Viajar con alegría. ¿Cómo se me habrá ocurrido un slogan tan brillante? Ayer lo vi por canal 4 y yo mismo quedé impresionado. Hay que reconocer que eso lo aprendimos de los yanquis. Convencer a la gente de que si compra lo que le estamos ofreciendo, se sentirá inconmensurablemente feliz. Sólo en la política internacional abandonaron esa regla de oro, y a lo mejor es por eso que nadie los puede tragar. En vez de ofrecer la democracia con el mismo sistema que emplean, por ejemplo, para vender un Impala, o sea bombardearnos con un estribillo que podría ser: Si quiere vivir en estado de gracia afíliese hoy mismo a la democracia; en vez de convencernos de lo felices que seríamos si fuéramos todos demócratas, eligen otro sistema mucho menos eficaz: el sistema del terror. Terror a las huelgas, terror al comunismo, terror a la reforma agraria. El comunismo como Gran Cuco. No me extrañaría nada que en un próximo número de Selecciones empezara una campaña de terror contra Juan XXIII o consagrara a Hitler su sección Mi Personaje Inolvidable. En materia de sospechas, no hay límites. No me extrañaría que Mao considerara a Nikita como el más astuto de todos los católicos. Una pregunta que me hace cosquillas: ¿qué fuerzas se enfrentarán en la próxima guerra fría, tibia o caliente? ¿Estados Unidos- Rusia versus China- Japón? Quizá. Pero puede haber otras combinaciones. La única alianza que me parece segura es la de Estados Unidos y Rusia, pero en el otro extremo pueden estar China y Francia, o China e Inglaterra. También podría ser Estados Unidos- Rusia versus Alemania- Japón. Después de todo no resulta tan descabellado. Ya pasó una vez, claro. Con razón me sonaba a cosa conocida. Yo digo entonces: si toda una nación, una grande y tremenda nación, halla dificultades insalvables para ser coherente consigo misma, para obedecer a su propia historia, para seguir la línea que ella misma se ha trazado, ¿cómo puedo pretender yo, insignificante laucha de una ratonera de undécima categoría, ¿cómo puedo pretender ser coherente conmigo mismo, obedecer a mi propia historia, seguir la línea que yo mismo me he trazado? Y eso, en el caso de que me haya trazado alguna línea, cosa de la que yo mismo aún no estoy muy seguro. Porque decir, por ejemplo, no voy a meterme en negocios sucios, o no voy a robar, o no voy a matar, o no voy a comer carne, eso no significa trazarse una línea, sino simplemente evitar una conducta. Una monja, por ejemplo, o un gánster, ésa es gente que se traza una línea, gente que elige un destino. Dios es la ametralladora de la monja. La ametralladora es el dios del gánster. Pero no debe haber muchos casos más. Al periodista, por ejemplo, lo vapulean las noticias, lo vapulea el director, lo vapulean los intereses ajenos. ¿Cómo va a tener tiempo para trazarse una línea? Al empleado público, por ejemplo, lo adormece la rutina, lo adormecen los cuentos verdes, lo adormece la quiniela, para trazarse una línea, tendría que estar despierto, grave inconveniente. Al obrero, por ejemplo, la inseguridad económica lo mantiene tieso, las huelgas lo hacen vociferar, los patrones le dan asco; para trazarse una línea tendría que mantenerse lúcido y sereno, un imposible. Al capitalista, por ejemplo, lo hipnotizan las cifras, la fluctuación de la moneda le trae úlceras, lo aterroriza la marea social; para trazar una línea tendría que no prenderse a su plata con uñas y con dientes, otro imposible. A mí, por ejemplo, me apaga, me entorpece, la falta de plenitud en el amor, me tortura esta inevitable dependencia del Viejo, me pesca la fiebre uterina de Mrs. Ransom y me hace funcionar como a un robot; para trazarme una línea tendría que poseer cierto impulso heroico, del que carezco. ¿Será cierto que los héroes tienen miedo? En ese caso, tal vez yo pudiera ser héroe; porque miedo, tengo.    

Fragmento de la novela Gracias por el fuego, que por estos días Alfaguara relanzó en un plan de publicación de todos los libros de Mario Benedetti. Además de esta novela de 1969, considerada una de sus obras más logradas acerca de la relación entre un hijo y su padre, el ilustre caudillo del Uruguay Edmundo Budiño, en simultáneo se dan a conocer: Quién de nosotros, La tregua, Antología poética (selección y prólogo de Joan Manuel serrat) y los Cuentos completos, entre otros títulos.