“Investigué sobre el trabajo toda la vida”, dice Magalí Flaks, directora de “Crotos libres”, película que tendrá su estreno en el Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires y sigue las caminatas que la agrupación homónima que comenzó en 1983 al costado de las vías que unen Mar del Plata y Miramar. El film recupera la memoria sensorial de esas marchas, que reivindican el ocio creador y la solidaridad obrera, y prolonga una tradición anarquista nacida a comienzos del siglo XX.
Flaks estudió Relaciones del Trabajo con el deseo de defender a los trabajadores. Después de obtener el título, la cineasta terminó trabajando para “la corpo” y, tras años de habitar ese espacio laboral, sufrió un colapso: entendió que no quería pasar la vida encerrada en una oficina. Este germen, que parece una vivencia personal, se repite una y otra vez en las historias que elige investigar.
Decidió dedicarse a lo que verdaderamente le interesaba: la fotografía. Durante más de una década entrevistó a personas con pasatiempos nocturnos, convencida de que “uno se parece más a lo que hace fuera del trabajo que dentro de él”. Así pudo conocer la historia de una mujer que pasaba sus madrugadas en un karaoke, la de otra que se iba a pescar a Costanera Sur, la de una pareja que todas las noches se disponía a la misma actividad: contemplar el cielo. “Seguí investigando sobre el ocio y me crucé en internet con gente que organizaba la caminata del ‘Día Internacional del Ocio’ en Mar del Plata. Decían que eran alérgicos al trabajo. Cuando los conocí sentí que englobaban todo lo que venía investigando: el ocio creador, el trabajo, cuánto de la vida se deja en el trabajo, si vale la pena o no”, explica la realizadora. Así fue como Flaks conoció a Pedro, músico, luthier y uno de los fundadores de la Agrupación Crotos Libres.
En 1983, Pedro y su compañera, Ana, intentaron tomar un tren cultural que iba de Mar del Plata a Miramar de manera gratuita. Como estaba repleto de gente y no consiguieron pasaje, Pedro decidió caminar al costado de la vía, como los crotos. Ese primer día se encontró con dos personas más, las convenció y pasaron a ser cuatro. En la siguiente caminata fueron quince, y así, de boca en boca, el grupo fue creciendo. “En esa feliz jornada completamos 58 km de recorrido solamente cuatro trotamundos, pasando por las estaciones de Chapadmalal y Otamendi, en once horas y media rescatando y recreando la imagen digna del trabajador golondrina”, escribió décadas más tarde Ana en la página web del movimiento.
Al comienzo, organizaban caminatas el primer domingo de cada mes. Para 1996, ya reunían alrededor de cincuenta personas y el fenómeno había tomado fuerza. Ese mismo año se realizó la Cumbre de los Crotos, que implicó una semana de charlas sobre anticonsumismo, la historia de los trabajadores golondrina, el trueque y otros temas de interés.
Después de la crisis de 2001, el movimiento empezó a decaer hasta quedar reducido a un pequeño grupo de amigos. En 2014 se disolvió definitivamente, cuando Ana enfermó y luego falleció. Desde entonces se organizan encuentros y caminatas esporádicas, aunque cada vez con menos participantes: la pandemia también golpeó fuerte y varios se enfermaron. Aun así, algunos siguen presentes a pesar de las complicaciones de salud. Pedro, en cambio, se mantiene vital: a sus 87 años anda en bicicleta, practica natación y, cuando recibe visitas, sorprende con sus chistes y su humor.
Al principio, explica Magalí, Pedro “no quería saber nada” con ella, pero cuando la realizadora fue por segunda y tercera vez a participar de las caminatas, aflojó y le permitió conocer su archivo. Pedro había guardado más de ciento cincuenta videos filmados por él mismo, que retrataban esas caminatas entre Mar del Plata y Miramar, los pastizales junto a las vías del tren, el campo, los años de militancia. “Cuando vi ese material sentí que lo mío, lo que yo venía grabando ahí hacía dos años, no servía, porque entendí que la película estaba en el archivo. Ese material tenía una fuerza, una vitalidad que no tenía nada de lo mío”, explica la realizadora, que junto al montajista Mario Bocchicchio decidió dar un volantazo y poner manos a la obra en el nuevo material.
Aún hoy, después de muchos años de trabajo con esas imágenes y videos, Flaks permanece deslumbrada con lo que encontró en el archivo. “Hay texturas, sonidos, todo lo que sucede en el contacto de ellos con la naturaleza me parecía más interesante. Pensamos cómo decir desde la imagen, desde la temporalidad de los planos. Nos interesaba más producir una experiencia que una bajada de línea”, explica.
El uso cotidiano del término “croto” tiene una historia curiosa. La palabra surge hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, asociada con los trabajadores golondrina y los peones rurales que iban de cosecha en cosecha recorriendo distintas zonas del país. Como no tenían residencia fija, muchas veces dormían al aire libre o en vagones de tren abandonados. José Camilo Crotto, gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1918 y 1921, dispuso que estos trabajadores pudieran instalarse en tierras fiscales cercanas a las vías del tren, y que también pudieran abordar el transporte de forma gratuita para ir a trabajar. A partir de ese momento, a los trabajadores itinerantes que tomaban los trenes gracias a esta medida se las nombró popularmente (y despectivamente) como “crotos”, haciendo referencia al apellido del gobernador.
“Pedro no es un croto en el sentido estricto de la palabra”, señala Flaks, que explica que eso le generó conflicto hasta que comprendió que él era, más bien, un documentalista y un performer, alguien que homenajea con entrega años y años de organización. “Cuando entendimos eso, me liberé de tratar de dar explicaciones. Lo dejamos de costado: guía el relato, pero no está él como personaje que resuelve todo; su presencia es casi una excusa para salir a caminar”, dice la realizadora.
El material de archivo filmado por Pedro incluía, por ejemplo, largas tomas de un colibrí. “Había horas y horas de ese colibrí, y lo dejé en la película porque tiene que ver con lo observacional, con el ocio creador, con caminar, con conectarse con otras cosas que ellos, en su soledad, siguen haciendo”, explica la realizadora, y agrega: “No importa si el mundo se termina: siguen. Es una mini resistencia al sistema. Si sos feliz grabando un pajarito veinte horas, podés hacerlo, y eso es lo que me interesa que se sepa”, concluye.
“Crotos libres”, escrita por Magalí Flaks y Azul Aizenberg, dirigida por Flaks, con la dirección de sonido de Esteban Bellotto Kuzminsky, el montaje de Mario Bocchicchio y la producción ejecutiva de Aizenberg, se realizó íntegramente ad honorem o mediante trabajos de intercambio. La película tendrá su estreno en el FICPBA, con entrada libre y gratuita, el 7 de octubre a las 14 hs en Cinema Paradiso (46 n 780, La Plata).