Todos sabemos lo que es la edad del pavo. Sabemos también que se termina. ¿Viven también los países la edad del pavo? Seguramente sí, en sus orígenes, tiempo de errores fundacionales y de entusiasmo sin freno ni más destino que ir hacia adelante, la mayoría de las veces hasta chocar.

La edad del pavo de los países también se termina. Pero vuelve, casi inevitablemente: regresos a ideas fracasadas y a dogmas que se repiten una y otra vez, como los de achicar el estado para agrandar la nación o el sonsonete de la austeridad.

En nuestros países periféricos es aún peor, porque hemos sido criados bajo la tutela de padres y madres (España, Estados Unidos) que en lugar de educarnos, nos saquearon.

¿Cuál fue nuestra edad del pavo como país? O, para no irnos a la historia profunda, ¿cuál fue nuestra última edad del pavo? Seguro que el gobierno del Turco que lo Reparió, o el del Gran Dormilón. Ambas etapas hicieron enormes méritos: sometimiento internacional, endeudamiento, incapacidad para gestionar, corrupción y, sobre todo, olvidarse de la gente. Quizá es por eso que los argentinos parecemos a veces medio pavotes, diría don Segundo Sombra. O votamos como pavotes, agrego yo.

El breve listado demuestra que estamos viviendo de nuevo en la edad del pavo recargada: más sometimiento, endeudamiento, incapacidad, corrupción... y mucha negación. Usted me puede decir que esta vez puede salir bien, y yo le respondo, parafraseando a Einstein... que es de pavos "hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes".

Acá lo de pavo tiene una connotación extra. Los que gobiernan, además de repetir los errores, nos tratan como si fuéramos pavos. Nos niegan en la cara las cosas que están a la vista.

Más recargada todavía, es esta edad del pavo, porque parte de la estrategia de los que nos gobiernan es hacerse los pavos: el baile en el balcón, el perro en el sillón, chistes sobre fútbol en cualquier ocasión. ¿Quién rompió el jarrón? Yo no fui. Fue Palmiro, señorita Jacinta Pichimahuida...¿Y los cuarenta y cuatro pibes del submarino? Son cosas que pasan, dijo el presi... y al rato se sacó una selfie haciendo trompita con una figurita de turno.

Y parece que les da resultado. ¿Qué decepción, no? Tantos libros leídos para saber que se podía conquistar medio país haciéndose monerías y contestando boludeces.

Al que vive en la edad del pavo no lo podés castigar porque no es consciente. Pero al que se hace el pavo le caben todas las patadas en el culo. Tal vez eso por eso el gobierno se preparó para reprimir: sospechaba que le lloverían soplamocos correctivos.

El problema del que se hace el pavo es que por ahí no se da cuenta de que además es pavo. Ya sé que usted preferiría que yo use otros adjetivos, pero todos serían incompletos. Ineptos, hijos de puta, cipayos, son apenas palabras cuando de definir a una clase social se trata. Déjeme con mi descubrimiento de la edad del pavo... Ya lo dijo otro gran pensador, Forrest Gump: "Pavo es el que pavadas hace".

Así estamos. El país hundido en una nueva edad del pavo, con gobernantes que ante toda responsabilidad se hacen los pavos, porque piensan que nosotros somos pavos. Como si fuera poco, hay una cosa más. Nosotros somos el pavo de la boda. Vienen por nosotros, por el país, por nuestro presente y nuestro futuro. Es que nos hicieron creer que podíamos ser felices durante un par de mandatos, y cuando estábamos gordos nos agarraron casi sin correr. A nosotros porque nos aburguesamos, a los pavos de siempre por pavos, y a los medio pavos al volverlos pavos completos a pura publicidad encubierta y estribillos del estilo de "se robaron todo".

¿Cómo se sale de la edad del pavo si tu familia (medio país) vive en ella? Acá no hay cita a Einstein o a Forrest que valga. Aventuro una respuesta: se sale con dolor, con descubrimiento, hacia adelante, como cada adolescente sale hacia la adultez, viviendo la vida con el dolor que acarrea. O sea, se sale viviendo en crisis, con crisis...

Pero no es mi intención joderle las últimas horas del año, por eso, cuando lo ataque la ansiedad, o la sidra le caiga pesada, piense que pavo que huye sirve para otra navidad. También piense que todo se acaba. Lo bueno, por desgracia, ya lo sabemos. Pero también se acaba lo malo, y pavo que comió, voló, aunque de tan gordo de llevársela toda, tenga que hacerlo en helicóptero.

Dije que nos toman por pavos. Por giles, por un lado, y porque somos el pavo relleno de la fiestas por el otro. En esto debemos ser doblemente inteligentes, porque una cosa es que nos tomen por pavos, otra es que nos quieran manducar como país, relleno de jamón, queso, pero otra muy distinta es que nos salgan a cazar, y seamos pavo relleno... de perdigones. Eso quieren y eso hacen. Acá es donde le doy la razón. Decirles pavos es casi una caricia.

 

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