El evento mundial conocido como “El Apagón” de 2012 provoca que el suministro de toda la electricidad de la Tierra, de motores, computadoras, máquinas, a aviones, se detenga. Resultado de ello, aeronaves se estrellan y embarcaciones se hunden. Hacia 2027, la sociedad ya ha cambiado drásticamente.
En esta nueva sociedad, los efectos del apagón han destruido capital y tecnología. La civilización retrocede como si los deseos del ludismo de destrucción de las máquinas llegaran a un paroxismo inimaginable. (Recordemos que el ludismo fue un movimiento inglés que, hacia finales del siglo XVII, frente al avance de las máquinas en el proceso de la Revolución Industrial, fomentaba su destrucción. Su nombre proviene de un obrero llamado Ned Ludd, conocido por destruir máquinas e incitar a emularlo. En realidad, con certeza no se sabe si Ludd existió o es una leyenda popular. El movimiento de resistencia continuó hasta 1816, cuando fue disuelto mediante feroces represiones). Volvamos a 2027. En esta situación apocalíptica, la familia Matheson es una de las sobrevivientes. Ben, el padre, posee el conocimiento clave para descifrar lo ocurrido y también para revertir sus efectos. Su hermano Miles puede atestiguarlo plenamente, pues segundos antes del apagón Ben le anticipa el futuro de la humanidad.
Lo que antecede es una pequeña introducción a la serie “Revolution”, estrenada en septiembre de 2022 en la cadena NBC, con las actuaciones estelares, entre otros, de Billy Burke, Tracy Spiridakos, J.D. Pardo, creada por Eric Kripke.
“Vivíamos en un mundo eléctrico. Dependíamos de él para todo. Y entonces se fue la luz. Todo dejó de funcionar. No estábamos preparados. El miedo y la confusión dieron paso al pánico…” (Palabras iniciales de “Revolution”)
Más allá de notables diferencias, “Revolution” tiene puntos en común con la novela francesa “Ravage”, de René Barjavel. La historia transcurre en un París altamente tecnológico que, sorprendido por un apagón, vuelve a la Edad Media. El punto más relevante en común es cómo un “evento extraordinario” demuele capital y avance tecnológico. La destrucción de capital (ya sean máquinas, herramientas o bienes de capital en general) es un hecho en general vinculado a los procesos bélicos o desastres naturales.
Ha sido también motivo de debate en distintas escuelas económicas. Desde la perspectiva marxista, el economista egipcio Anwar Shaikh, en “Teorías marxistas de las crisis económicas”, esboza varias teorías. Vamos a centralizarnos en lo que se considera la ley central de la visión de Marx: la llamada “Teoría de la tasa de ganancia decreciente”. Estilizadamente se sostiene que “la fuerza motriz de toda teoría capitalista es la ganancia, y la plusvalía su base oculta. A fin de extraer la mayor cantidad posible, los capitalistas deben aumentar la duración y/o intensidad de la jornada laboral y, sobre todo, incrementar la productividad del trabajo”.
“La mecanización de la producción es el principal medio de elevar la productividad del trabajo…”, dice. “Los capitalistas individuales que adoptan primero los métodos más intensivos en capital obtienen menores costos unitarios, lo que les permite reducir los precios y expandirse a costa de sus competidores, contrarrestando así la menor tasa de ganancia al abarcar una porción mayor del mercado. No obstante, para el sistema en su conjunto, esto hace que la tasa media de ganancia tienda a bajar…”, escribe. “Esta tendencia produce que, luego de un impulso inicial, la masa de ganancia potencial, tienda a decaer, se derrumba y se generaliza el exceso de capacidad.” Shaikh concluye: “Cada crisis general precipita la destrucción masiva de capitales más débiles… aumentando la centralización y concentración… concluyendo que “estos problemas emanan de la propia acumulación capitalista…” es decir, una característica intrínseca del sistema. Desde otra perspectiva teórica, el notable economista Joseph Schumpeter introduce el concepto de “destrucción creativa”. En su obra “Capitalismo, socialismo y democracia” (1942), Schumpeter, al analizar del capitalismo y su futuro, sostiene que es central comprender que “el punto esencial a tener en cuenta consiste en que, al tratar al capitalismo, nos enfrentamos con un proceso evolutivo”.
Para el autor, el capitalismo es una poderosa fuerza de producción cuyo pulso vital es la rentabilidad. En ese periplo de búsqueda de ganancias y por su carácter evolutivo, el capitalista busca innovaciones y desarrollos tecnológicos, desplazando a anteriores métodos. Maquinarias que, anquilosadas, detienen la evolución.
Esta situación, a la vista de Schumpeter, produce esa “destrucción creativa” donde “lo nuevo”, se impone sobre el método anterior. Se destruye capital, pero él sostiene que este proceso es inevitable, y que forma parte de un atributo propio del capitalismo. No tenía una visión optimista, ya que consideraba que en algún momento la innovación se detendría, produciendo un estancamiento del conjunto capitalista. Más allá de las diferencias, tanto Marx como Schumpeter concluyen que la destrucción es intrínseca. De forma alguna creen que pueda ser inducida endógenamente.
Sin embargo, hay excepciones. En la Argentina de Milei se viene destruyendo capital. A diferencia de “Revolution” o “Ravage”, las causas son públicas y no inesperadas. Como tampoco responden a los teóricos antes citados, aunque Milei en varios de sus discursos se jacta de citar a Schumpeter. Fomenta un proceso de desindustrialización y, concomitantemente, en forma indiscriminada empuja importaciones. Por lo tanto, las consecuencias son absolutamente predecibles. Según datos oficiales de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, desde noviembre de 2023 a junio de 2025 existen 15.032 unidades productivas menos, definidas como “actores económicos responsables de producir bienes y servicios…Consideramos, desde la empresa industrial que producen automóviles o maquinaria de cualquier tipo… Por supuesto, también incluimos empresas de transporte, supermercados y negocios de venta de bienes” (Introducción al análisis económico. Un enfoque para economías periféricas, UNAJ. Coordinador, Daniel Novak).
Esta caída nos lleva a 219.256 trabajadores menos. Entre los sectores más afectados se encuentra la construcción, con un 17,1 por ciento; la producción automotriz y la metalúrgica, con 6,1 menos de trabajadores registrados. Este descalabro se visualiza en que el uso de la capacidad instalada, se encuentra por octavo mes por debajo del sesenta por ciento.
A julio de este año, la UIA informa una caída anual cercana al seis por ciento, cayendo hacia agosto de 2025 un 18,6 la producción de autos y un 26,5 los despachos de cemento. Milei produce una “destrucción negativa”, por cuanto promueve un proceso de involución que, contrariamente a lo que sostenía Schumpeter, nos lleva a un retraso de la industria, vehículo principal vinculado al avance tecnológico. Existe una estrecha relación entre industria y tecnología. La relevancia de la industria y su promoción es clave en el desarrollo de la economía mundial. Contradiciendo esta definición, Milei persiste con una concepción vinculada al pensamiento de David Ricardo y su idea de que los países deben situarse en la división internacional del trabajo, en el marco de un patrón de especialización. Ese patrón queda definido por el producto en el cual existe una diferencia máxima de productividades relativas entre el mercado mundial y la economía local. Frente a ello, se bombardea la industria local, sosteniendo que nuestra especialización debe primarizarse aún más.
Esta concepción tributaria de la hegemonía neoliberal es hoy rechazada por la propia realidad mundial: solo, como ejemplo, los llamados “Tigres Asiáticos” (entendiendo que todo proceso de industrialización no necesariamente es emulable en su totalidad) con niveles rudimentarios de industrialización y rompiendo las recomendaciones del FMI se transformaron en potencias industriales.
Si la demencial “destrucción de capital” sigue así, “Revolution” o “Ravage” se quedarán cortas al lado de la Argentina de Milei.


