Desde Barcelona
UNO Ayer Rodríguez volvió a soñar con que él era ese niño-lazarillo que guía y escucha a Homero en mucho de esos grabados que lo retratan con aire de santidad casi católica. Y, sí --piensa Rodríguez-- lo cierto es que Homero se merece mucho más los altares y la gloria que tanto improbable milagrero dando vueltas por ahí con ganas de ascender a cromo-estampita en el álbum de la selección vaticana. Y tal vez Rodríguez haya soñado con el incierto pero verdadero antiguo griego porque por estas noches se pone para dormir esa t-shirt que alguna vez compró en la tienda del British Museum con el estampado de ese busto más o menos oficial (copia romana de original helénico, marmóreos ojos en blanco) cincelado en el siglo I o II antes de Cristo (otro ídolo improbable pero auténtico). Y de ni uno ni de otro hay pruebas irrefutables de sus respectivas existencias. Pero de una cosa está seguro Rodríguez: Homero predicaba mejor --y tenía mucho mejores copistas y recopiladores de su voz-- que JC. Puesto a elegir, Rodríguez cree en Homero como autor y en JC como en un buen personaje.
DOS Y --Rodríguez ya hizo el chiste; pero los chistes también pertenecen a una tradición oral y colectiva y dada a la repetición y al retoque personal; así que aquí va de nuevo de manera más sutil, quiere creer-- basta con que uno mencione el muy propio nombre del Ciego de Quíos para que tantos otros apenas piensen en que tienen ganas de tomarse una cerveza Duff o que su propia familia es más bien loca y siniestra no sólo en Miércoles sino todos los días de la semana. Para Rodríguez, en cambio, Homero es uno solo y único desde que lo conoció en aquellas versiones infantilizadas de Clásicos Bruguera (página de texto alternando con página de cómic y, misterio, las viñetas a menudo contradecían lo que afirmaban las letras). Y lo ha venido reconociendo (las tramas fundantes de La Ilíada y La Odisea) en tanto inevitable y más o menos lograda variación sobre esos mismos temas: el ir a la guerra y el volver a casa. Después, claro, Rodríguez ha seguido con Virgilio y La Enéida y hasta coleccionó fascículos mitológicos, y desde allí hasta el infinito y más allá en un back to the future greco-romano. Herodoto y sus viajes. Suetonio y sus césares. La decadencia y caída by Edward Gibbon. Las compresiones panorámicas de Robin Fox Lane en El mundo antiguo. Las novelas de Marguerite Yourcenar y John Williams y Gene Wolfe y Thornton Wilder y Gore Vidal y Robert Harris y Dan Simmons (con ese demencial díptico Illium/Olympos donde unos autómatas extraterrestres escenifican la Guerra de Troya en Marte mientras discuten si el estilo más conveniente para encarar tal empresa será el de Proust o el de Nabokov). Algunas obras de Shakespeare (otro invisible omnipresente como El Griego). Los documentales de Mary Beard y del History Channel (cuando le dan un descanso a Hitler & Co.). Las películas con columnas y túnicas y reyes y emperadores en constante jaque mate y dioses que juegan olímpicamente al ajedrez con los tronos de mortales que se quieren divinos y gritan "¡Esparta!" o reclaman el ser Espartaco. Pero Rodríguez siempre vuelve a Homero como quien vuelve del frente de batalla al hogar no exclusivamente dulce pero sí tan sabroso en sus gustos y eternamente alimenticio.
Y, sí, Rodríguez vuelve a Homero como cura para tanta infección: su vigoroso mundo como antídoto para tanto inmundo vetusto.
TRES Y ya se dijo: este nuevo pero nunca último reencuentro se debió (agradecido, en deuda) a esa nueva traducción al inglés de La Odisea a cargo de Daniel Mendelsohn. La anterior parada de Rodríguez había sido cortesía de las versiones de la editorial Blackie Books en su colección de "Clásicos Liberados": ambos hits homéricos potenciados por materiales extra y anexos rodeando y navegando las versiones más narrativas (más prosísticas que poéticas y tan serviciales y "Rendered into English Prose for the Use of Those Who Cannot Read the Original) que hizo en su momento Samuel Butler para regocijo de ese otro ciego visionario (del que dentro de miles de ruinosos años más que probablemente también se dude de su genial existencia) llamado Jorge Luis Borges. Y, sí, Rodríguez volvió a Homero mientras Dan Brown (quien, afortunadamente, aún no se ha metido con él; pero todo se andará y tropezará más temprano que tarde) azotaba las mesas de novedades con su El último secreto. Así --como acción y reacción-- Rodríguez regresó a la voz de Homero: El Primer Secreto a voces.
CUATRO Y --como con los más reales mitos-- del aedo Homero sólo se sabe mucho que no se sabe demasiado. Todo son suposiciones admiradas o afirmaciones entre signos de interrogación. ¿Nació en el 8 A.C. en la isla de Quíos o en cualquiera de las otras siete ciudades que reclaman la gloria de ser su patria? ¿Canturreó también el Himno a Apolo y La guerra de las ranas y los ratones y algo titulado La pequeña Ilíada que tal vez sea versión de bolsillo aunque las togas no los tuvieran? ¿Fue en verdad ciego e hijo de un río y una ninfa y pariente de Telémaco y testigo presencial del sitio de Troya o, apenas, bastardo de la imprudente joven Cretéis? ¿Fue un astuto recopilador de material ajeno a presentar como propio en festivales a cambio de unas monedas o, como en ese cuadro, A Reading from Homer, ser leído/recitado por fans? ¿Lo suyo que era de otros fue a su vez enmendado y aumentado por sucesivos primero homéridas y luego homéricos a lo largo de los siglos? ¿Llegó a viajar a Iberia (y habrá adoptado nacionalidad catalana, como seguramente investiga alguno de esos catalanistas)? ¿Murió en Íos? ¿Fue muchos o fue --como Odiseo frente a Polifemo-- Nadie? ¿Fue --como lo postulan recientes teorías empoderadas-- una mujer con excelente vista? ¿Importa demasiado lo que postularon los Neoanalistas y los Analistas y los Unitarios en cuanto a su obra? ¿Deriva etimológicamente su nombre de rehén o de certeza o de --mejor-- aquel quien recompone la canción? ¿Hay que alegrarse porque los últimos hallazgos/dictámenes vuelven a preferir una autoría única? Probablemente nada de lo que se interrogue acerca de su vida y obra --y de lo que pueda llegar a responderse-- importe demasiado y se desvanezca como lágrimas en la lluvia ante afirmaciones contundentes e incuestionable como la de Giacomo Leopardi asegurando que "todo ha sido perfeccionado desde Homero, pero no la poesía". Y Rodríguez lee acerca de algo llamado Vesuvius Challenge: un proyecto financiado por el espacial Elon Musk para el terrenal descifrado de cientos de papiros recientemente encontrados en una villa romana de Herculano alguna vez engullida por el volcán y ahora desenterrada. Y, ah, los expertos aseguran que lo que allí se escribió y se leerá en testimonio de Diosa o de Musa "cambiará por completo nuestra forma de entender el mundo antiguo: vamos a llevarnos grandes sorpresas".
Tal vez ahí, tal vez entonces...
CINCO Aquí y ahora se han acallado las voces por la versión semi-gay de Miguel de Cervantes que Alejandro Amenábar propone en su El Cautivo; pero continúan el cada vez menos cautivador vocerío en senado y congreso con un más imperioso que imperial Sánchez que luce cada vez más acorralado por propios y ajenos. Y --decirlo-- se expresan tan mal, con tan poco estilo y épica: existen, sí; pero no perdurarán porque ya se duda de todos ellos. Mientras tanto, el autor al menos la firma a los pies y en lo alto de La Ilíada y de La Odisea permanece en estantes y en la camiseta dormilona de Rodríguez: en el cielo las estrellas, en el campo las espinas y, en el medio de su pecho, un poeta que tan bien rima.
Cuando se despertó, Homero todavía estaba allí.