En la mañana del lunes, Techint prohibió el ingreso a unos 170 trabajadores de empresas contratistas, que iban a realizar sus tareas habituales a la planta de Ternium en San Nicolás.

Se trata de una nueva escalada del conflicto salarial que lleva ya más de un mes. Hay una paritaria firmada por la cámara y homologada por el gobierno, pero la empresa de Paolo Rocca se niega a pagarla.

La prohibición de ingresar fue leída por los trabajadores como una provocación, pero no fue la única en estos días. A última horas del viernes, tras conocerse la nueva conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, esta vez por quince días, los dirigentes sindicales descubrieron que la empresa también había realizado una denuncia similar ante la Secretaría de Trabajo de Nación.

El sindicato considera esa denuncia nula porque argumentan que la Nación no tiene competencia sobre esta cuestión y ya corre el plazo de la conciliación obligatoria dictada por el ministerio provincial. "Son como el tero, que canta en un lado y pone los huevos en otro", sentenciaron. 

En ese contexto de ánimos alterados y pulsaciones altas, los delegados más jóvenes estaban más inclinados a tomar la planta, pero finalmente prevaleció el criterio del experimentado Naldo Brunelli, que pidió no desautorizar al ministro Walter Correa. Brunelli también llamó a los trabajadores a  informarse de la marcha del conflicto sólo a través de las circulares oficiales del sindicato y a no creer en lo que dicen "radio pasillo" ni las redes sociales.    

El sindicato tiene por delante una tarea de orfebrería. Se trata de ejercer sobre Rocca la presión justa para que pague los aumentos acordados, a sabiendas que cualquier error puede ser utilizado como excusa para cerrar el horno e importar el acero desde Brasil, donde el grupo tiene una planta cercana al puerto de Santos, en el estado de San Pablo. O desde China, a un costo mucho menor.

A la vez, toman nota de la doble precariedad, tanto del modelo económico basado en un dólar artificialmente planchado, como del gobierno en sí mismo a nivel político, más después del escándalo por coimas en la Andis que salpica a los Milei y a los Menem, de manera que creen que el tiempo juega a su favor.

El otro reclamo de los trabajadores era por la ausencia del intendente, Santiago Passaglia, que se mantiene ajeno a la disputa entre la patronal y los trabajadores. El ochenta por ciento de los diez mil trabajadores de Ternium tiene domicilio  en la ciudad de San Nicolás, mientras que el otro veinte se reparte entre Ramallo y otras localidades cercanas. 

El cierre de la planta convertiría a esa ciudad, hoy de 165 mil habitantes, literalmente, en una ciudad fantasma. Algunos recordaban lo ocurrido en Detroit (Michigan, Estados Unidos) en 2009, cuando la crisis de las hipotecas subprime arrastró también a la industria automotriz y dejó a la ciudad, primero desempleada y luego semidesierta. 

Prácticamente el mismo conflicto se dio un año atrás. Tras un tira y afloje de once meses, se impuso la UOM, con su secretario general Abel Furlán a la cabeza y Techint pagó la paritaria. 

Furlán, que se impuso a Antonio Caló en las elecciones de 2022, es actualmente secretario gremial del PJ nacional y será anfitrión el miércoles, en la sede de Matheu 130, cuando concurran representantes de todas las regionales bonaerenses de la CGT a discutir coyuntura y estrategia. 

El recambio generacional

En los últimos veinte meses, la UOM de San Nicolás fue protagonista de un proceso como no ocurría desde hace décadas. En las elecciones de 2023 muchos trabajadores del sector votaron a Javier Milei. Fuentes sindicales evalúan que se trató de más de la mitad y que, en el caso de las tercerizadas por Techint, el porcentaje llegó al setenta por ciento, especialmente entre los más jóvenes.

Cuando vieron frustradas las expectativas que habían puesto en el nuevo gobierno, al tiempo que su situación personal y familiar se deterioró sostenidamente, esos mismos trabajadores comenzaron a acercarse al sindicato y aportar una energía especialmente combativa. Algunos incluso, tras dejar atrás la identificación con los libertarios, ahora simpatizan con el troskismo.

Al interior del sindicato, se da ahora una dinámica muy particular, entre esos delegados entusiastas pero inexpertos, que por momentos recelan de la conducción de líderes experimentados como Hugo Hollman, Luis Sánchez y el propio Naldo Brunelli. Mientras algunos quieren jubilarlo, otros quieren aprender de ellos en una disputa permanente por la estrategia.

El enojo de los trabajadores es fácil de entender. Los empleados de las empresas tercerizadas, que realizan las tareas más pesadas e insalubres, cobran 350 mil pesos por quincena. Los metalúrgicos que están en relación de dependencia con Techint cobran entre un millón y un millón trescientos mil pesos mensuales, según antigüedad. 

Los vigilantes de seguridad privada, encuadrados en Unión Personal de Seguridad Republica Argentina (Upsra), en cambio, cobran de ese monto para arriba.  Históricamente, también hubo en la planta trabajadores de la construcción, encuadrados en Uocra, pero quedan muy pocos, ya que en estos veinte meses no se iniciaron obras nuevas.

Algunos de ellos, hijos y nietos de metalúrgicos, recuerdan la época dorada en que cada trabajador tenía, además de casa y auto, un departamento para veranear en Mar del Plata y otro para que sus hijos pudieran seguir estudiando, en Rosario o Buenos Aires. Es el modelo de movilidad social ascendente que destruyó la dictadura y enterró definitivamente Carlos Menem con la privatización de Somisa.