Horacio Rodríguez Larreta designó a un nuevo jefe en la Policía de la Ciudad, Carlos Arturo Kevorkian. Lo hizo una semana después de la violenta represión del 18 de diciembre, en un evidente espaldarazo a la fuerza. La jefatura estaba acéfala hacía ocho meses, lo que refuerza la idea por el momento elegido. José Pedro Potocar había sido desplazado del máximo cargo a fines de abril, acusado de integrar una asociación ilícita. Su sucesor llegará a la conducción después de haber pasado por la Federal y la Metropolitana y siempre que cumpla una serie de requisitos que establece la ley 5688 o de Seguridad Pública.

El nombramiento tiene que aparecer en el boletín oficial y la página web del gobierno porteño durante diez días hábiles, período después del cual pueden presentarse impugnaciones a su candidatura. En su caso es muy probable que las haya, según pudo averiguar PáginaI12. Están evaluando esa posibilidad organismos de derechos humanos. El ex subjefe de policía fue señalado como uno de los responsables del crimen de Fernando Blanco, un hincha de Defensores de Belgrano, en junio de 2005. Comandaba el operativo en que el joven de 17 años murió apaleado por la Federal tras un partido en el estadio de Huracán. Angel Blanco, el padre de la víctima, le recordó a PáginaI12: “Fue un homicidio, la causa se cerró y nosotros seguimos rogando por justicia”. 

Kevorkian se inició en la Policía Federal donde perteneció al grupo de oficiales más cercano a José el Fino Palacios. Aquel 27 de junio del 2005, el comisario inspector tenía a su cargo la Circunscripción IV donde se encuentra la seccional 28ª de Parque Patricios. La muerte de Blanco ocurrida dos días después de un partido entre Chacarita y Defensores de Belgrano lo dejó expuesto a acusaciones en la Justicia y se le abrió un sumario policial. En ambas instancias nunca quedó comprometido según sostiene ahora el padre de Blanco: “Solo fueron procesados un par de policías de menor jerarquía, todo quedó reducido a ellos dos. Mi hijo todavía sigue enterrado en la Chacarita y nunca hubo justicia, lo que demuestra que es imposible luchar contra el poder. Hasta el abogado que nosotros teníamos como familia, Juan Carlos Pinto, falleció el año pasado”.

La versión oficial de la Federal sobre el hecho fue que el joven se había arrojado de una camioneta de detenidos. Las unidades de traslado de ese tipo se abren o se cierran desde afuera, lo que constaba en el expediente y desbarataba la versión de la fuerza. Un video que se difundió en aquel momento permitió saber que a Blanco lo habían tomado de los pelos, le dieron varios golpes –uno de ellos con una manopla– y dos días después de la represión policial a los hinchas falleció en un hospital. Los únicos acusados formalmente fueron el agente Marcos Lagoria y un cabo 1° que separó de sus cargos el ministro del Interior de aquel momento, Aníbal Fernández. Ambos revistaban en la 44ª. 

Doce años después, el padre de Blanco responsabiliza a Fernández y al entonces jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. “Kevorkian fue salvado por el ex ministro y el actual presidente lo designó como superintendente en la Metropolitana tiempo después. Si el actual jefe de la Policía de la Ciudad tuviera un mínimo sentimiento de justicia debería haber declarado lo que sabía, porque lo de mi hijo fue un homicidio”.

El 10 de junio de 2009, por resolución 631 del ministro de Justicia y Seguridad porteño, Guillermo Montenegro, se lo designó al frente de la Metropolitana. Habían pasado cuatro años de la muerte de Blanco y en la causa penal 32.902/5, caratulada “Lagoria Mario sobre homicidio culposo y evasión”, Kevorkian y su colega el comisario Fernando Gabela –los dos responsables del operativo– ni siquiera fueron imputados.

A Kevorkian lo acompañará desde la vicejefatura de la Policía de la Ciudad el comisario Gabriel Oscar Berard, exsuperintendente de Operaciones. Se trata de uno de los oficiales que condujo el operativo represivo en el Congreso cuando se aprobó la reforma previsional y decenas de miles de manifestantes terminaron gaseados, apaleados y con heridas de gravedad: hubo cuatro personas que perdieron un ojo. En ese contexto, Rodríguez Larreta se tomó su tiempo para nombrar al reemplazante de Potocar: “No había apuro por nombrar un nuevo jefe. Teníamos que probar la capacidad de la gente laburando, ver si no había objeciones”, declaró.

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