Si Homo Argentum si hubiese llamado Homo Libertarium sería una gran película acorde a los tiempos que corren. Algunas aclaraciones: me han resultado interesantes ciertas películas de Cohn y Duprat y no odio a Francella. Es extraño comenzar con estos preámbulos, se parece más al inicio fallido de esas conversaciones que, para evitar el conflicto, se aclara lo innecesario para luego ir al punto. Pero Homo Argentum ha puesto en escena pasiones y discusiones sin saldar.

Que sea una de las películas más vista no tiene que ver necesariamente con la calidad de la obra, sino con múltiples factores que se sintetizan en Homo. Pero las declaraciones de Francella en término dicotómicos, el cine que nadie ve vs el cine popular, promovió una discusión agrietada que tiene diversas capas. Estas declaraciones parecen ser parte del guión de la película, ¿comentario espontáneo o estrategia de marketing? Lo más peligroso no es lo que se dijo, sino lo no dicho, los sentidos latentes detrás de ese cine “que nadie ve”. ¿Qué tipo de políticas culturales debería promover el Estado? En la actualidad la política cultural que se impone es la retracción del Estado para que sea el mercado quien financie la cultura bajo el parámetro de lo rentable (lo mismo sucede en otras áreas: ciencia, educación y salud). Así las búsquedas estéticas, los juegos del lenguaje, las complejidades en la creación quedarán subsumidas a un único criterio: lo que sucede con la venta de entradas. Como si la calidad de una obra se pudiese medir solamente por la cantidad de personas que concurren al cine. Bajo el slogan “con la nuestra no”, se desfinancia todo aquello que nos hace la vida un poco más agradable, fácil, cómoda, o menos injusta, dolorosa y chata.

Desde el Estado se promueve este tipo de política cultural y Homo Argentum con esas “espontáneas” declaraciones de Francella hace lo mismo. La película es coherente con todo ello, en primer lugar, porque está organizada a partir de la publicidad. Es obsceno la cantidad de marcas a partir de las cuales se arman las escenas, la sensación es estar mirando cortos publicitarios de poca atracción.

Homo Argentum es una película que con pretensión de narrar algo del “ser nacional” lo que muestra es un ser despreciable. Ofrece un tono narrativo medio que a lo largo de las 16 historias prioriza los cambios estéticos de Francella por sobre matices, contradicciones y amplitudes de ese supuesto ser nacional. Si una primera lectura podría ser que son historias diversas, hay, en muchas de ellas, un hilo conductor: somos seres despreciables. Los directores saben captar cierto clima social para llevar a escena un discurso unánime.

En el capítulo protagonizado por Francella y Eva de Dominici todos los sentidos se invierten: así es como al subir en un mismo ascensor un hombre y una mujer, es el hombre quien se siente desprotegido, inseguro y, además, como si fuera poco, es víctima de una falsa denuncia por violación. Para mostrar todo esto los directores tienen que escudarse en el recurso de la paranoia y lo que imagina el hombre que le podría suceder porque él es millonario y teme que se lo extorsione para sacarle dinero. Es dolorosa esta escena, porque en el contexto actual de ataque sistemático contra el movimiento feminista este capítulo pone en evidencia un clima de época que viene a disciplinar.

Homo Argentum nos va mostrando las peores caras de ese supuesto ser nacional: la doble moral del progresismo, el conurbano como inseguro y el uso de las armas como solución, los curas villeros escindidos de la realidad en la que viven, Ezeiza como la única salida, las ventajas de ser pobres, las mujeres como accesorios, el engaño para robar, el snobismo, la cultura popular como experiencia y capricho de los adinerados, la casta “inútil” que nos ha gobernado, el cinismo como forma de triunfo. Así los directores captan algo del sentido social, con verdades a medias llevan los relatos al extremo, no buscan la comedia ni la risa. Nos muestran como despreciables, a ver si lo creemos y así la batalla cultural gana un peldaño más.

* Investigadora del CONICET y profesora en la UBA