Recorrer los temas, arreglos, variaciones e improvisaciones de Julián Cicerchia, dan razón, paradoja mediante, al título elegido para su disco: El Loco de la Guitarra. De “La cumparsita” a “Zamba del grillo”, de “Volver” a “La Catedral”, cada tema es una ocasión sin igual, dentro del abanico que el músico y su guitarra despliegan en una sinergia creadora sin fin. Julián Cicerchia presenta El loco de la guitarra este viernes a las 21, en La Casa del Tango (Illia 1750), con la participación especial de Luciano Manzotti (percusión), Lucio Taragno (armónica), Maia López (voz), Juan Luis Mur (voz) y Rubén Darío Gómez (voz). “Es una locura lo que hago, en el sentido de todas las cosas que me gustan hacer con la música y con la guitarra; debo reconocer que me autoapodé ‘El loco de la guitarra’”, comenta Julián Cicerchia a Rosario/12.
“Creo que la locura consiste en cometer el mismo error varias veces, y para tocar un instrumento uno tiene que equivocarse muchas veces; como para que alguien te diga: ‘Che, ¡qué loco que estás como para tocar ese instrumento!, ¡qué locura eso de repetir lo mismo hasta que te salga!’. La idea del ‘loco de la guitarra’ viene por ahí, pero también por la presencia importante que tiene en mi en mi vida el texto ‘El loco de la vía’, de Rafael Amor, con el cual me siento muy identificado”, continúa el músico.
-Al escucharte, se destaca tanto el virtuosismo como una búsqueda sin límites.
-Uno va buscando su forma de tocar y también qué es lo que te gusta tocar; y en el camino se van tomando decisiones. A partir de mi corta trayectoria, para mí hay varios elementos importantes a la hora de tocar un instrumento, uno de ellos es la técnica, otro es la improvisación, y el tercero es el repertorio. Esos tres elementos tienen que ir de la mano. La técnica permite poder tocar lo que uno quiera, y la improvisación es uno de los elementos más hermosos que tenemos en la música, porque es lo que te permite componer al instante. El repertorio es lo que sentís, lo que te hace sentir cómodo, y lo que querés decir. Ahora, es inevitable pensar en esto sin la presencia de otras personas en mi vida, como Juanjo Domínguez, Juan Falú, Eduardo Falú, Cacho Tirao, Aníbal Arias, Roberto Grela, Carlos Casazza. A veces, uno habla de los exponentes de la guitarra argentina o de afuera, como Paco de Lucía o Yamandu Costa, pero también son igual de importantes aquellos con los que uno ha aprendido, con quienes tocó al lado o al ir a sus clases. En mi caso, Carlos Casazza, Víctor Rodríguez, Martín Tessa, Javier Ramírez, Lucas Ramírez. Uno es una construcción de todo eso, y humildemente va formando su propio carácter.
-Al mencionar a esta gran familia, tu música se mira en todos ellos.
-Es también mi forma de encarar esto que uno llama estudio, porque viste hay quien dice que estudia agarrando la partitura, pero es parte de mi estudio también sentarme a escuchar, a tocar algo y ver qué pasa, sacarlo de oreja. Bueno, yo soy como un niño, tengo el hábito de llegar a mi casa y agarrar la guitarra. Y si tengo que dar clases, aprendo dando clases; no tengo una cosa sistematizada, o sí, en el sentido de que todos los días tengo que tocar la guitarra. Soy como un niño que está jugando.
-En esta apropiación que hacés del repertorio, ¿te guiás por las partituras o tenés un mapa mental al momento de interpretar?
-En El Loco de la Guitarra hay muy pocas cosas que hayan estado escritas, o que yo haya sacado desde la partitura, quizás a algunas un poco, pero cuando empiezo a tener una idea de por dónde ir, después ya era orejearla e ir inventando. En el caso de “Zamba del grillo”, por ejemplo, está completamente improvisada en el estudio. Yo cometí otra locura, que fue grabar todo el disco en una tarde, y cuando faltaba una hora decidí improvisar. “El vino aquel” es una versión libre, pero a partir de otra versión, de Juanjo Domínguez. “Alma Guaraní” es un arreglo estipulado, que armé y escribí, pero sin haber pensado en tocarlo, como hice ahora; “La catedral” es una obra escrita; pero en la mayoría de los casos, saco de oreja, arreglo yo, o hago una versión libre e improvisada.
-¿Cómo llegaste a la selección de este repertorio?
-Quizás sea la parte más difícil, porque es complicado y es lo que más cuesta. Es decir, ¿qué difícil es lo que estoy eligiendo?; eso por un lado, pero sin olvidar lo que a uno le gusta. Es decir, me conviene aprender a tocar “Luciana”, porque tiene muchos elementos nuevos, y porque el miedo que uno pueda tener a ciertas composiciones, finalmente es irreal. Además de las dificultades técnicas, el repertorio tiene que ver con qué es lo que quiero decir: soy lo que elijo ser, con toda esta tradición guitarrística; tratando de buscar la pertenencia en esa tradición, a veces desarreglando, a veces reversionando, o también tocando las mismas versiones.


