“Después de filmar Matrix, he tenido que abandonar las gafas ahumadas. Es instantáneo: ni bien me las calzo, la gente en la calle comienza a reconocerme...”, lagrimeaba la actriz Carrie-Anne Moss tiempo atrás, al referirse al look característico de su Trinity de la trilogía Wachowski, personaje que la posicionó en la cresta de la ola sci-fi. Por aquel entonces, posmoderna quintaesencia fashion, además de popularizada estética de un distópico futuro, con sus tapados de -presunto- cuero y sus anteojos pequeños y ovalados de cristales oscuros, aire minimal y montura metálica. Pues resulta que, desde 2017, ese futuro distópico ha comenzado a cumplirse... Al menos en materia de tendencias, en tanto -por razones difíciles de comprender- las gafas ínfimas de los 90s han cobrado renovados bríos. Si Morpheus dio a Neo la chance de elegir entre la pastillita roja (la cruda realidad) y la azul (dichosa ignorancia virtual), la ascendente predilección no ha dispensado tal gentileza a humanos todos, con cantidad de influencers vociferando –desde hace ya varios meses– que lo que va es el anteojito retrofuturista noventero.

Y no, no se trata de un caprichito (demasiado) pasajero, según afirman webs especializadas en el tema. Desde Francia, cuna de la elegancia, lo confirman al son de “Para bien o para mal, son los nuevos objetos de deseo”. Por si las moscas, revista Marie Claire advierte que el tentador accesorio entre millennials híper conectados solo pasará la prueba si es acompañado por pilcha ultrasofisticada: “Para los mortales comunes -aclara- difíciles serán de llevar sin dejar una cargada estela de obsolescencia”. Así y todo, además de augurar un 2018 con espíritu más lencero, estampados pitón, maxilunares y sobredosis de flecos, asegura la sección SModa de El País que el novísimo año estará signado por las benditas gafas, en su ecléctica gloria. Cuadradas, ovaladas, hexagonales o levemente cat eye, el denominador común es la lente lo más estrecha posible, “como si se hubiera encogido”. Oh, y de cualquier color disponible: rosados, verdes, anaranjados; el arcoíris es el límite. “Elígelas con formas alargadas y tonos metalizados”, incita la web ibérica a los no tan early adaptaters, despachando algunas sugerencias: “gafas con montura al aire de Acne”, “gafas tipo cat eye metalizadas de Louis Vuitton”, “gafas cuadradas de House of Holland”.

“¡Cuánto más pequeñas, mejor!”, sería el correcto slogan de la tendencia, al que podría agregarse pertinente aclaración: si cubren ciento por ciento los ojitos del sol, evidentemente están fuera de onda. De poco servirían estos petits modelos en boga a los jueces chinos del siglo XXII, que usaban gafas ahumadas de cuarzo tanto para protegerse de rayitos UV como para ocultar sus expresiones faciales cuando interrogaban a potenciales tránsfugas y bellacos. Ni qué decir a los prehistóricos inuit, de las regiones árticas, que para combatir la resolana tuvieron que conformarse con primitiva versión (apenas unas hendiduras sobre esculpido marfil de morsa). Para ellos, los chiquitos, ¡flor de desgracia!

Para las colecciones 2018, el accesorio estuvo presente en la pasarela de Balenciaga, Gucci, Vetements, Stella McCartney, Prabal Gurung o, por caso, Prada. A nivel local, la firma Alen revivió los 90s en la última edición BAFWeek, convocando a modelos ícono de aquella década, algunas luciendo las afinadísimas gafas en juego. Empero, si hay que señalar posibles responsables, el dedo apunta instantáneamente a “pioneras” como la cantante Rihanna, que en el pasado año vistió diversos mini-modelos ópticos en distintas alfombras rojas, incluida la del último festival de Cannes. A la modelo Bella Hadid, especialista en llevarlos a media caída en el puente de la nariz. A las IT girls Kendall y Kylie Jenner. O empujada ya por su maridito Kanye West (¿hacia el precipicio de la moda?), a Kim Kardashian, dueña del toque de Midas.

Lógicamente desconcertada por el rescate de los modelos 90s retrofuturistas, la editora de las áreas fashion news y plataformas emergentes de Vogue, Steff Yotka, se preguntó recientemente para qué usarlos si no cumplen el fin básico de proteger contra el sol, y discurrió sobre un posible motivo: “Tras años, ¡décadas!, usando las celebridades antejos negros como mecanismo de defensa contra ojos curiosos y flashes agresivos, el accesorio destinado a ocultarlas se ha convertido en exactamente lo opuesto. Usar lentes miniatura es pedir que te vean y te fotografíen. En vez de suscribir al anonimato como marca de prestigio, la fácil disponibilidad lo ha devorado todo”. ¿Será...? Al menos, podrá contentarse la actriz Moss: si vuelve a la carga con el look de antaño, pasará desapercibida en el inminente mar de Trinitys y Neos.