Los procesos que resultan en un predominio cultural no surgen de un día para otro y, por supuesto tienen sus idas y vueltas. También es verdad que, si se atiende desde una mirada sociológica a los elementos que impregnan, más que a las formas explícitamente predominantes, a cómo estos se manifiestan también en las viejas identidades e instituciones en deterioro, es posible encontrar marcas más que claras que indicarán su fortaleza. Aunque no se sepa cuáles serán las maneras en que éstas se manifestarán, están allí. Y no es bueno subestimarlas. Es cierto que las formas caricaturales que asumió este predominio en la política Argentina en los últimos tiempos permitían suponer algún agrietamiento. Y no es extraño que ello pudiera haber ocurrido. El problema es que frente a las formas caricaturales que expresan el ventarrón del clima predominante, los que se oponen no pueden hacer otra cosa que defender legítimamente algunas instituciones de la sociedad integrada que estaría en su proyecto, a veces sin gran convicción. Y no pueden, de manera clara y hasta agresiva como se necesita en política, formular una propuesta de cambio real. Los dirigentes con buenas intenciones, se proponen nada más que emparchar para evitar mayores deterioros, quizás porque los constreñimientos políticos económicos y culturales no le posibilitan hacer otra cosa.
Y así no es fácil convencer a un electorado extremadamente fragmentado y portador de elementos de este predominio cultural. Las fuerzas que imaginan a la democracia como una apuesta permanente por su aplicación seguramente deberán reflexionar más que sobre un circunstancial triunfo electoral de sus oponentes ligados a la cultura del capital financiero internacional, sobre cómo ese predominio cultural actúa sobre distintos espacios de manera más o menos inconsciente y también sobre aquellos que retóricamente imaginan la ampliación de la democracia. El 19 de marzo de 2002 escribí un artículo en el diario Página/12 que intentaba dar cuenta de lo mencionado y que hoy creo pertinente poner nuevamente a consideración de los lectores, tal y como fue escrito en ese momento. Decía, en ese entonces, lo siguiente:
La gran revolución cultural que recorre el mundo desde hace más de dos décadas, y que en nuestro país adquirió una presencia arrolladora a través de concretas implementaciones políticas desde el inicio de los noventa, está cerca de completar la tarea que posibilite la realización de la entera utopía. Como en el "zapallo que se hizo cosmos" de Macedonio Fernández, la lógica del mercado puro avanza y por momentos pareciera que no va quedando mundo fuera de ella. Este zapallo, que no nació en Chaco como el de Macedonio, sino en Mont-Pelerin e inició su camino de crecimiento desmesurado en el Chile de Pinochet, se extiende por estos lados pisando fuerte y sin pausa Solo le faltaría eliminar algunos residuos del antiguo orden que obstaculizarían la lógica zapallar del mercado sin restricciones. Y quizás el más significativo de esos obstáculos residuales sea el mismo sistema político democrático. O, por lo menos, elementos centrales de un sistema político que aún en un estado de extremo deterioro y degradación, tiene la peligrosa potencialidad de reinventarse y así reinventar la representación de grandes masas de la población.La realización de esa poderosa utopía que esgrime las banderas de la racionalidad científica precisa- ya que las dictaduras parecen tener por el momento cierta inhabilitación cultural-, al menos, de una democracia restringida
En las sociedades duales hacia donde la implementación de las políticas mencionadas parece encaminarnos, obstáculos como el sistema democrático se presentarían a estas zapallares visiones del mundo, como más salvables. En una sociedad como la argentina que en gran parte del siglo XX se transformó en el marco de un importante proceso de movilidad social ascendente y que como resultado de complejas situaciones ligadas a ese proceso generó expectativas igualitarias en amplias franjas de la población (que perviven más allá de las transformaciones estructurales que impedirían su cumplimiento), la misma idea de representación les resulta una barrera conflictiva.
El extremo desprestigio de la clase política tradicional crearía condiciones favorables en este sentido para el avance zapallar, ya que no eliminando, por lo menos, reorganizando el sistema político democrático a su medida. En principio un puro y simple achicamiento sostenido en argumentos de excesivo gasto y de ineficiencia: el cierre de concejos deliberantes, creación de sistemas unicamerales donde no los haya, tal vez el directo "cierre" de provincias "inviables", reducción de sueldos de los funcionarios políticos, inclusive la transformación en ad honorem de puestos legislativos y ejecutivos. Quizás esto abriría el camino para que los espacios de mayor responsabilidad sean ocupados por los auténticos profetas del zapallo, epígonos, con posgrado universitario, de Alberto Barceló, una especie de gerentes especialistas en un saber fundamental para esta nueva administración: la economía. Una economía que viste con modelos matemáticos y consecuente racionalidad científica lo que es ni más ni menos que la expresión de los presupuestos más clásicos de un pensamiento conservador. Las políticas locales estarían a cargo de aquellos que poseyendo renta personal o familiar puedan asumir la función sin "malgastar los dineros públicos". El voto no obligatorio en una sociedad que crecientemente se dualiza, sumado a un Estado Penal, posibilitaría contar con un restringido grupo de votantes cuya mayoría percibiría como "natural" esa forma de organización social. Así, el zapallo se habría hecho cosmos.
Por supuesto, el avance zapallar encuentra resistencias y las puede resolver por la fuerza, pero es cierto que también logra respaldo popular. Fue así que se lograron cambios significativos en la entera estructura productiva y en el Estado.Y así-y es su verdadero triunfo cultural- actuó arrolladoramente contra conceptos centrales del Estado de Bienestar como el de responsabilidad colectiva ( en caso de accidente laboral, de salud, de pobreza) e impuso su mirada analítica individualista transformada en sentido común, permitiendo que se explicasen los problemas de las víctimas atribuyéndoles a ellas mismas las causas de su desgracia.
* Sociólogo. Profesor consulto de la UBA. Ex director de la Carrera de Sociología UBA Autor de “Contra el homo resignatus"


