La Mary está divorciada y debe cargar con todo. Ha obtenido el beneficio de la AUH que ahora pretenden dar de baja. Está sola en la emergencia: una de sus chicas se ha cortado el dedo y ella la asiste con una sonrisa fija que contiene algo del pavor de que se desangre, pero parece no ser nada.
“Es un vidriecito, nena”, la tranquiliza comprendiendo que no puede encontrar la causante de tanta desmesura por esa sangre en el piso de baldosas, mientras que la más chica pide de comer y caca a la vez, y además suena al teléfono y Mary no llega ni a una cosa ni a otra y larga un gemido imperceptible para que la más chica pare de pedir y a la vez la más grande no se asuste. Un ronquido de hembra con cría que anuncia que no hay nada que temer pero que hay que apurarse y no hay nada que pedir y dejarse de joder un rato que no pasa nada. La sangre no es mucha y el celular que se mueve como un cascarudo a su lado detenta el número del novio cableador a quien atiende explicando y quien entiende todo, porque está a la vuelta colgado de las alturas pero se hará un rato para llegarse hasta ahí, donde ocurre el desangradero y ya está llegando como venido del cielo literalmente, va al baño, se enjuaga, toma una venda limpia, la apoya en la herida y aprieta fuerte hasta que la más grande dice “¡Ay!” y él la mira como enojado y le habla que en los castillos, así es como se curaba a las novicias del reino por aquello del zapatito de las aspirantes a Cenicienta que como no le entraba hacían tanta fuerza que se lastimaban, momento en que la más chica puede irse con su mama al baño y a su regreso, la Mary sudada como una percherona, ve el cuadro completo: Mario Hugo fumando con la ventana abierta, sentado sobre un peluche gigante dibujándole a la más grande aros con el humo y el guiño señalando con el mentón la piernita envuelta sin una gota de herida visible y puesta a descansar sobre al lomo del Sapo Pepe que la deja estarse en su lomo porque es muuuy bueno, mientras que afuera se desarma otro chaparrón y el tipo avisa por el celu que ya, que no podrá terminar el trabajo a la intemperie y que se lleven todo porque él está en una emergencia. Y vuelve a guiñar el ojo a la Mary, como diciéndole todo está bien, llueve, mejor me quedo porque está viniendo la noche, estamos jugando y de paso me hacés unos chipás como vos sabés. “¡Eh preciosas, vamos a comer!”
Es un tono suave, de clérigo en colonia en peli vieja, de súper héroe en dibujito animado que ha venido del cielo de nubes y cables para salvar a la Princesa que ahora mira a otra princesa por tevé junto a la más chica y la Mary percibe algo así como un cono de felicidad doméstica y se mira en el espejo de la galería viéndose desaliñada pero atrás, por detrás de ella, como un pasado en presente, una familia que vuelve a vivir mientras cae la lluvia en pomponcitos de garúa que pegan sobre los vidrios con levedad de caricia. El mundo ha enloquecido con cifras de batallas todas en contra del humor, el amor y la salud. Ella le ha pedido a su novio el cableador que obstruya esos canales para que las nenas no vean las mortajas palestinas desfilando. “¿Podrás hacerlo? Es por un tiempo, hasta que pase todo… Que en esta casa solo haya dibujitos y pelis de amor”. Las noticias atrasan: Podoroska, reconocida hincha del Canaya, se mete en finales de Roland Garrós; en Villa Gobernador Gálvez la Señora Directora María Teresa Vecchia al frente de la escuela número 124 postea a Videla, un Falcon verde con Cristina, Massa y Kicillof secuestrados, Trump hace esfuerzos para no explotar de odio, maquillado de un colorado tan fuerte como bragueta de ladrillero. El Cableador Mágico mira serio torciendo la bombilla entre la yerba, repasa el fixture de un fútbol cuarteado y se echa vestido sobre la colcha de la cama mayor con un paracetamol entre los dientes.
Hasta que pase todo, ha dicho La Mary, tan cándida y ferviente que le ha dado a él como un ramalazo de ternura. Un fulano de buen corazón que ha perdido su casa en medio de la peste destinándola a su ex pareja y los pibes para que puedan vivir mejor que en el rancho donde estaban. Entonces, con apenas un bolso de la empresa, un sacón, dos camisas, dos calzones, un vaquero y tres remeras, se ha ido mudando y ahora, con lluvia, están todos felices en la caverna, protegidos del dolor, la mala suerte y la peor de las pestes, el espectro con la cara del Sucio, que se aparece en la pantalla. La Mary se jura ventilar la casa por la yeta. Antes de obturar la señal y desenchufarlo de sus vidas el Cableador Mágico siente un placer repentino porque es como si al cegar la línea donde se esfuma ese ser horrendo estuviese cometiendo un crimen sumario por mano propia. La Mary le pregunta por qué se sonríe y él solo atina contestar: “Porque acabo de hacer un poco de justicia popular. Y a cambio recibe un mate calentito. Y el aplauso de las nenas porque la Princesa ha aceptado el casamiento.