Un mundo nuevo es algo que suele convocar a la esperanza, a la visión de una página en blanco, un comienzo desde cero. “Algo positivo, como la nueva era de la que se hablaba en los años ’60”, apunta Arnaldo Antunes. Por eso cuando suena “Novo mundo”, que abre y bautiza su último disco, ante el oyente desprevenido llega la sorpresa. “Porque es una canción que en realidad habla del fin del mundo”, sonríe Arnaldo, resignado, asomado a la pantalla desde su hogar en San Pablo, refiriéndose a un tema que comienza anunciando: "Cada vez más plástico y menos agua/ cada vez más cáscara y menos substancia/ el veneno apenas fortalece la plaga/ y el barco de la locura avanza sin freno/ el pasado ya no trae aprendizaje/ y el futuro se convirtió en una amenaza".
“Es una crónica de lo que estamos experimentando actualmente, este mundo distópico en el que vivimos, en el que estamos asistiendo al regreso de fuerzas primitivas como reacción a las libertadas conquistadas”, explica Antunes, al tiempo que recuerda la famosa frase de Gramsci, que habla de que mientras el mundo viejo muere y el nuevo aún no nace, en ese claroscuro surgen monstruos. “Estamos ante esos monstruos: creo que Bolsonaro, Trump o Milei representan a ese mundo antiguo que está por caer, pero mientras tanto consiguen un retroceso terrible porque, por ejemplo, no tendremos otra chance una vez que lleguemos a un punto irreversible de la crisis ambiental”.
Son monstruosidades que se pueden rastrear hasta su anterior disco de estudio con temas nuevos, O real resiste (2020), bautizado por una canción compuesta ante el impacto de la victoria de Bolsonaro en las elecciones de 2018: su letra enumera todo lo que no es –o no debería ser– posible en este mundo. “No podía comprender lo que estaba sucediendo, que una gran parte de la población sea fascista. Entonces escribí que la xenofobia o el terraplanismo eran como brujas, zombis o vampiros. Algo que no es real. Fue una reacción ante la perplejidad por algo que para mí sigue siendo increíble. ¡Es como una pesadilla!”, se queja Arnaldo, y entonces llega el turno del estribillo del tema que le presta su nombre al disco que la próxima semana estará presentando en Buenos Aires: “Bienvenido al nuevo mundo/ que se va a desintegrar en el próximo segundo”.
SEÑALAR UNA SALIDA
Si hay algo que no se desintegra, sino que más bien se agranda cada vez más, es la figura del Titãs y Tribalista, poeta, intérprete y compositor de canciones. En el último tiempo, de hecho, Arnaldo Antunes parece haber repasado y puesto al día todos sus antecedentes: además de haber participado de un nuevo trabajo de Tribalistas –el fenómeno musical que protagoniza junto a sus compinches Marisa Monte y Carlinhos Brown– después de haber dicho una y otra vez que no habría otro disco más que el original, también ha salido de gira con Titãs, una de las bandas esenciales del rock brasileño de los ’80, con la que se hizo un nombre pero de la que no forma parte hace ya más de tres décadas. Fue justamente, cuenta, el haber rockeado con su viejo grupo lo que terminó de empujarlo –después de una época serena, con un último disco minimalista, Lágrimas no mar (2021), acompañado solo por piano– a buscar un nuevo sonido de banda, más pesado, mas bailable. “De performance más activa en el escenario”, agrega.
“Quería hacer un disco con banda, sí, pero de alguna forma también hacer algo nuevo para mí”, agrega. Su propio “nuevo mundo”, o sea. La renovación llegó, por un lado, con la convocatoria inicial de Pupillo Olivera, que asomó en los ’90 como baterista del grupo pernambucano Nação Zumbi pero que enseguida se fue revelando como productor, responsable de los últimos discos de Erasmo Carlos, Gal Costa y Nando Reis, entre otros. “Es un original”, lo retrata Arnaldo. “Un inventor de soluciones muy especial”. El siguiente estabón fue la incorporación del guitarrista Dinucci (“Un talento absurdo”), que se sumó a Vitor Araújo, que durante tres años acompañó a Antunes al piano, pero lo sorprendió al pasar a los sintetizadores para este nuevo sonido. La banda se completó con su viejo colaborador Betão Aguiar en bajo, y todos juntos terminaron de dar forma a un sonido diferente –celebra– a todos sus anteriores discos grupales como solista. “Es un repertorio que no tiene muchas variaciones de acordes, sino más bien líneas melódicas que van creando contrapuntos y tejiendo texturas”, resume. “Algo que me motivó mucho”.
Pero el punto de partida fundamental para todos estos cambios fueron las nuevas canciones que iban apareciendo, hasta completar un repertorio que no sólo se planta ante el estado actual de las cosas. “En este tiempo hostil que estamos viviendo creo que hay dos reacciones posibles. Por un lado, es importante tener conciencia de lo que está ocurriendo. Pero también hay que cultivar las cosas positivas en las que aún creemos y consideramos importantes: la solidaridad, la gentileza, la posibilidad de comprender la diversidad. El disco se presenta también de esta forma, y por eso tiene también un rostro amoroso. Porque es necesario señalar alguna salida”.
ENTENDER TODO Y NADA
Un compositor como Arnaldo se define también por sus colaboraciones, y Novo mundo es un disco que se completa con sus invitados. Por ejemplo, para su rostro contestatario, es ideal la presencia del bahiano Vandal, pionero del drill y el grime en Brasil. “Escribió unos versos perfectos para agregar al tema principal del disco, y canta quebrando la voz, como yo solía hacerlo en mis comienzos en Titãs”, cuenta. “Entendió todo”. Otro rostro nuevo es el de Ana Frango Elétrico, con la que hace un dueto en “Pra não falar mal”. “Es un tema en el que los versos se enciman, así que hacía falta otra voz. Y la suya tiene un encanto especial”. Un tema que también es del lado decididamente amoroso del nuevo trabajo lo vuelve a reunir con Marisa Monte. El delicioso “Sou só” está cantado desde el punto de vista del Astro Rey, y su voz está encarnada por las voces de ambos al unísono, un sonido rapidamente reconocible y que para Arnaldo ya está en el inconciente colectivo. “Lo compusimos hace poco, y quise grabarlo enseguida”, cuenta, y es inevitable preguntarle si eso significa que hay más canciones. “Muchas no, pero hay”, contesta. “Cada tanto nos juntamos con ella o con Carlinhos, y también los tres juntos. Porque siempre estamos componiendo temas nuevos. Es un ejercicio de creación al que nos acostumbramos”.
Sin dudas el invitado principal de Novo mundo es David Byrne, que participa no de un tema sino de dos. “Le mande dos ideas para que eligiese una, y terminamos grabando ambas”, revela Arnaldo, que hace tanto que conoce al líder de los Talking Heads (Byrne incluso prologó una antología de sus letras editada en España), que resulta difícil de creer que esta sea su primera colaboración en un disco. “Stop Making Sense es una película que me volvió loco. Y él es un fanático de la música brasileña, y ya había grabado tanto con Marisa como con Tom Zé. Así que me atreví a invitarlo, y fue muy receptivo: estuvimos un año mandandonos mails hasta completar los dos temas”.
Pero la colaboración más especial del disco es la que Antunes realiza de manera póstuma con una leyenda como Erasmo Carlos, que murió en 2022. “Nos conocimos unos quince años atrás, más o menos, cuando yo saqué mi disco Iê iê iê, y al mismo tiempo él sacó uno llamado Rock’n’roll. Algo que me pareció increíble porque yo empecé en el rock y sus comienzos fueron justamente con el iê iê iê”, cuenta. “Así que lo llamé para invitarlo a la presentación de mi disco, y nos hicimos amigos. Cada tanto me mandaba una melodía, y yo le hacía una letra. Pero esta es la primera vez que le pongo música a una letra suya, que me hizo llegar su hijo. En ella habla de su madre, un tema recurrente en sus canciones. De hecho, cuando lo invité a la presentación de Iê iê iê, que quedó grabada en el disco Ao vivo lá em casa, hicimos ‘Sou uma criança, não entendo nada’, una canción en la que también menciona a su madre”.
MATAR LAS SAUDADES
Tan contento quedó Arnaldo con su sonido actual, que otras canciones de su repertorio histórico terminaron adaptadas al show de su nueva banda, que para las giras mantiene a Dinucci y Araújo, sin Pupillo. “Algunas las veníamos tocando, pero los nuevos pidieron especialmente por algún tema de mis primeros discos solistas”, se ríe. “Así que hacemos ‘Cultura’ de Nome, y ‘Fora de si’ de Ninguém”. Un repaso por la lista del show que realizará el jueves 2 de octubre en Deseo Club permite asegurar que dejará contento a sus fans, ya que incluye tanto clásicos propios como “A casa é sua” o “Socorro”, así como exitazos de Tribalistas: “Já sei namorar” y “Passe em casa”. Y ya que volvió al ruedo con Titãs, no pueden faltar temas como el inmortal “Comida” (de Jesus não tem dentes no país dos banguelas, 1987) y el poético “O pulso” (de O blesq blom, 1989).
“Realmente no esperaba volver con Titãs”, confiesa Antunes. “Ya había vuelto a tocar con ellos, pero sólo como invitado en algunos temas. Esta vez me propusieron sumarme a toda una gira, como en los viejos tiempos, tocando el repertorio de aquella época. Fue una forma de rescatar nuestro legado y también de, no se cómo se dirá en castellano, matar las saudades de mis amigos, de toda una vida. Y también del público que quería vernos juntos: fue algo adorable escucharlos corear aquellas canciones”
–¿Fue un ejercicio de nostalgia o te parecieron actuales?
–Increíblemente me sonaron muy actuales, e incluso asustadoramente actuales. Porque muchas de aquellas canciones son críticas de un estado de cosas que podemos constatar que, después de tanto tiempo, aún están sucediendo.
–Por entonces la respuesta a semejante estado de cosas era el punk o el dark, así que lo lógico sería volver a eso, pero sin embargo tu disco nuevo demuestra otros caminos...
--Es que las cosas pueden retroceder en la historia, y lo que estamos viviendo es la amenaza de un estado autoritario como tuvimos en Brasil en los ’60 o ’70. Pero la manera de reaccionar siempre debe cambiar, porque el artista quiere siempre encontrar una nueva solución. Sino las cosas no tienen gracia, ni para el artista ni para la audiencia. No tiene gracia para nadie.
Arnaldo Antunes toca el jueves 2 de octubre en Deseo Club, Av. Chorroarín 1040. A las 20.