Existen muchísimas formas de arrastrar las letras que nombran un pueblo perdido de nuestro país, al mundo.
Hay un triángulo expansivo que lleva en cada vértice un nombre: Erika (Keka) Halvorsen, quien escribe la vida de una mujer trans que logra entrar a la mina de Río Turbio y quedarse, rescatando los pliegues de identidad, contexto, vínculos, sueños y luchas. Agustina Macri, directora que se enamora del guión y nos lo devuelve en una pantalla, y Carla Rodriguez, “la maga”, verdadera protagonista.
Ellas elevan la vara hacia un desafío irreversible: dejar un mapa detallado, aplicable a absolutamente todas las luchas.
Ser minera siendo mujer trans hackeó una estructura creada por hombres y para hombres. “80 años de exclusión hacia las mujeres y diversidades y lo logré. Mis compañeras mujeres están muy agradecidas. He conseguido un lugar que nadie logró que es en el corazón de todos mis compañeros mineros”, declara Carlita.
Esa localidad de 11670 habitantes parió y vió crecer a Keka y Carla, dos pibas que en aquellas calles heladas, desearon más de una vez volverse invisibles, y que hoy se abrazan en las salas de cine del mundo, no sólo con sus sueños cumplidos, sino con el documento irrefutable de una obra de arte fiel a sus raíces profundas, íntimas y sagradas; un homenaje a la unión colectiva, al deseo como motor y a lo mágico como un refugio posible.
“A mí me decían que no iba a escribir historias y a Carla le decían que no podía ser minera”, y mirá, ironiza Érika, segundos previos al pre estreno en Argentina de Miss Carbón, la película inspirada en la vida de Carla Rodriguez, la primera mujer trans minera que logró bajar al pozo.
Hay historias que se nos imponen con esa urgencia interior imposible de ignorar.
Agustina: --La primera vez que leí el guión era invierno. Yo siento que hay una energía que ya traen los materiales y cuando una los recibe es como que tienen una energía propia. Lo recibí, lo leí y ese mismo día le escribí a la persona que teníamos en común con Erika para decirle “Me encanta, lo quiero hacer”.
Agustina llega por primera vez a Río Turbio en plena celebración de la Virgen de Santa Bárbara, y ahí, en medio de rezos y el gran mito de la viuda negra, aparece claramente esa sutileza del cómo contar una lucha imprescindible: lo fantástico y lo cultural se envuelven en un mundo mágico posible. Las personas rezamos en voz alta, y en silencio rezamos soñando. Esa liturgia secreta tan difícil de explicar, Agustina la trae al lenguaje cinematográfico.
Agustina: --Me sentí muy impactada por cómo viven y respiran la minería. Es mucho más que un trabajo, es una cultura, una religión. Es una bandera identitaria impresionante. Por eso aparece la virgen como la patrona cumplidora de sueños, el hada madrina mágica. Miss Carbón tiene su fuerza política y su fuerza social. A mí lo que más me gusta es que una mujer trans esté luchando por sus sueños y que el foco no esté puesto en su transición, y en su identidad ni en su sexualidad sino en su sueño puro y cómo hacer para cumplirlo. Y se entremezcla la identidad como herramienta y como arma en el buen sentido, como superpoder para lograr lo que quería lograr.
Carla: --Yo fui como una perra vagabunda que buscaba amor y cariño. Mi familia son mis hermanos y mis sobrinos. Mi familia son los mineros, mis compañeros de trabajo, mis amigos.
Este largometraje, además de entregarnos en dosis justas la belleza, los silencios, la lucha, la amistad, la alegría, el dolor, la apertura y la opresión, nos recuerda que lo que no se nombra no existe, que los femicidios y transfemicidios también bañan de sangre las calles de los pueblos más pequeños, y luego nos lleva de viaje al momento en que se sanciona la Ley de identidad de género, con la algarabía y esa tristeza crujiente que se cuela en los brindis cuando sabemos que cada palabra lleva en su melodía el grito de una de las nuestras.
“Miss Carbón es una mamushka de luchas”, repite Keka, y nos abre la puerta a pensarnos en el día a día, nos invita a historizar cada recorrido de cada mujer, nos habilita a abrazarnos en el cansancio, en la impotencia, en la desigualdad, con la fuerza que necesitamos para volver al ruedo y avanzar.
“Nadie sabía dónde ubicarla en el pueblo”, reflexiona Agustina y enumera esos rincones de sombra que construyen aquel escenario: el rechazo de su familia, la violencia de los hombres tratándola como hombre y el silencio lapidario de las otras mujeres. “Intenté viajar por el mundo de Carlita de alguna manera un poco más amable”, cuenta.
Cuidar a la otredad de su propia memoria y acompañar el recorte elegido por las personas que atravesaron situaciones de extrema vulnerabilidad de derechos, habla del respeto como agua fundamental en el ecosistema del arte, del feminismo y de la justicia. Entonces, esos colores, combinados por las manos de estas tres mujeres, hacen de esta pieza audiovisual, un aporte social, político y cultural inconmensurable.
Erika: --Miss Carbón me dejó alivio, porque yo tenía la urgencia y la misión de contar la historia de Carlita y no podía parar hasta conseguirlo. Llevamos muchos años nuevos pidiendo este deseo: "este año se nos da, amiga". Ahora podemos pedir deseos nuevos.
Agustina: --Recordar en terapia cómo estaba yo hace tres años cuando empezamos este recorrido y cómo estoy ahora fue muy revelador. Hacer cine siempre es crecimiento, es un viaje y, como cada viaje, nunca volvés siendo la misma persona. Aprendí mucho de Carlita, de cada cosa que hacía, del amor y la compasión con la que se maneja siempre. Yo creo que cuando muchas mujeres se juntan, las cosas suceden, y suceden de una manera muy especial.
Erika: --Cuando vi la obra terminada vi el valor de lo colectivo, las capas. Hoy veo la película y puedo reconocer el aporte y el brillo de cada persona que participó del proceso. Veo a Carlita, también me veo a mí, pero sobre todo veo la interpretación de Agustina sobre la historia, su mirada sobre nuestro pueblo. Una mirada que mientras busca la belleza en la oscuridad, mezcla cierta distancia elegante y respetuosa, con una calidez familiar. Siempre es una revelación, la obra se te revela y eso es lo más fascinante. Que te sorprenda.
A veces hay un gesto, seguido de una acción amorosa que nos salva, que nos rescata. Ser esa persona en la vida de alguien es, de alguna manera, prueba inapelable de que nuestra existencia ya tuvo un sentido.
Carla: --Les dejo parte de mi vida, para que las personas trans y todas las personas no vuelvan a atravesar esas injusticias. Y eso es gracias a Erika, sin ella no estaría acá, fue el primer reconocimiento que he tenido en toda mi vida, me llena de emoción que la vida nos haya juntado y ahora soy feliz. Ya no puedo pedir nada más.
Keka: --Y el diamante que surgió del carbón fue ver la transformación del pueblo. Ver al pueblo entero gritando y aplaudiendo "Carlita, Carlita" me da esperanzas. Que alguien pueda permitirse pasar del rechazo o de la indiferencia, a la admiración y la ternura me parece revolucionario.
Hay obras y recorridos que sólo pueden ser contadas a coro, en manada. El desafío es tejer con las palabras, con los tonos, con las miradas. Porque en estas historias, en estas voces, está la lucha y habita verdaderamente el arte.