La ciudad vidriera de la Argentina pujante, la que desde hace décadas recibe a los sectores medios y bajos que logran salir de vacaciones es como una de esas mesas testigo que se usan para anticipar el resultado de las elecciones. Es el termómetro social argentino, un sensor del desarrollo social. Y nunca le erra en lo que proyecta, porque late al compás del mercado interno. Cuando la temporada viene mala es porque los sectores populares no pueden vacacionar, y, si además, el dólar está planchado, la clase media se va a países limítrofes y los medios altos cruzan el charco para hacer el viaje de sus vidas. En definitiva, los dólares vuelan hacia otras tierras. El círculo vicioso se cristaliza, no logramos “pasar el invierno” y toda la actividad económica de Mar del Plata cruje. Incluidas la industria textil, la pesquera y la de la construcción. Y así vamos volviendo al podio del desempleo nacional peleando con algún otro lugar la triste medalla dorada.
Ya no se trata de un presentimiento, sino una constatación que viene luego de dos magras temporadas veraniegas, y de unas recientemente desastrosas vacaciones de invierno. Cualquiera con un poco de sensibilidad social que camina las calles marplatenses del centro y las de los arrabales puede dar cuenta de ello. Uno se tienta de parafrasear el dicho mexicano: “Pobrecita Mar del Plata, tan lejos de Dios y tan cerca de CABA y del Gran Buenos Aires”.
“Triste, solitario y final”, dijo alguien posteando la patética foto del cierre de campaña mileísta en Moreno, refiriéndose al futuro ex intendente de Gral. Pueyrredon, que aparecía como ladero del desquiciado mayor. Me permito disentir. Porque seguramente Montenegro estará más contento que triste, poniéndole fin al suplicio de seis años “administrando” una ciudad a la cual solo volvió para postularse luego de ser derrotado en San Isidro, y donde según cuentan las malas lenguas, nunca dejó residiendo allí varios días de la semana. No tan solitario tampoco, porque se va en yunta aferrado a su nuevo destino como legislador provincial, o como futuro ministro. Y nada final, aunque se sume a un gobierno nacional que inicia la rodada cuesta abajo. Probablemente, el también ex juez que olvidó principios elementales del derecho y que supo ser represor de internos y trabajadores del Hospital Borda se recicle, volviendo a la ideología que mamó cuando vivía adentro de la Base Naval de Mar del Plata en plena dictadura como hijo de un oficial de la Marina. Y además, tendremos que aceptar que ha ganado las elecciones en la Quinta Sección.
Lo cierto es que el otrora pollo de Macri se va dos años antes de culminar el mandato para el que fue elegido, como un pollito más en fuga de aquella película infantil que vimos alguna vez con nuestros hijos. Pero en verdad el futuro ex intendente no es pollo ni pollito de nadie más que de sí mismo, un auténtico “self made animal”. Mientras tanto, no faltan aquellos que festejan cantando “se va, se va y nunca volverá”. Los marplatenses estan seguros de que no volverá a residir en La Feliz, como ya ocurrió con el ex intendente Russak hace más de treinta años atrás. Solo resta saber si alguna vez vendrá de vacaciones o a saludar a alguno de sus socios. Varios, incluso, dudan de esto último.
Pero lo auténticamente triste es que nos deja una ciudad abandonada y achicada. Mar del Plata languidece luego de diez años de gobiernos de derecha, no hemos mejorado en ningún indicador que se precie. Y mucho menos en los barrios, sea en la salud con los Centros de Atención Primaria y el CEMA vaciados, sea en la educación municipal que ya no es el orgullo que supo ser o sea en el desmantelamiento de la policía municipal, reemplazada por una cruel patrulla que persigue a trapitos y a gente en situación de calle, cuyo patético jefe ha sido premiado como candidato a concejal. Sin ir más lejos, ayer a la tarde quise ir a la Biblioteca Municipal Leopoldo Marechal, en pleno centro de la ciudad, y resulta que solo está abierta de 9 a 14:45 hs, reducido horario en consonancia con la desaparición de la Secretaría de Cultura Municipal hace dos años. Y ni hablar del deteriorado estadio José María Minella, recientemente concesionado en un vergonzoso pliego de condiciones, que lució vacío en el último Aldosivi-Boca por tener las tribunas populares no habilitadas.
Montenegro no ha construido una sola obra en estos años. Eso sí, ha impulsado emprendimientos gastronómicos en plazas públicas céntricas y en una reserva forestal contigua a un ex centro clandestino de detención, y emprendimientos inmobiliarios a partir de polémicas excepciones al Código de Ordenamiento Territorial en el Concejo Deliberante por la mayoría automática que él controla -con la UCR incluida-, con un fuerte impacto ambiental negativo, y a partir de inversiones de dudosa procedencia en el barrio Stella Maris y en las codiciadas playas del sur del partido, entre otros lugares.
Lo hicieron otra vez. Hay un “deja vu” dosmilyunesco que nos sobrevuela, los que peinamos canas tenemos la certera impresión de que “esto ya lo hemos vivido”. Según la carta orgánica municipal, a Montenegro lo sucederá el primer concejal de su lista. Un tal Agustín Neme, a quien los marplatenses no le conocen ni siquiera el rostro, cuyo proyecto principal ha sido proponer la enseñanza de “matemática financiera” en las escuelas primarias municipales y que cuenta con un capital político menor que el que le quedó al anterior intendente que se llamó Carlos Arroyo, a quien nadie recuerda. Mucho menos quienes lo votaron en el 2015, iniciando el declive marplatense.
Pero esto no sería nada si no estuviera ocurriendo un verdadero tembladeral político. La UCR local, otrora gran socia de Arroyo y Montenegro de la mano del senador nacional Maxi Abad se recicló yendo por separado en lista corta, por fuera de la UCR provincial. A su vez, La Libertad Avanza deglutió al PRO ganando la elección con claridad, pero al mismo tiempo abriendo un escenario de disputa interna. Por su lado, el peronismo y aliados fueron en dos listas a nivel local que salieron empatadas. La que propuso Fernanda Raverta desde Fuerza Patria encabezando la sección como senadora provincial y la de Gustavo Pulti también en lista corta con Acción Marplatense-Movimiento Derecho al Futuro, volviendo a convertirse en un actor político insoslayable.
Nadie tiene la vaca atada. Habrá un escenario impredecible a partir del 10 de diciembre, cuando se configure el nuevo Concejo. Con el trasfondo de un futuro ex intendente que se va, un ex intendente con doble mandato cumplido que pretende volver (esta vez en una versión peronista kicillofista más que vecinal) y un ignoto nuevo intendente que deberá asumir sin legitimidad popular. Con bloques políticos en reformulación, en medio de una crisis social y económica galopante que nadie puede ya disimular. Salvando las distancias, una situación abierta como la que terminó llevando a Néstor Kirchner a la presidencia.
Quizás la fuga del pollito Montenegro signifique una nueva oportunidad, como cuentan que dicen los chinos sobre las crisis. ¿Habrá un barajar y dar de nuevo para los que verdaderamente queremos a Mar del Plata y a Batán?