No lo seguí haciendo, pero me di cuenta de que a veces puedo hacer reír al público en el escenario. Eso dice un exultante David Byrne desde el otro lado de la pantalla, en un zoom que llega desde su departamento en Nueva York. “Es extraordinario, aunque también es aterrador, tengo que decirlo. No tenés banda, solo estás vos. Y si fallás, no hay nada que hacer. No podés decir: ‘Bueno, vale, vamos a tocar una canción’”. Eso cuenta el músico sobre su última y extraña incursión artística, una que empezó cuando su amigo Fred Armisen, el comediante de Saturday Night Live, lo invitó a subirse a un escenario bastante singular.

Es que mientras los fans se preguntan todos los años si Talking Heads algún día volverá a tocar o a girar, como tantas otras, David Byrne se esmera en hacer exactamente lo contrario: prueba recetas de cocina en soledad, se casa a los 75 años –y libera generosamente su playlist de bodas al mundo– y, por supuesto, experimenta nada menos que en el área del stand up, cosa que ha hecho sin avisarle a nadie y que le ha dado bastante felicidad.

Claro que no está seguro si lo volverá hacer: se sabe que es una persona nerviosa y que prefiere bailar que charlar. Pero además, Byrne cuenta que este año ocupa su tiempo en otras cosas. Investigar y escribir, por ejemplo. “Pero no realmente sobre música. Estoy trabajando en un libro sobre un fenómeno llamado ‘bellezas durmientes’, que es cuando algo se crea o se propone, y luego se olvida por mucho tiempo, hasta que alguien lo redescubre y lo pone en valor. Ocurre en la ciencia, en el arte, en la música, en la literatura, en todo”, explica sobre aquel fenómeno insigne de nuestra época revival.

MIRÁ, ESTAS SON LAS CANCIONES

Aunque muy ocupado por estos días, lo que realmente mantiene en vela a David Byrne es que está emprendiendo una larga gira mundial a propósito de la salida de su muy esperado nuevo disco que, según cuenta, podría traerlo a Latinoamérica el próximo invierno. Se trata de Who Is The Sky?, su primer trabajo en siete años, después de American Utopia, aquel disco de 2018 que se convirtió en su más elogiada gira, y que también incluyó película de Spike Lee, producción de Broadway y un premio Tony para completar su colección que ya incluye Oscar, Grammy y Globo de Oro.

Ahora, este nuevo trabajo está saliendo por el sello Matador Records y tuvo producción de Kid Harpoon, responsable de estrellas pop juveniles como Harry Styles y Miley Cirus. Quizás aquellos sonidos para nada tengan que ver a simple oída con el registro de Byrne, pero según cuenta él mismo, tenía tantas ganas de trabajar con el productor que prácticamente lo persiguió en una fiesta de cumpleaños para mostrarle sus demos como si fuese un novato. “Le dije: ‘Mirá, estas son las canciones que hago. No son como las de otros artistas con los que trabajás. Pero si quieres intentarlo, hagámoslo”, explica.

El atónito productor que, como muchos otros o como casi todos, es fanático suyo, recibió ese material inesperado y por supuesto aceptó la propuesta. Y el resultado son doce canciones reflexivas pero muy soleadas, casi siempre bailables y celebratorias, en una colaboración compleja que –muy a la manera de Byrne– mezcla el pop de tomo y lomo con la experimentación. Y a través de ese imaginario enrarecido suyo pone a dialogar al productor de las estrellas juveniles con el ensamble neoyorkino mucho más vanguardista Ghost Train Orchestra. “Ellos habían grabado un disco con música de Moondog, un compositor del pasado que me gustaba, y les dije que me gustaría contar con ellos como músicos para este proyecto. Hubo mucho trabajo de por medio, con los arreglos, con quién tocaba qué cosa. Y luego Kid Harpoon fue maravilloso con lo que aportó. Más adelante, en la producción y la mezcla y todo eso, la cosa se convirtió en algo realmente diferente. No sé cómo trabajan los demás, a mí me llevó bastante tiempo, pero estuvo bien”, cuenta satisfecho.

Portada del nuevo disco solista de Byrne

MISTERIOSA Y POÉTICA

Efectivamente a Byrne le llevó un tiempo terminar el disco. Entre proyectos personales, las obligaciones de la orquesta –ellos, mucho más under, tienen una serie de otros trabajos, claro–, y la pandemia que todo lo detuvo. Él dice que, al contrario de muchos colegas que lanzaron sendos discos desde el encierro, en la pandemia no pudo componer nada. Se la pasó dibujando e inventando recetas de cocina. Y, por eso también, una de las canciones de amor más intensas del disco es de hecho para su departamento, y se llama, muy cándidamente, “Mi departamento es mi amigo”.

También hay ahí un par de imágenes quizás demasiado insólitas, como el encuentro con Buda en una fiesta de Nueva York, o un hombre que se pone tanta crema hidratante que termina convirtiéndose en un bebé. La cosa es que este disco sigue aquella línea de optimismo y diversión que en ocasiones algunos encuentran demasiado ingenua. De hecho, no siempre se recuerda, por su éxito abrumador, pero al principio American Utopia –aquel gran disco y gran espectáculo que por primera vez le hizo la competencia en popularidad a su trabajo con Talking Heads– fue un poco criticado por ser demasiado optimista para la oscuridad que traía consigo la era Trump.

A Byrne, sin embargo, sigue sin importarle lo que los pesimistas piensen. O eso dice: “Creo que este enfoque, este sentimiento de ser abierto o de celebración, se ha convertido en una especie de resistencia. Es como un rechazo a todos esos sentimientos oscuros, de ira y resentimiento que nos invaden”, asegura. “Lo veo como una forma de responder. Me di cuenta de que quedarme con la ira y la frustración no resolverá el problema. También hay que ser realistas, hay muchas cosas que van mal, pero la solución tiene que venir de algún tipo de sentimiento positivo”.

El nombre de este nuevo disco, que sigue por el mismo camino de la felicidad, surgió de un mensaje de audio que Byrne escuchó mal. Significa ¿Quién es el cielo?, una frase que después del malentendido le pareció misteriosa y poética. Perfecta para titular aquel puñado de canciones que continúan preguntándose por la naturaleza humana, por los vínculos entre las personas, por la mala interpretación de los signos, y los pequeños eventos cotidianos que en general damos por sentado, pero que él insiste en observar con curiosidad desconcertada, razón por la cual a menudo se le conoce como “El antropólogo de Marte”. “Constantemente me pregunto: ¿Quién soy? ¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo encajo? Porque siento que sigo cambiando, que no soy la misma persona que era hace cinco años, hace diez, hace cincuenta. Y por eso tengo que seguir preguntándome: ¿Quién soy ahora? ¿Qué quiere esa persona? ¿Qué la hace feliz? Y quizá sea diferente de lo que le hacía feliz cuando era más joven”, explica el músico.

David Byrne (Foto: Shervin Lainez)

COMUNICARSE BIEN

La verdad es que Byrne siempre ha estado comprometido con las posibilidades del presente, renovando de forma permanente qué es exactamente lo que le interesa. De hecho, ya se lo vio cantando y bailando vestido con un jardinero rojo con Olivia Rodrigo en el escenario del Governors Ball Music en Nueva York. Y el disco propone una colisión entre pasado y presente bastante interesante. Como el video del corte “What Is The Reason For It?”, por ejemplo, donde usó una forma sofisticada de inteligencia artificial para darle vida a aquellos dibujitos de línea pequeños y minimalistas que fue reuniendo estos años, en una producción a cargo del artista Dustin Yellen, y con dirección creativa del chileno Ricardo Villavicencio, que dio como resultado una imagen que remite francamente a un estilo retro y orgánico, aun filtrado por la IA. “Yo creo que sí, que el presente ofrece algunas oportunidades. Se puede utilizar como herramienta y por supuesto es muy útil. Pero sí, también da un poco de miedo que puede imitarlo todo. No sabe lo que está haciendo. No tiene ni idea de lo que es un sentimiento, pero sabe cómo imitar. Esa parte es preocupante porque, en cierto modo, las imitaciones son perfectas. Si estuviera haciendo música dance o música ambiental o algo así, la IA podría hacer miles y miles de copias a la vez y nadie lo sabría. Pero cuando se trata del tipo de canciones que yo escribo, no creo que pueda crear algo así. Los shows que hacemos, con el tipo de elementos visuales que aportamos y todo lo demás. No creo que la IA pueda hacer eso tampoco”, reflexiona Byrne.

Entre pasado y presente, en el disco también apostó por colaboraciones bien actuales. Algunas más previsibles como la de su amiga Annie Clarke –aka St Vincent– con quien se esmera cantando y gritando en la canción “Everybody Laughs” –que él define como una canción de amor a la humanidad–, y otras que pueden resultar bastante desconcertantes, como la que hizo con Hayley Williams de Paramore, otra antigua estrella adolescente.

En el pasado, sus colegas de Talking Heads –con quienes se reencontró una única vez en 2023 para la celebración de los 40 años de Stop Making Sense, la película que los honra– se refirieron con poco cariño hacia él. Lo calificaron de controlador, e incluso maltratador, cosa que, nobleza obliga, él ha reconocido como cierta. Pero dice también que los años han hecho lo suyo. Y que en parte este nuevo disco existe por estar abierto a una gran panzada de lo que es y debe ser la colaboración. “Creo que he descubierto algunas cosas. He descubierto que, cuando trabajo con gente, ya sean músicos o bailarines, o cualquier tipo de colaborador, el éxito es mayor si consigo comunicarme bien. Si consigo que la gente entienda lo que intento hacer, entonces todos intentamos lo mismo. Si solo les digo lo que tienen que hacer, entonces no es un buen trabajo. La idea es que sea un vínculo en el que yo doy una dirección, no controlo cada parte. Creo que en el pasado sentía que tenía que involucrarme en todo, en cada pequeño detalle. Y me di cuenta de que no, que se obtiene más si se permite que otras personas también sean creativas”, dice él, en buena hora, ya que además de todos los músicos y artistas invitados, su adorada Orquesta del Tren Fantasma consta de doce personas.