El loco fue “un editor único”, “un gran humanista”, el hombre que introdujo la literatura centroeuropea en España. Una de las primeras locuras que cometió fue traducir al poeta estadounidense Robert Lowell. Una joven estudiante de filología inglesa encontró el libro editado por Quaderns Crema. “¿A quién se le podía ocurrir publicar a Lowell en catalán a finales de los '80? Al cabo de un tiempo conocí al loco que se había atrevido”, cuenta Sandra Ollo con la voz enamorada de Jaume Vallcorba (1949-2014), ese loco que en 1999 creó Acantilado, una de las editoriales independientes españolas con un catálogo inoxidable a través del rescate de obras que estaban perdidas y olvidadas de autores como Joseph Roth, Stefan Zweig y Arthur Schnitzler, entre tantos otros. Ollo conoció a Vallcorba en 2006, se enamoró, se casó y entró a trabajar en 2008 como editora. Cuando el loco murió por un tumor cerebral en 2014, ella asumió la dirección editorial de Acantilado.
“Un sello con una voluntad de transversalidad”. Así define a Acantilado. Ollo, que tuvo reuniones con varios libreros en Buenos Aires, repasa el itinerario de esta emblemática editorial independiente española con el convencimiento de que los libros publicados, cerca de 1000 títulos en 26 años, envejecen bien. “No hay una separación real entre Séneca y Montaigne, que están alimentados por el mismo espíritu. Lo mismo que impulsó a Montaigne a escribir es lo que vio Stefan Zweig o lo que vive Mauricio Wiesenthal, por hacer un salto en el tiempo que representa un poco la voluntad del sello”, compara la directora editorial distintos autores que conviven de manera armónica en el catálogo. Y destaca que “el pasado dialoga con lo contemporáneo” para erradicar “la idea de que el tiempo que vivimos, la contemporaneidad, lo descubre todo”.
Ollo sonríe, hace una pausa y continúa explicando los pilares de Acantilado. “Es muy importante conocer de dónde partes para entender tu presente también, incluso lo más vanguardista tiene una base de inspiración en el pasado -subraya-. Lo que queremos es abrir muchas puertas y ventanas a otras percepciones que te vayan moviendo la silla. Me encantan los autores que nunca te dejan en el mismo lugar, que te van moviendo la silla y te obligan a esforzarte a mirar. No te dicen lo que tú ya querías escuchar, sino que te obligan a repensarte una y otra vez”.
Los ensayos de Montaigne la acompañan; “no es un libro que se lee y se abandona”, aclara y admite que los filósofos españoles Josep Maria Esquirol y Víctor Gómez Pin le movieron la silla. “El escritor húngaro László Krasznahorkai, con esa manera de jugar con el flujo narrativo, con el párrafo que se abalanza sobre el lector, consigue una literatura que es como una salmodia que te envuelve y te va llevando sinuosamente por donde él quiere”, analiza Ollo y advierte que “ninguno de los autores que componen el catálogo de Acantilado te deja indiferente”.
La editorial publica entre 30 y 40 novedades anuales, con tiradas “mínimas” de 2.500 ejemplares, y hacen más de 100 reimpresiones al año, una cifra que demuestra que el catálogo está “muy vivo”. Ollo afirma que se publican muchos libros en España. “Son demasiados, si se tiene en cuenta la capacidad de absorción de las librerías, que desde el punto de vista logístico están envueltas en una locura importante, porque a veces la cantidad de novedades es ingobernable. Cuando se plantea esta polémica, efectivamente se piensa en los grandes grupos, que publican mucho porque hay una política de gestión comercial, administrativa y empresarial que lo requiere. Y es una especie de círculo de libros en movimiento que van a la librería, que se devuelven al poco tiempo, que al final financian los siguientes libros, y que pasado un año y medio, pues si no se han vendido se destruyen y ya está”, resume la editora ese vertiginoso trayecto.
“La ambición del editor independiente es tener un espacio en las librerías, pero es también la de hacer un libro que perdure -precisa Ollo-. Quizá los editores independientes tendríamos que pensar en la idoneidad de los libros que ponemos en las librerías. A todos nos cuesta mucho reconocer que a lo mejor algún libro era prescindible, pero supongo que tenemos que pensarlo, ¿no? Se hace muy difícil no entrar en ese juego en el que no podemos competir porque no tenemos la musculatura, ni la fuerza financiera ni de producción ni de aguante de un gran grupo. En España contamos con una red de librerías independientes con muy buena salud, que hacen un filtro no menor y que ayudan mucho a los sellos independientes”.
La pandemia marcó un antes y un después. Ollo revela que entonces estaban publicando 60 libros al año y que se dio cuenta de que tenía que publicar menos novedades, en un ejercicio de autocrítica, para que cada título encontrara su espacio. “Si leo hoy un manuscrito que me gusta mucho, a lo mejor le puedo decir al autor que lo publico en septiembre del '26. O en 2027. Pero esta es una época de mucha ansiedad por publicar. Vivimos en la era de la impaciencia y de la inmediatez, y lo queremos todo ya: si ponemos un mensaje de WhatsApp y la persona tarda más de lo que en nuestra idea mental debería, ya la estamos llamando. Somos impacientes y hemos perdido la capacidad de espera. También las redes sociales imponen un ritmo muy acelerado, que no beneficia la reflexión, la observación, el mínimo de serenidad mental que requieren ciertas actividades como la lectura”.
El último descubrimiento de Ollo, una autora que le dio mucha satisfacción publicar, es la rusa María Stepánova, En memoria de la memoria. “A fin de este año vamos a publicar una novela pequeñita de Stepánova de tal inteligencia y de tal lirismo que es como una fuerza de la naturaleza”, anticipa la directora editorial sobre esta novela que tradujo del ruso Jorge Ferrer. Otro hallazgo es la joven escritora belga Charlotte Van den Broeck con sus Saltos mortales, trece miniaturas sobre diversos arquitectos que decidieron suicidarse. En el catálogo hay un título de una escritora argentina: La idea natural, de María Negroni, “un libro fascinante”, expresa la editora. “Acantilado es una editorial de editor; y un editor, por encima de todo, es un lector. El territorio no me interesa nada, las fronteras no me interesan. Me gusta la amplitud, que se abran las ventanas y que entre aire”.
Un fantasma atraviesa el imaginario del presente: el de la Inteligencia Artificial. “Más allá de que estoy segura de que tiene aplicaciones muy loables en la investigación, en la medicina, me sorprende la fe total a este artefacto que creo que por primera vez puede llegar a cuestionar la esencia de la naturaleza humana y la manera de relacionarnos entre nosotros -reflexiona la editora-. Cuando hablamos de la creación, del producto de la mente humana creativa, es de tal riqueza, tiene tantos matices y es tan escurridiza que de momento creo que será muy difícil que la Inteligencia Artificial la pueda suplir. La Inteligencia Artificial es alimentada y trabaja a la manera de… A lo mejor un día puede escribir un libro a la manera de Proust, pero no será Proust. Lo que nos diferencia es la emergencia, entendiendo por emergencia la necesidad expresiva que brota y que se manifiesta de formas peculiarísimas. La urgencia de la expresividad, la máquina no la tiene”.