Aunque la mayoría de las necrológicas, destaquen su interpretación como el General Zod, el villano del “Superman” de la era de Christopher Reeve, Terence Stamp nació y será siempre leyenda mundial de la comunidad LGTBIQ +.
En efecto, su bautismo de fuego cinematográfico fue con apenas veinticuatro años, cuando interpretó a Billy Budd, el inocente y apuesto marinero por cuya piel bronceada, ojos azules y cabellos dorados suspiraba el resto de los grumetes de la tripulación del barco de sugestivo nombre “Indómito”. Basada en la novela homónima escrita por Herman Melville a finales del siglo XIX (luego devenida opera y musical), la acción de “Billy Budd, marinero” (Ustinov, 1962 y cuyo título en Argentina fue "La fragata infernal") transcurría en 1797 y de forma inédita para la época, ponía en escena el homoerotismo masculino y la circulación del deseo entre varones en la comunidad machirula de un navío de guerra. Especialmente dos marinos se disputaban las carnes concupiscentes de Billy: el bondadoso capitán del barco, Edwin Fairfax Vere, (Peter Ustinov) y el malvado suboficial de armas, John Claggart (Robert Ryan): uno expresará su libido en sentimientos eróticos y el otro, en sentimientos tanáticos. Estrenada en los inicios de nuestros años sesenta, a siete años de los sucesos de Stonewall la película devino icono pionero cinematográfico de las luchas de liberación sexual. Y el Billy Budd encarnado en Stamp, uno de los primeros de entre muchos personajes de ficción sacrificiales del séptimo arte que pagan caro la voluptuosidad homosexual que despertaban sus hechizos.
No sería la única vez, que Terence Stamp se luzca como un ángel, un demonio o un Cristo pagano. En su juventud, parecía tener el “physique du rôle" y la hermosura andrógina necesaria para ser deseado por varones y mujeres. No en vano, incluso el inefable Federico Fellini lo eligió para personificar a Toby Dammit, un rockero drogón, reventado, autodestructivo y pansexual para un corto basado en un cuento de vampiros de Edgar Allan Poe. Ese ideal encontró su cúspide cuando en 1968 encarnó al protagonista de la mítica “Teorema” de Pier Paolo Pasolini. Evidentemente, nadie como Stamp podía ponerse en la piel de ese huésped celestial o infernal que llegaba a la casa de una familia burguesa y que terminaba seduciendo y copulando con todas y todos: con la empleada doméstica, con la madre, con la hija, con el hijo y finalmente con el padre. Eran los tiempos en que Pasolini creía en el poder redentor y liberador del sexo. Según la hipótesis del poeta y cineasta italiano, bastaba el lenguaje del amor corporizado en el acto sexual para destruir la hipocresía de una familia burguesa y sus falsos valores sustentados en la voracidad del poder y del dinero. En todo caso, el solo hecho de que las cámaras se detuvieran sobre la penetrante mirada azul o recorrieran el bello cuerpo desnudo de Terence Stamp parecían hacer creible la posibilidad de la redención y la justicia social. Stamp era la bomba sexual capaz de destruir los cimientos del sistema capitalista: encendía de tal manera la pantalla grande que parecía susceptible de volverse la llama del comunismo social que anunciaba Karl Marx o la libertad sexual que preconizaba Herbert Marcuse.
No contento con haber sido la delicia onanista de varias generaciones, el destino de Stamp era devenir también símbolo trans, drag, y lésbico. Tres décadas después de estas películas inolvidables, Terence fue Bernadette, la mujer transexual que junto a dos hombres gays -interpretados por Guy Pearce y Hugo Weawing-, deciden realizar un viaje iniciático en autobús por el desierto australiano actuando de drag queens y despertando a su paso, alternativamente el deseo, la simpatía, la ternura y la homofobia. Se trata de la también emblemática “Priscilla, reina del desierto” (Eliott, 1994), que se volvió película de culto y musical y que utilizó canciones que ya formaban parte o, que, a partir de su estreno comenzaron a formar parte de los sones del cielo (o el encantador infierno) con estrellas, purpurinas y lentejuelas de la comunidad LGTBIQ+. Un cielo al cual hoy se remontó Terence Stamp. El mismo cielo en que, colgado desde la vela del barco, pero aún bello y majestuoso cual Jesús gay, brillaba el marinero Billy Budd. Quizás el mismo firmamento de donde procedía el huésped-ángel de "Teorema". Sea esta elegía el tributo a la valentía de un actor que pudo haber elegido ser simplemente galán y que optó por ser un sex symbol deconstruido avant la lettre. Stamp hizo gala de una valentía de la que se precisaba en los años sesenta y noventa y de la cuál se precisa particularmente en la actual época de la crueldad, la etapa superior del neocapitalismo salvaje y reaccionario.