No lejos del centro, las calles arboladas protegen del sol de enero. Es viernes por la mañana y un atril con baqueteados libros usados indica en la vereda de 3 de Febrero 1065 la puerta de un lugar que al entrar parece una casa hecha de libros, de libros nuevos, la profundidad de cuyo espacio evoca una fantástica biblioteca borgeana.

El librero y editor Leopoldo Laborde, más conocido como Poli Laborde, se acoda de pie en el mostrador de su librería y habla con desenvoltura memoriosa ante el grabador encendido. Su relato se remonta a sus comienzos, en los años '80; a una calle Córdoba que todavía no era peatonal y una galería comercial a la altura del 1100. Allí tres socios eligieron como nombre de su librería una palabra que significa "libro" en una lengua que ellos creían perdida "hasta que pasó un turco por la puerta y dijo: no es ninguna lengua perdida, eso es árabe". Aquella librería en galería La Favorita se llamaba Kitab.

Los otros dos socios eran su hermano Jorge Oscar Laborde, a quien todo el mundo conocía por Peteco Laborde, y Luis Etcheverry. Ambos escribían en el suplemento de Cultura del diario La Capital que dirigía Gary Vila Ortiz: Etcheverry (hoy jubilado) era crítico de cine y Peteco terminó siendo secretario de redacción. "Pero falleció muy jovencito, falleció a los 42. Trabajó en Barcelona y trabajó en el Pravda de Moscú", recuerda su hermano. En una entrevista por Julieta Toniello, Ovidio Lagos Rueda cuenta cómo Peteco Laborde intervino en la revista rosarina Boom, que Lagos Rueda dirigía entre 1968 y 1970.

Kitab es historia. "Producto de una gran suba de alquiler, cuando La Favorita era de Ramón y Ángel García, cambié de rubro, porque con libros no podía", rememora Laborde con agobio. Pero su tono de voz recupera pronto el brío cuando enumera la serie de locales de Laborde Libros, dos de ellos a estratégicos cien metros de la Facultad de Humanidades. "Y después estuve veinte años en calle Entre Ríos al 600, en dos direcciones: 640 diez años, 647 otros diez, y ahora hace diez años que estoy acá. Sí, más o menos unos 40 años -contabiliza- que me estoy dedicando al libro. La parte editorial debe tener unos diez, doce años, menos, pero estoy editando mucho, estoy sacando un promedio de cinco libros mensuales. Para la ciudad, es muchísimo".

Más de un libro por semana. Los rubros son variados: psicología, psicoanálisis, filosofía, ciencias de la educación y además pedagogía, antropología, sociología, epistemología, política ambiental, bioética y por supuesto crítica literaria, novela, cuento y poesía. Muchos de los autores y autoras provienen de las Facultades de Psicología y de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. "Siempre trabajé los libros de Elena Achilli en antropología, hice todos los años la Revista de Ciencias de la Educación, y sigo haciendo otras cosas de antropología y educación. En psicología tengo varios autores que trabajo. También edité una revista que en una época se vendía bien, que se llamaba La diosa Episteme, que la editaba conmigo Esther Díaz de Kóbila. Ella fue titular de la cátedra de Epistemología de la Facultad de Psicología. Y ahora, en este momento; lleno de trabajo, en una época en que no hay tanto trabajo. Hoy acabo de hacer una orden de edición de una persona que vive en Estados Unidos: Mireya Camurati. Ella tiene un libro anterior editado por Corregidor, agotado, Los Raros De Borges. Ella vive en Buffalo, Estados Unidos, y ahora editó conmigo un libro que se llama Conmigo misma. También estoy editando para gente de San Pablo, Brasil. El catálogo ya tiene 400 títulos".

 

"Los libros académicos tienen asegurados sus lectores universitarios, que vienen a buscarlos siguiendo una recomendación".

 

"Acá en Rosario la tienen distintas librerías: Buchín, por estar frente a Humanidades; Homo Sapiens, El Juguete Rabioso, Oliva. Y se vende acá. Y en Buenos Aires vender, y que te liquiden y te paguen, ya es todo un éxito. Salvo algunas personas que en Buenos Aires venden en el exterior, que te pagan a la semana. Y venden en las universidades de Estados Unidos. La lengua española es la segunda allá. Entonces son tipos extremadamente correctos. Venden muy bien y pagan muy bien. También se vende en Córdoba y en distintos lugares de la provincia de Santa Fe. Se vende mucho a través de las redes, se vende en la web de la editorial (www.labordeeditor.com.ar) y a través de Mercado Libre. Pero es difícil imponer un libro de una editorial pequeña y que no es de Buenos Aires. Un autor rosarino no tiene una proyección nacional. Salvo los que son puntualmente buscados, o que lográs imponer el libro en Salta, en Córdoba o en algún instituto. A veces se vende más en el mercado local: si al libro lo ponen en el programa hay un público que lo busca. Normalmente pasa. Hay muchas ediciones que se van vendiendo de a poco. Y hay algunos que lamentablemente no se venden. Porque son autores desconocidos y porque la temática no es que la gente la está buscando. Lamentablemente la poesía se vende menos que lo académico".

Entre tesis de doctorado y bibliografías de cátedra, hay también obras que abordan problemas sociales desde una formación académica y en lenguaje accesible al público en general. Laborde publicó el año pasado la segunda edición corregida de Madres no mujeres. Embarazo adolescente, de la psicoanalista argentina Laura Kait, que se basa en su amplia experiencia clínica en Barcelona, donde vive y trabaja. La autora interroga los contradictorios entramados con que institución, ley, medicina, familia y sociedad anudan o desarman un sujeto y un vínculo, en historias de niñas que son madres antes de ser mujeres. Cada una es singular pero de lo común emerge un concepto teórico.

Los libros académicos, cuenta Laborde, tienen asegurados sus lectores universitarios, que vienen a buscarlos siguiendo a menudo una recomendación. Aún así, son "ediciones pequeñas, de 200 ejemplares, que se tarda a lo mejor un año en venderlas. Y algunas cosas se reeditan y otras no, porque se tarda mucho tiempo en la venta. Y es muy difícil reeditar un libro que tardó mucho tiempo en venderse. Por los costos. Aparte los costos aumentan. El papel aumenta, la película aumenta, la tinta aumenta. Todos corren con el dólar. Y tenemos que modificar los presupuestos lo menos posible para no modificar el presupuesto que uno le dio al autor". El autor paga la edición, advierte el editor. "La paga en dos o tres veces, cuatro veces; el proceso dura, desde que trae la obra hasta que la obra está en la calle, entre 60 y 90 días. En ese tiempo, el autor paga la obra. Y después empieza la recuperación. A todos los libreros se les da una bonificación y el autor recupera un 65% del valor tapa. Si la obra se vende, logra recuperar la inversión. Y si no, la va recuperando de a poco. Y así fue como tenemos muchos títulos, cada vez más. Algunos títulos ya tenemos en España, porque los llevamos nosotros: Barcelona, fundamentalmente. Pero el librero de Barcelona es bastante cuidadoso en los libros que uno les deja en consignación. Te piden dos o tres, por problemas de espacio. Y también se nota la crisis en España, porque la liquidación es muy lenta. En la librería tenemos muchas consignaciones de otras editoriales: Siglo XXI, Paidós, Fondo de Cultura, Manantial, Topía, Letra viva, Grama, Noveduc. Y uno vende, lo liquida del 1 al 10 y lo paga el día 20. Bien, bien, es mucho lo que se edita en el país. Aparte de los títulos que son acompañados por la televisión y que son muy buscados: Isabel Allende, Mankel, Murakami".

Otro atractivo del lugar son los talleres y ciclos de charlas sobre literatura que atraen gente incluso en enero. Laborde se queja, pero el ritmo es constante y no baja de quince compradores por día. Los lectores siguen comprando libros. Tienen cuentas corrientes o pagan con tarjeta; siguen prefiriendo el objeto libro, dice, "en papel, con tapa, con solapa", a las pantallas y anillados. "Soy lectora fanática", confiesa una mujer que acaba de adquirir dos usados que estaban en oferta afuera en el atril. Si bien nuevos oscilan entre $200 y $500, ella se lleva Shibumi, un clásico del espionaje, de Trevanian, por $40. Junta un puñado de billetes, se queda charlando un ratito y expresa la alegría de quien ve salvado su fin de semana.