El asunto fue que estábamos en el banco, esperando en silencio, cada cual su turno. Es raro el silencio adentro del banco. Es parecido al silencio del ascensor. La gente casi no se mira y en este caso mira la pantalla y confirma con el papelito que tiene en la mano, que todavía falta un montón. A lo sumo alguno bufa, pero sin complicidad de nadie, no sea que se encienda una chispa. Todos sabemos que la publicidad de la atención del banco es directamente proporcional a la publicidad de la hamburguesa comparada con el tamaño de la hamburguesa.
Bueno, en eso estábamos cuando de la parte de adelante, donde están los cajeros automáticos, una voz de un hombre arrancó a los gritos: “¡me tienen las pelotas llenas! Llevo quince minutos peleando con esta maquinita de mierda que no acepta los billetes ¡quince minutos! más la fila de mierda. No puede ser esto. ¡Al final le pago al banco y yo tengo que venir acá a trabajar¡? ¡carajo! Yo no soy bancario. ¿Ahora resulta que el banco ahorra sueldos sobre mi tiempo? Ellos ahorran sueldos porque yo vengo a trabajar atendiéndome solo ¡mira que lindo!” y por ahí fue hasta que llegó un empleado a decir que lo podía ayudar y el tipo siguió a las puteadas que no quería nada. Solo hablar con el gerente y armó tal pelotera que comenzó a sumar adeptos, porque encima era un hombre muy viejo y se agitaba.
Finamente llegó el gerente y llevó al hombre a la caja a que haga su depósito, y los que estaban frente a las máquinas fueron a la misma caja y el gerente no tuvo mas remedio que aceptar. No hizo falta que lo amenazaran. La amenaza estaba implícita.
Esto es la modernidad que nos consiguen vender todo el tiempo desde hace años. Comenzó hace algún tiempo con el self-made, el auto service y como era “lo nuevo” allá fue la gente sintiendo que no puede uno quedarse fuera de la evolución. Una enorme tarea de marketing que te dice cuál es tu perfume y cuáles tus pecados capitales. Así dejaron de salir a comprar y todo es delivery, así dejaron de hablar con el mozo del bar que ya no te trae la carta, sino que te muestra el QR done uno teclea y él o la que atiende teclea a tu lado y el de la caja teclea y si preguntás qué lleva ese plato te miran revoleando los ojos como si le preguntaras que marca de preservativo usa.
Y de golpe todo es un eterno presente a una velocidad que la pobre gente anda sin pensar y sin siquiera saber el por qué de tanta cosa complicada a la que simplemente se acostumbra, así como nos acostumbramos a que si tu deposito en el banco es menos de cien o doscientos mil pesos, nadie te atiende, tenés que pelear solo con la maquinita.
Esta modernidad a la que aparentemente no hay como escaparle es tan veloz que parece que estamos condenados a seguir. Renegando, pero seguir porque siempre hay algo más nuevo y mas complicado que lo anterior, pero esta vez, si, es LA solución. Es como un paralelo de las cremas para la juventud eterna de la piel. Es tal la ansiedad que genera y la velocidad a la que lo hace, que pareciera que solo queda mirar para adelante y comprar la próxima.
Así, de esta misma forma, con este mismo comportamiento (porque el final uno es uno para todo) llegamos a este catastrófico momento histórico del país. Porque es cierto que las urgencias pasan y las cagadas quedan. Y ahí están. Y ahí estamos. Atendiéndonos solos. Con ideas estrambóticas y la ansiedad de lo nuevo, donde todo es un eterno presente donde la frase “lo viejo funciona” fue, infelizmente, una moda que no llegó a calar en el comportamiento.
El viejo salió del banco entre aplausos y le dijo al gerente “míreme bien y no se olvide de mi cara. Nunca más voy a esas maquinitas de mierda que me hacen subir la presión ¿entendió? Yo no trabajo en este banco. Ese su trabajo, no el mío. Si la gente es tonta y lo acepta, allá ellos. Yo no. Ustedes ahorran plata sobre el trabajo y el tiempo de la gente. Basta para mí”. Y salió caminando casi erguido acomodándose la gorra y moviendo los hombros de forma circular. Alguna gente se quedó hablando y cayó en la cuenta de que incluso en muchos lugares de comida te recibe una pantalla donde tardás media vida hasta que entendés como hacer para pedir una hamburguesa con queso o uno de los nuevos treinta y seis tipos de café.
Es tanta la nueva información que abruma y el automatismo en la aceptación gana y se lleva todo puesto. Aceptamos los cajeros automáticos con la idea de que ahora es así. Aceptamos las pantallas infames porque así es ahora. Buscamos como hacer para que el celular nos muestre el menú del lugar donde estamos sentados porque lo pusieron de ese modo. Vemos como cada miércoles les parten la cabeza a los jubilados porque así están las cosas. Vemos como la policía derrumba a una chica en silla de ruedas y pensamos que barbaridad lo caro que llego el internet pero bueno que le vamos a hacer.
En esta parte del texto, dudo si decir “esto somos como sociedad” o “a esto nos llevaron como sociedad” lo que sé es que acá estamos, jugando en una cancha inclinada, con los ojos vendados y las orejas llenas de ruido llegando al final del día muertos de agotamiento y sin conseguir dormir como quisiéramos. Nos propusieron un juego cruel donde aceptamos las reglas antiguas y conocidas y el contrincante que la mayoría de la sociedad eligió para este partido, las ignora.
Perdón por cortar el tema, pero me acaba de llegar un llamado de teléfono que me recordó que el domingo hay elecciones en nuestra provincia. Igual todos nos hacemos las mismas preguntas y nos respondemos lo mismo: “y… habrá que ver”.