En febrero pasado, durante la rueda de prensa de la última edición del Super Bowl, a Kendrick Lamar le preguntaron por qué le da tanta importancia a la puesta en escena de sus recitales. “Siempre fui muy abierto al relato a lo largo de mi trayectoria musical, y me apasiona plasmarlo en cualquier escenario. Me gusta mantener esa sensación de hacer que la gente escuche, pero también que vea y reflexione un poco”, respondio el rapero. Por eso lo que presentó esta vez el MC y compositor en su vuelta a Buenos Aires, en la noche del sábado en cancha de River Plate, fue un viaje a las profundidades de su California de piel negra en tiempos de trumpismo y de reaparición de la ultraderecha.

De hecho, en su anterior paso por la ciudad, como cabeza de cartel de Lollapalooza Argentina en 2019, su intervención había tenido que adaptarse a una circunstancia meramente musical. Sin embargo, él sabe que para llevar adelante su revolución cultural no basta con esos videos suyos cargados de una poética estremecedora, donde, a partir de la experimentación visual, explora cuestiones sociales que potencia a punta de simbolismo, referencias pop y deepfake. Con una habilidad discursiva que incluso lo llevó a ganar el Pulitzer en 2018 (premio que se suele entregar a periodistas), el artista de 38 años aborda en esas letras con sensibilidad milénica la desigualdad racial, luchas personales y problemáticas sociales. Así rompe con la beligerancia propia del género.

Entonces el nativo de Compton (bastión por excelencia del rap de la Costa Oeste norteamericana) le pasa la posta a Dave Free, su socio creativo (juntos fundaron hace un mes la agencia creativa Project 3), para que amplifique el relato en su performance. Sin que, por supuesto, coarte la dinámica en el tablado. Como cuando en el último tramo del recital apareció una reproducción a gran escala de la trompa del GNX: nombre del auto (se llamó en realidad Buick GNX y tiene un sentido autorreferencial para Lamar porque salió en 1987, año de su nacimiento) que inspiró el título del álbum que lo trajo a estos lares por segunda ocasión. La salida de este disco de estudio, publicado en noviembre de 2024, fue tan sorpresiva como el aviso de su regreso a esta parte del mundo, con su primer show solo. Y más en un estadio.

Ca7riel y Paco Amoroso.


Pese a que el “sold out” se haya tornado tradición desde hace un par de años, hacer acá un evento de estas características era algo tan inédito como incierto. El anunció despertó el fantasma del icónico Raekwon (figura del colectivo Wu-Tang Clan) actuando en un Obras Sanitarias semivacío en 2004, en tiempos en los que el rock mandaba. Que Duki agotara dos River no garantizaba que sucediera lo mismo con el mejor rapero no sólo de su generación, sino de esta era. Y eso fue lo que pasó. En la antesala, se corría el rumor de que la venta no era la esperada, lo que se tradujo en las plateas altas cerradas.

Eso confirmó que la música urbana y el hip hop, al menos en la Argentina, no van de la mano, pese a que la fuente matriz es la misma. Eso explica también por qué acá el trap, el funk o el R&B son una apropiación estandarizada que no se sienta que venga del alma negra (parafraseando con esto último al periodista Jeff Chang al referirse al K-hip hop), y que Lamar no sea visto por el público argentino afín al estereotipo típico del rapero sino más bien como un artista pop. Y esto tiene mucho sentido debido a que desde la década de los años '90 el hip hop pasó a convertirse globalmente en el nuevo pop. Algo de esto ofreció el espectáculo que preparó el artista, englobado en el “Grand National Tour”, dividido en varios actos que tuvieron a manera de separadores sketches realizados específicamente para el espectáculo.

Luego de que el primer clip ficcionara un interrogatorio en el que le preguntan al juglar urbano qué fue lo que quiso decir en su tema “Watch the Party Die”, de GNX, sonó en off la voz en español de la cantante de mariachi Deyra Barrera, sample inicial de “Wacced Out Murals”. Un rap tan minimalista como crepuscular que el MC interpretó fuera de escena, con su sombra proyectada en las pantallas. Una vez que hizo acto de presencia, a la canción que inaugura no sólo el repertorio del show sino también el track list del álbum le secundó otra más de ese disco, “Squabble Up”, en la que levantó el arengue. Aunque el “pum para arriba” no duró mucho porque, a continuación, invitó a la reflexión, al tiempo que redobló la rapidez de su flow, en “N95”, de su anterior entrega, Mr. Morale & the Big Steppers (2022). Luego, “King Kunta” lo puso canchero, a la vieja usanza.


De ahí recurrió a dos estrofas, y de la que vino después, la despejada “Element”, tomó dos más. Cerró el primer bloque con el rap ornamentado “TV Off”: o más bien con la primera parte de éste, porque su desenlace lo dejó para el cierre. Acto seguido, se apagaron las luces, y en el siguiente sketch, dentro de un auto, una chica le pregunta si cree en el destino y él le dice que no. Ella abre una galleta de la suerte y en tanto lo hace se oye: “No mentiras sobre mí, más verdades sobre vos”. Y el californiano desenvainó una reinvención más trapera de “Euphoria”, con el hihat golpeando fuerte. En el vivo, Lamar toma distancia de sus grabaciones. Tampoco lo acompaña una banda, de la misma forma que en su debut local. Esta vez, sus compañeros de escena fueron bailarines vitales que encarnaban la calle en cada movimiento.

Hasta cuando quedaba solo, a Kendrick el tablado le quedaba a su medida. No necesitaba a nadie más en el mundo sino a esa muchedumbre para que escuchara todo lo que tenía para cantar. Caminaba arrastrando los pies, daba una vuelta y se movía hacia el otro lado, y con uno de sus dedos apuntaba encima de su cabeza al preguntarse: “Tenemos los mismos 24, ¿por qué estás enojado?”. Esto sucedió en la fantasmagórica “Hey, Now”, del nuevo disco, dando pie para que la mexicana Barreira le dirts la bienvenida a la jazzy “Reincarnated”, donde disparó su métrica sentado, del lado opuesto de su cuerpo de baile masculino, que se agrupaba escalón a escalón en el otro extremo. De pronto, las bailarinas salieron a perseguirlo en la suerte de g-funk malandra “Humble”, a la que mechó con un pedazo de la picante “Backseat Freestyle”.


De la épica “Fimily Ties” tomó un verso, para después hibridarlo con otro trozo de la meditabunda “Swimming Pools (Drank)”. Si hacía un rato se leía (como enmarcado en titular de diario) la palabra “Money” y en la otra “Power”, y mucho antes se proyectaron en blanco y negro afrodescendientes saltando sin razón con sus teléfonos en mano o envueltos en barro, entonces en color azul aparecían la soulera Anita Baker, de la que el rapero tomó prestado un pasaje de su tema “Sweet Love” para rebajarle paranoia a “m.A.A.d city”. El segmento acabó con la igualmente minimalista “Man at the Garden”, de GXN, aunque previamente irrumpió, onomatopeya mediante, su himno “Alright”, desatando el pogo en el campo, que a lo largo de la hora y cuarenta de recital tuvo focos de rebelión.

En el video el cuarto y último acto, el artista que supo que quería ser rapero cuando fue al rodaje del video del tema “California Love”, con 2pac y Dr. Dre, tuvo como invitada en el video del cuarto y último acto a SZA, con quien compartió programa en el capítulo norteamericano del Grand National Tour. Ese rol lo cumplieron en Sudamérica el tándem conformado por Ca7riel y Paco Amoroso. A un año de su Tiny Desk, la dupla argentina aprovechó su hora de actuación para sacarle provecho a lo que podía ser su consagración. Y lo consiguió, al punto de llegar a alternar con solvencia los temas de sus carreras individuales, como cuando Ca7riel cantó “McFly”, para cederle paso a su colega en “Todo el día”. Sin embargo, por más que su arte pase por los matices, nunca dejaron de ofrendar a la cadencia: desde que arrancó “Dumbai” hasta la despedida con “El único”. Clase aparte lo de Amoroso, quien aprovechó la vitrina para generar conciencia: “Sé que es un momento choto del país y del mundo, pero los argentinos siempre salimos adelante”.

Lamar también tuvo margen para algo de perorata, sobresaliendo su sorpresa por el ruido que hacía el público local, prometiendo más tarde que regresará al país. Más allá de esto, llamó la atención que aunque en 2025 se cumplieron los 10 años de su obra maestra, el disco To Pimp  Bauterfly, sólo rescatara “King Kunta” y “Alright” para el setlist. De lo que sí nunca se desvió este trovador del siglo XXI fue de su objetivo de mostrar en directo (casi en su totalidad) los temas de GNX, por lo que en el resto de la performance hizo además “Dodge Blue”, “Peekaboo”, “Luther” y lo que faltaba de “TV Off”. Tampoco faltó la indirecta, devenida en canción, dedicada a su enemigo Drake, “Nothing Like Us”, precedida por hits de la calaña de “Count Me Out”, “Bitch, Don't Kill My Vibe”; “DNA” y “Love”. Se trató de una noche en la que el mejor rapero del mundo volvió para subir la vara: la suya y la del género.