La violencia simbólica cada vez está más de moda y las redes sociales permiten encarnizarla sin consecuencias, especialmente contra las mujeres que se atreven a meterse en territorios supuestamente vedados para nosotras, o que hacen bandera de corporalidades diversas, desobedientes. Stopgordofobia.com es una plataforma que pregona “todos los cuerpos, todas las bellezas”, son ocho representantes de países hispanoparlantes que denuncian, desde 2013, el estigma sobre la gordura, su discriminación en la vida y en la virtualidad (que nada tiene de irreal). Stopgordofobia en Facebook tiene más de 50.000 seguidores y @stopgordofobia en Twitter lleva adelante la campaña #StopGordofobia para visibilizar la burla, los chistes, los insultos en la calle, el acoso médico y el rechazo que se cocina, a fuego lento, desde el siglo XIV: no existían las balanzas ni la tiranía de la belleza. 

Pero la actualidad es muy diferente porque la violencia se potencia por mil en las redes sociales y en casi todos los medios de comunicación. En Vimeo, el documental Gordofobia, de ocho minutos, resume: “Ojalá fuera una mujer como los medios mandan. Ojalá vientre plano, una piel tersa, cero celulitis. Ojalá las curvas perfectas, ni muchas ni pocas. Cuando tenga todo eso, cuando sea perfecta, aclanzaré el cielo”. La realización, de la Universidad de Valencia, tiene textos del fanzine Gorda!, de las webs docemiradas.net y palomitasenlosojos. Allí se ve el cuerpo desnudo y en detalle de las protagonistas, fragmento por fragmento ¿imperfecto?, no, solamente disidente de la norma. “La gordura es todavía una constante en el lenguaje de la vergüenza. Amaría vivir en una cultura donde gorda significara tener más tejido adiposo que el promedio y en la cuál no se implicara nada acerca del carácter de una. La dieta, es el sedante político más potente en su historia. ¿Cuántas cosas dejamos de hacer esperando tener el cuerpo perfecto?” 

En Twitter, una búsqueda de “gorda”, explica el por qué: Gorda Fofa y Tetuda (a Milagro Sala), La Gorda de Ángela Torres (víctima de bullying en su paso por Bailando por un sueño), la gorda Carrió, etcétera. Tan desesperante como éstos, son los muchos, pero muchos tuits donde chicas de menos de 20 años repiten: “Me siento gorda y fea. Me odio”.

En los últimos meses, el hashtag #Gordofobia y #StopGordofobia se convirtieron en una etiqueta cada vez más utilizada para llamar la atención sobre este problema. No el de la gordura, sino el de la gordofobia, entendido como la repulsión y el desprecio hacia las personas gordas. Hay muchos estudios al respecto que analizan cómo el patriarcado apunta a la sumisión y cómo la mujer hambrienta es “políticamente castrada”.

Una de las creadoras de la iniciativa Stopgordofobia es Magda Piñeyro, autora del libro STOP Gordofobia y las panzas subversas, dándole visibilidad analógica al problema y sentenciando cómo la hiperinvisibilidad es el nuevo racismo. El bullying gordofóbico azota con más fuerza no sólo a lxs gordxs, sino a lxs flacxs con anorexia, bulimia, aislamientos, depresiones, ansiedades y finales trágicos por cuerpos diversos.

Para terminar, como frutilla del postre, la celulitis tuvo un lugar de privilegio en las redes estas últimas semanas con el hashtag #cellulitesaturday, con el objetivo de mostrar cuerpos “imperfectos”, a pesar de hacer todo el esfuerzo por combatirlos. Nació en Canadá, explotó por el mundo y llegó al país, donde la ONG AnyBody la renombró #CelulitisSabado. Se sumaron cientos de chicas mostrando sus piernas, sus pozos y sus historias. Generó rechazo, generó aceptación, pero sobre todo, visibilizó la tiranía de la gordofobia.