Desde Chapadmalal

En el áspero 2002, cuando se realizó el primer encuentro de Jóvenes y Memoria, participaron unos 27 grupos. Entonces era todo voluntad, esperanza e incertidumbre: ¿cuántos años más se iba a poder sostener la delirante idea de reunir a todos los colegios secundarios bonaerenses en el complejo hotelero de Chapadmalal para abrir cabezas, generar espacios de debate entre los pibes y estimular el pensamiento crítico? Quince años más tarde, el evento organizado por la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) de manera ininterrumpida entre cada noviembre y diciembre ya lleva acumulados un total de 65 mil jóvenes, 13 mil de ellos en la edición que acaba de finalizar. La provincia está representada en toda su complexión, desde San Nicolás, en el vértice boreal, hasta Villarino, en el talón austral; y desde Adolfo Alsina, en la pampa casi seca, hasta el corredor atlántico.

Distribuidos en tandas de dos días, una pandemia estudiantina copó el complejo construido por Perón para que los obreros del país pudieran gozar de las vacaciones establecidas por derecho y, en muchos casos, incluso conocer el mar. Allí, durante la última semana de noviembre y la primera de diciembre, cada colegio problematizó cuestiones sociales, políticas, culturales y emocionales. La clave del éxito (en cada edición se suman chicos, escuelas y ejes) reside en que no se trata de un amontonamiento de charlas inertes. De algún modo se subvierte el paradigma convencional de la educación, ya que los pibes quiebran la unidireccionalidad educador-educando con una participación activa: se expresan, procesan y producen. La info no se consume preconcebida, cada uno debe terminar de cocinarla con su propio cráneo. 

El objetivo es que cada colegio recoja historias de sus territorios, barrios, escuelas y ciudades para activar las memorias locales y denunciar las violaciones a los derechos humanos. Cada uno entiende a su lugar de procedencia como un espacio de intervención y militancia. Las plataformas son múltiples: video, radio, obra de teatro, murga, mural, música o fotografía. Los grupos presentan oralmente su trabajo, lo defienden y bancan con el cuerpo, lo exhiben. La acción transcurre en dos carpas externas y en el auditorio de uno de los edificios del complejo, donde también se realizan talleres y fotos. La idea es compartir experiencias y reflexionar colectivamente.  

Los tópicos tratados marcan la cartografía de las preocupaciones de la juventud bonaerense (y, por extensión, nacional también): represión y violencia institucional, precarización laboral, cuestiones de género y de diversidad sexual, derivaciones políticas del propio territorio, prejuicios sociales y vaciamiento cultural. “Durante estos días, ustedes fueron marcando lo que todavía le falta a la democracia, siempre sobre la base del respeto a los derechos humanos”, arengó Sandra Raggio, directora de la CPM, en el acto de cierre. O, como resumió el Premio Nóbel Adolfo Pérez Esquivel en una de las charlas más concurridas: “La revolución nace por la indignación frente a las injusticias”.