Dos o tres minutos después de conectarse al Zoom, Kamasi Washington enciende su cámara y, una vez que aparece adelante de ella con su colorida túnica africana, aflora una sonrisa estremecedora, capaz de hacerle olvidar a cualquiera lo difícil que se volvió todo. Realmente, es tan mágica y sincera que emociona, por lo que la única manera de tributar semejante ofrenda es con otra sonrisa. La irradiación que provoca (el sumun para cualquier creativo publicitario que se dedique a vender dentríficos) no sólo es franca sino también sanadora. Lo mismo sucede con la música que concibe este querubín del nü jazz. Lástima que esa imagen no pueda dar cuenta de su prolificidad. Desde mayo de 2024 hasta junio de 2025, el saxofonista, compositor y productor estadounidense hizo de todo.

Destacan el aporte con su instrumento en el último disco de Childish Gambino, Bando Stone and the New World, y su labor como coproductor de “Luther”, tema del más reciente álbum de Kendrick Lamar: GNX. Su más reciente colaboración, sin embargo, sucedió en The Prophet and The Madman, debut discográfico de la cantante angelina (de ascendencia etíope) Ami Taf Ra. En el medio, se encargó de un tercio de la banda de sonido de la serie japonesa de anime Lazarus, dirigida por el prestigioso Shinichiro Watanabe (la completaron los notables Floating Points y Bonobo). Y previamente publicó el álbum Fearless Movement (2024), que lo trae por tercera vez a Buenos Aires, a la misma sala que lo recibió en su anterior desembarco, C Art Media (Av. Corrientes 6271), este domingo 31 a partir de las 21.

Ante la consulta de cómo administra su tiempo para llevar adelante (y en simultáneo) tantos proyectos grosos, el artista afirma que se trata de un gran enigma. “Intento seguir mi corazón y hacer lo que siento que está más cerca de él, porque siempre surgen muchas cosas”, afirma quien en 2020 se encargó asimismo del soundtrack de Becoming, documental de Michelle Obama. “Sólo hay un número limitado de horas en un día para lo que querés hacer. Por eso elige mi corazón, no mi mente”. Vale la pena destacar que Washington hizo de cada contribución o emprendimiento suyo una circunstancia familiar. A tal punto que su hija Asha, de apenas 5 años, figura como coautora (inspiró la melodía) de “Asha The First”, canción incluida en el disco sucesor de Heaven & Earth (2018).

No sólo eso: entre los ocho músicos que lo acompañan en la gira de Fearless Movement está su padre, Rickey Washington, quien tocó la flauta y el saxo soprano con su hijo desde mediados de la década de 2000. En esa época, Kamasi integró The Young Jazz Giants, grupo surgido en su época de estudiante que incluía a lo más destacado de la escena jazzística californiana actual. De hecho, su progenitor tuvo una banda con Ronald Bruner, papá de Thundecat (el bajista y cantante protagonizó en agosto uno de los mejores recitales que se vieron en esta ciudad en 2025). “Su padre tocaba la batería y el mío el saxo”, explica el músico de 44 años. “Cuando conocí a Ronald, yo tenía 3 años y Thundercat estaba en el vientre de su madre. Años más tarde, armamos The Young Jazz Giants, que luego decantó en West Coast Get Down”.

A propósito de esto último, uno de los grandes atractivos del álbum fue la participación de West Coast Get Down, a los que se les suele llamar los “Wu-Tang Clan del jazz” (en referencia al supergrupo neoyorquino del rap). Para que se comprenda la relevancia del colectivo, varios de sus integrantes, entre los que despuntan el multiinstrumentista Terrace Martin, el trombonista Ryan Porter y el ya mentado Thundercat, fueron parte de la grabación de To Pimp a Butterfly, disco fundamental de Kendrick Lamar, amén de obra maestra del rap de este siglo, que en 2025 celebra la primera década de su lanzamiento. No obstante, el único miembro de esta cofradía que lo acompañará en la escala porteña del tour será el heterodoxo bajista, cantante y compositor Miles Mosley.

-¿Cómo lidia con el ego la flor y nata del jazz contemporáneo ?

-Oh, no, ni siquiera nos planteamos esta pregunta. Nos conocemos desde que somos muy pequeños, ¿sabés? En West Coast Get Down hay gente con la que comparto desde que tenía 3 años.

Aparte de West Coast Get Down, Fearless Movement cuenta con la participación de figuras de la música negra del calibre del veterano DJ Battlecat, André 3000 (otrora cantante de Outkast), el rapero D Smoke y el legendario George Clinton, cuyo legado en el funk está a la misma altura del de James Brown y del recientemente fallecido Sly Stone. “George escribió la letra de esa canción (se refiere a ‘Get Lit’, de la que se desaprendió un cortometraje) y no sabíamos qué hacer con ella. La teníamos, la grabamos, pero no teníamos idea de qué haríamos con eso”, repasa Washington. “George Clinton también es un gran artista visual. Mi hermana, que es pintora, me invitó a la exposición suya. Cuando lo conocí, me dijo: ‘Deberíamos hacer música juntos’”.

-Alcanzaste el sueño del pibe…

-No tengas le menor duda… Entonces George Clinton (en julio cumplió 84 años) vino al estudio y la hizo. Fue increíble. André 3000 me había llamado para que le grabara música y en ese momento no tenía idea de lo que estaba haciendo. Esto fue antes de que salieran sus últimos álbumes. Y, bueno, nos juntamos. Hicimos música muy experimental, un poco fuera de lo común, ya sabés: muy libre, experimental e interesante. Un día, le dije a André: “Estoy grabando un álbum, deberías venir al estudio”. Tenía una canción para que él trabajara en ella, pero cuando llegó trajo un montón de flautas. Mientras las probaba, empezó a tocar la línea de ‘Dream State' (es el otro tema del disco del que fue parte). Cuando la escuchamos, dijimos: ‘Hagamos algo con eso’”.

Estos 13 tracks, sustanciosos y volubles, se debaten entre el duelo y la reciente paternidad. El disco comienza con “Leasnu”, oración en ge’ez (lengua de la iglesia ortodoxa etíope), y acaba con "Prologue", reinvención breakbeat free jazzera de la pieza de Astor Piazzolla. Aunque no es la única revisita a cancionero ajeno que hace el saxofonista: también se atrevió a rehacer “Computer Love”. Si la original del grupo Zapp remoja el funk en sexo explícito, esta nueva tesitura apuesta por una sensualidad de terciopelo. De la terna, fue el tema del tanguero argentino el que tuvo video. “Soñé con escuchar mi música y ver a la gente bailar a un alto nivel, y de eso se trata ‘Prologue’: de ver lo que esta música puede lograr”, dice. “Lo mejor fue que varios de los bailarines que usamos solían bailar con mi tía Lula”.

-¿Estás de acuerdo con que éste es tu álbum más bailable?

-Estoy de acuerdo, siempre y cuando esa idea del baile se refiera a la danza. Crecí rodeado de bailarines, mi tía es bailarina. Así que esa conexión entre la música y su capacidad de transportar al ser humano a un lugar donde está tan envuelto por el hecho musical que simplemente empieza a moverse, para mí es algo hermoso. La danza es una parte hermosa de la experiencia humana y este álbum pretende rendir homenaje a ese imaginario.

-¿Sentís que se malinterpretó el trasfondo del álbum? Incluso, existen opiniones encontradas sobre tu decisión de invitar a cantantes.

-Bueno, cada uno tendrá su opinión. Me encantan las partes vocales del disco y no las separaría de la sensación de una misma unidad. Es como si la voz humana fuera un instrumento, al igual que el saxofón. Cuando aparecen esas partes, se añade otra capa a la música. Y todas están relacionadas conmigo.

-Para los talibanes del género, tu álbum The Epic sigue siendo considerado el mejor álbum de jazz del siglo XXI. ¿Te afectan ese tipo de sentencias?

-Hay tanta música hermosa hecha por tanta gente diferente que sólo por esa razón le estoy agradecido al público que se conmovió con The Epic (es el primer disco que publicó con un sello, en 2015). Fue una gran bendición para mí que la gente escuchara mi música y la apreciara, cambió el curso de mi vida de manera significativa. La música siempre es complicada porque cada persona tiene algo diferente para aportar. Me encantan tantos álbumes y decir que uno es el mejor… No sé. ¿Y qué pasa con los demás?

-Decís que jazzeros como John Coltrane y Gerald Wilson cambiaron tu vida para siempre, pero cuando soleás esos arrebatos experimentales con el saxo evocás a Pharoah Sanders.

-El primer recital al que fui en mi vida fue uno de Pharoah Sanders, a los 9 años. Me encantaron su sonido y el espíritu de su música. Tocaba con tanto corazón y tanta alma, y ​​se siente como si hubiera estado conectado a una fuerza superior en el cosmos. Estoy agradecido de que haya existido y le haya dado tanta belleza a la música.

-¿Cómo pensás el diálogo entre el formato cancionero y la improvisación?

-La improvisación es similar a cuando escribís una canción: te sentás y buscás inspiración en ese momento. Luego la escribís, la grabás o la tocás, intentando que sea perfecta. La improvisación es lo más parecido a dejar la puerta abierta. Nunca la cerramos. Incluso dentro de una composición que ya has escrito, dejás la puerta abierta para escribir otra canción. Es como un bucle infinito. Eso es parte de la cultura musical de la que vengo: es una cultura en la que la música es libre y al mismo tiempo tenés el control. Ése es el equilibrio.

-¿Cuál es tu idea del groove?

-Para mí el groove es como estar en sincronía. Cuando la música tiene groove es porque los músicos la escuchan casi a escala microscópica. El groove es como si la gente pensara en "uno, dos, tres", pero en ese "uno, dos, tres, cuatro" hay millones de pequeños ritmos. Cuando estás en el groove, es cuando todos están en el mismo microrritmo juntos. Esa unión crea un impulso y eso es lo que a nosotros, como oyentes, nos hace sentir. La música nos lleva a algún lugar porque se mueve junta. El groove se puede manifestar de muchas maneras diferentes. Dependiendo de dónde pongas esos pequeños micro ritmos, cambian las emociones de la música. Y por eso a la gente que está realmente en el groove le gusta tocar simple, porque así puede concentrarse en esos pequeños detalles que realmente hacen que el groove suceda.

-¿No creés que luego de la pandemia se produjo como un auge del groove?

-Creo que el groove siempre está en la música, nunca pasa de moda. Algunas cosas pueden tener altibajos, pero un buen ritmo se debe a algo en la música, a que tiene el poder de dominarnos y guiarnos. Gran parte de la humanidad intenta controlar el mundo y nuestras circunstancias, y queremos poder dictarlo todo y decidir cuándo las cosas van a ir unas con otras. Hay algo en el poder de la música, especialmente cuando está en un ritmo, que nos domina y nos permite relajarnos por un momento. Nuestras mentes obtienen casi un momento de descanso. No de sueño, sino de un tipo diferente de descanso.

-Ahora que hablás de control, Trump cerró la Corporación para la Radiodifusión Pública, de cuyos fondos dependía la NPR. Eso puso en vilo al Tiny Desk, donde actuaste el año pasado. ¿Qué opinás de lo que sucede en tu país?

 

-Me parece horrible. Trump está lastimando a la gente y está intentando distraernos para poder robar dinero, tomar el poder y hacer cosas por sí mismo, como lo que pasó con la NPR (se trata de la red de radio pública de los Estados Unidos). Me entristece mucho cuando él ataca a la música y al arte, ni hablar de la salud pública. Sin embargo, creo que la buena voluntad siempre prevalecerá, incluso cuando la gente está confundida. A veces es difícil encontrar la esperanza, pero todavía existe. Por eso nunca pierdo la inspiración.