (“Y Ahora Qué” 8/8/25) señala que el 7 de agosto, cuando arrancaron los aranceles globales, empezó en serio el intento de establecer un nuevo orden mundial. “Las barreras arancelarias de Trump son un proteccionismo clásico años 30 pero en el siglo XXI”, dice.
En la Argentina la política aperturista de empujar importaciones abriendo nuestra economía sin ningún reparo, expresa una burda torpeza. El Presidente está destruyendo capital y pulverizando trabajo argentino. El informe de Fundar “Abrir sin paracaídas, la desregulación comercial y su impacto en el empleo” (7/25) afirma que la apertura comercial de Milei pone en riesgo 430.000 puestos de trabajo, 65 por ciento de ellos de la industria manufacturera.
En este marco resulta por lo menos llamativo que uno de los principales grupos económicos como Techint invite a su XX Seminario Internacional del Boletín Informativo, el 21 de agosto próximo, a Robert Lighthizer y Dani Rodrik. Lighthizer es considerado un halcón del proteccionismo norteamericano. Ministro de comercio exterior de la primera administración de Trump, es la mayor base ideológica del trumpismo. Su trabajo “Ningún comercio es gratuito, cambiar el rumbo, enfrentarse a China y ayudar a los trabajadores”, muy elogiado por Trump, es considerado una obra central en el proteccionismo norteamericano. Estilizadamente Lighthizer niega la existencia de un libre comercio genuino, por cuanto la participación gubernamental es insoslayable. Dice el autor: “Los dirigentes estadounidenses aplicaron una política comercial que fallo al pueblo estadounidense. A pesar de las promesas de creación de empleo y aumento de salario, la teología radical del libre comercio de los años 1990 y principios del 2000 solo diezmo a la base industrial estadounidense”. Añade: “No es exagerado decir que el futuro de este país depende de un cambio en nuestra política comercial”. Más todavía: “Ya no es posible que subcontratemos puestos de trabajo y renunciemos a las comunidades y a los trabajadores. Debemos tener una política comercial en la que cada decisión se tome con el objetivo de ayudar a los trabajadores”.
El otro invitado, Dani Rodrik, es el que escribió “Rescatar la economía del neoliberalismo” (2018). El autor intenta precisar el contenido, la sustancia de lo que se define como neoliberalismo. En términos muy generales dice: “Preferencia por los mercados sobre el gobierno, incentivos económicos sobre normas culturales o sociales y por la iniciativa privada sobre la acción colectiva o comunitaria”. Cuestiona una mirada unívoca que tiene el neoliberalismo, de creer que sus preceptos son aplicables en todo momento y en cualquier lugar, sin tener en cuenta las cuestiones históricas y sociales de un determinado territorio.
Si bien no critica en general la globalización, dice que entre quienes la defienden “casi todos se unieron a la economía global violando restricciones neoliberales”.
Desconocemos si Milei será invitado a exponer. De hacerlo y ser sincero, seguramente calificaría de mandril a Lighthizer y sin duda de comunista socializante a Rodrik. ¿La CGT y las CTA serán invitadas? Sería muy interesante que pudieran discutir con Techint sobre subcontrataciones y defensa del salario.
Es auspicioso el debate franco, sin anteojeras ni prejuicios. Argentina necesita encontrar puntos de dialogo entre la producción y el trabajo, a fin de “proteger la industria y el trabajo argentino”.
Si lo que se busca solo es “proteger” lo propio, será un esfuerzo mezquino y de baja talla.
Es mejor discutir un Pacto Económico y Social que nos permita, como a Truman, escapar de Seahaven Island.