¿Querés ser famoso? El problema es cómo, porque hasta donde se sabe no te destacás en nada. Bueno, no te preocupes. Ser famoso es bastante simple. Desnudate en una plaza pública, metete una lagartija por la nariz, cortate el pelo con una podadora. Y filmalo. Porque no importa tanto lo que hagas mientras sea algo más o menos raro o llamativo. Y no te olvides de filmarlo y de ponerlo a disposición de los voyeristas.
Dije raro, pero en realidad no es tan así. También podés ser famoso si te filmás durmiendo, tomando café, rascándote la nariz o lavando el auto. Ni hablar de si te filmás jugando con tus gatitos. Eso no falla.
Ahora, ¿para qué querés ser famoso? ¿Por qué sería importante que se te recuerde como el tipo que se dejó humillar en vivo, que se quebró una pierna en vivo, que incluso se murió en vivo?
Y no exagero. A manera de ejemplo les recuerdo que el streamer JP (Raphaël Graven) era conocido por dejarse humillar mientras transmitía. Incluso se murió en vivo, lo que no deja de ser un record, aunque no se sabe si por culpa de las humillaciones que pasaron de castaño a oscuro, o por imbecilidad crónica. Eso sí: al fin fue muy famoso.
Normalmente, ser famoso era importante si había plata en juego. Tenía algo de sentido también si detrás de la fama había orgías y viajes. Incluso si ser famoso significaba que te dejen entrar en un boliche sin pagar o que te inviten a algún reality.
Ahora se vive con la fama como meta aunque no haya nada detrás. Una meta en sí mismo, sin beneficios más que (quizá) ser reconocido en la calle, que te griten genio, aunque no lo seas.
¿Querés ser famoso? Es fácil. Filmá cada comida, cada caminata, cada viaje, cada charla con tus amigos. Es probable que seas recordado por mucho tiempo, pero es fama al fin. Eso sí, te van a gritar genio por la calle, pero es probable que a cambio no tengas para ofrecer ni una canción, ni un cuadro, ni un mérito. Ser famoso, solamente. ¡Qué poca cosa!
Hay otros muchos casos, claro. La lista es casi infinita. Es que nunca estuvo tan a mano trascender. Y a la vez nunca fue tan poco interesante, tan poco disruptivo, tan básico. Hay gente que se vuelve famosa por maquillarse en vivo, por comprar zapatillas, por poner caras raras, por bailar, por no bailar, por cantar mal. Eso sí, filmado, editado, compartido.
¿Querés ser famoso? Dale, no hay drama. Esa fama puede no ir acompañado de ninguna cualidad. No importa. No es necesario que aprendas a hacer algo bien, o hacerlo mejor que la mayoría. Porque ser famoso pasó a ser un sinónimo de ser feliz. O mejor, de ser algo. ¿Qué algo? ¡Famoso!
Y está al alcance de cualquiera. Basta lo que nos ofrece el teléfono y las redes. Y un poco de empeño, eso sí. Sería divertido, claro. Salir a la calle y que la gente nos salude como si hubiéramos hecho algo bien o algo raro. Sería simpático. Creo.
¿Quieren ser famosos? Llámenme y yo les paso algunas ideas. Será difícil encontrar ideas que ya no estén hechas por otros, pero aun así hay chances de que se vuelvan famosos por ir en auto, en moto, por ir al gimnasio, por recorrer un supermercado, por mojarse bajo la lluvia, por filmar la lluvia cayendo.
Yo soy famoso por eso. Por sugerir ideas a otros para que se vuelvan famosos al divino botón. Eso sí, cobro bien, acepto invitaciones a orgías y regalos. Y si en la calle me gritan genio, saludo como famoso que soy. O quisiera ser. ¿Famoso por qué? Por nada, ese es el chiste.