River y Boca jugarán mañana el primer y único clásico del verano 2018. Será en Mar del Plata y con tribunas llenas. A pesar de su elevado precio, 450 pesos las populares y hasta 4.200 los palcos, las entradas se agotaron el martes último en menos cuatro horas. Hasta acá, la no noticia: Boca-River podrían llenar dos o tres estadios José María Minella, es el partido que todos queremos ver aunque sepamos que en el brindis de fin de año nadie se acordará del resultado de mañana. Pero hay una excepción en la historia, el día en que nadie, o casi nadie, quiso ver el superclásico. El domingo 5 de mayo de 1985, River-Boca fueron contratados para jugar en San Salvador de Jujuy y el amistoso debió suspenderse 40 minutos antes de su hora programada y no por hechos de violencia entre el público sino por un paisaje contrario: falta de hinchas. Casi no había gente en las tribunas. Parece una imagen de “El día después de mañana” o de alguna otra película de ciencia ficción en la que la gente huye de las ciudades. O el éxodo jujeño en versión superclásico.

El Boca-River perdido en la historia, el que debía sumarse a los 365 que se jugaron –incluidos oficiales, amistosos, copas locales, internacionales, amateurismo y profesionalismo–, está oculto en una nube de bruma y misterio a tono con su suspensión: los protagonistas, o quienes debían haber sido sus actores principales, casi no recuerdan el hecho. Incluso, algunos lo niegan. Tiene cierta lógica: pasaron más de 32 años y lo único que ocurrió, o todo lo que ocurrió, fue que no sucedió nada. Futbolistas de River y de Boca que viajaron al norte de la Argentina y que el día previo habían jugado la primera jornada de un cuadrangular pretenciosamente llamado “De las Estrellas” (también integrado por Gimnasia de Jujuy y Juventud Antoniana de Salta) repiten frases como “ah, ahora que me lo decís puede ser”, “uh, me suena pero no sé qué decirte” o, directamente, “no tengo idea de lo que me preguntás”. Incluso el (no) árbitro, Mario Gallina, se sorprendió por la pregunta: “Disculpame pero no tengo buena memoria”.

Y sin embargo el archivo confirma que el hecho (no) ocurrió. “Increíble: suspenden un Boca-River por falta de interés”, tituló Diario Popular al día siguiente, el 6 de mayo. “Un torneo catastrófico”, publicó Crónica, el único medio de Buenos Aires que cubrió el cuadrangular con un enviado especial. “Una amarga lección”, editorializó El Pregón, de Jujuy. “¿River y Boca no le interesan a nadie?”, se preguntó, desconcertada, la revista El Gráfico de esa semana. Pero además de los diarios viejos hay alguien que, más de tres décadas después, sí recuerda el desastre. Es el hombre que peor quedó parado y peor la pasó: su organizador, o su fallido organizador, Gustavo Sandoval, entonces sargento ayudante del Ejército en el Grupo 5 de Artillería de San Salvador de Jujuy y empresario en ciernes bajo el nombre de “Sandoval Producciones”, hoy dueño de un boliche y vinculado a la producción de grupos de música tropical. “No sé qué pasó. Jujuy es muy misterioso. Acá ha fracasado River-Boca por única vez en la historia”, dice al otro lado del teléfono, como si todavía lo lamentara.

El contexto explica una pequeña parte de lo inexplicable. Aquel domingo no hubo fútbol oficial en la Argentina porque la selección debía jugar un amistoso ante Brasil, en Salvador de Bahía. Al torneo “De las Estrellas”, entonces, no viajaron Oscar Ruggeri, Ricardo Gareca y Nery Pumpido, los tres jugadores de River que habitualmente eran convocados a la selección de Bilardo que a fin de mes comenzaría sus peripecias en las Eliminatorias para la Copa del Mundo de México 86. Pero aún así en el norte argentino estuvieron Enzo Francescoli y Norberto Alonso, autores de los tres goles (dos el uruguayo, uno el Beto) con los que River venció 3-0 el sábado a Gimnasia de Jujuy, entonces participante de la liga local. La formación del equipo de Héctor Veira, que todavía tenía vida en la rueda de perdedores del Nacional 85 y se aprestaba a debutar en el Metropolitano 85/86 que finalmente ganaría por amplia ventaja (y que sería el primer paso a las Copas Libertadores e Intercontinental del año siguiente), era un equipo interesante: Goycochea; López Turitich, Borelli, Karabín, Montenegro; Gorosito, Gallego, Alonso; Amuchástegui, Francescoli y Alfaro.

Boca, en cambio, estaba en crisis. Ya había quedado eliminado del Nacional 85, incluso de la rueda de perdedores. A comienzos de año, por la primera fecha del torneo, había visitado Jujuy y perdido 1-0 contra Altos Hornos Zapla. Su último partido en el torneo de AFA había sido un mes atrás, ante Independiente, el día en que una bala policial mató a un chico de 14 años, Adrián Scaserra. Con más de tres meses sin fútbol oficial, el equipo al que entonces dirigía Alfredo Di Stéfano necesitaba sumar amistosos para reencauzar la economía de un club que el año anterior había estado en bancarrota –y que había sufrido derrotas insólitas, como el 1-9 ante el Barcelona por la Copa Gamper–. A finales de abril viajó a Misiones y perdió 6-0 contra Guaraní Antonio Franco, un partido en el que el habitualmente bravo cacique Roberto Passucci se sintió impotente y abandonó la cancha cuando faltaban 10 minutos. Pocas semanas después, en su debut en el cuadrangular en el Norte argentino, fue el turno contra Juventud Antoniana, en Salta. El partido terminó 2 a 2 y un Boca deshilachado jugó con Gatti; Gómez, Fornés, Di Natale; Olarticoechea, Di Gregorio, Sisca; Giachello, Tapia y Graciani. El torneo “De las Estrellas” debía cerrarse al día siguiente, el domingo 5 de mayo, pero el partido nunca se jugó. La atmósfera ya estaba contaminada.

“Después del partido con Juventud Antoniana, comenzaron los problemas para Boca –escribió el corresponsal de El Gráfico en Jujuy, Walter Abascal–, por ejemplo con la cuenta en el hotel Huaico de Salta. Los boquenses dijeron que estaba a cargo de los organizadores, pero la gerencia del alojamiento no dejó lugar a dudas: ‘Que alguien la pague y se van’. Los dirigentes se quedaron como rehenes para que los jugadores pudieran viajar a Jujuy. La situación se salvó cuando, del otro lado de la línea, Sandoval logró un respiro”.

“Yo me mandé una macana y fue que, en Jujuy, hice compartir el alojamiento a los dos planteles –recuerda Sandoval, 32 años después–. En la cena del sábado, el Loco Gatti empezó a decirles a los jugadores de River ‘nosotros ya cobramos’ y un dirigente de River quiso cobrar por adelantado. Es cierto que, según el contrato, yo debía pagarles el sábado, pero las recaudaciones de la primera jornada habían sido malísimas. Yo no sé qué pasaba. El año anterior, en 1984, había llevado a River a Jujuy y había sido un exitazo. La cena pasó entre cargada y cargada y les dije a los de River que cobrarían el domingo por la mañana”.

Los diarios de la época registran el fracaso de la primera jornada. “Estadio casi vacío”, tituló el Tribuno de Salta en un recuadro de su cobertura de Juventud Antoniana vs. Boca. “¿La recaudación? Ni me la pregunte. Yo pensé que iba a ser poca la gente por la situación económica, pero no tan poca”, publicó El Pregón de Jujuy unas declaraciones de Sandoval. Es cierto que los River-Boca recientes, en Buenos Aires, habían sido una copia barata de la grandeza del pasado. Después de los fabulosos duelos entre Maradona y Kempes en 1981, los superclásicos entre 1982 y 1984 se jugaron con tribunas semivacías. La crisis había golpeado muy fuerte a River en 1983 y a Boca en 1984, pero aún así era “el clásico de todos los tiempos”, como lo anunció el diario El Tribuno del domingo 5.

“El domingo por la mañana no conseguí la plata y les dije a los dirigentes de River que les pagaría después del partido –retoma Sandoval–. Ellos se negaban, pero conseguí que los dos colectivos con los jugadores partieran hacia la cancha de Gimnasia. Llegaron hasta la curva previa al estadio, listos para jugar. Boca, en verdad, quería jugar aunque no le pagara. Los dirigentes me decían ‘traete un equipo del mercado del Abasto y jugamos igual’. Necesitaban la plata. Pero el tema era River”. “A mí me interesaba que Boca jugara ante sus hinchas –le dijo el presidente de la delegación de Boca a El Pregón–. Yo le comenté a Sandoval que buscara algunos jugadores para llegar a 22. Nosotros teníamos 17. Mi club está un poco caído, es cierto, pero más allá del dinero está el desaire al público”.

Como la selección jugaba por la tarde, el primer partido de la última jornada, Gimnasia de Jujuy vs. Juventud Antoniana, comenzó a las 10.30. El superclásico debía ser a las 12.30. Según El Gráfico, había 3.500 personas en las tribunas. “Nooo, mucho menos que eso. Había 1.700 a lo sumo –corrige Sandoval–. El problema es que los empleados municipales todavía no habían cobrado su salario. Los números no me daban, era imposible. El Bambino Veira quería jugar, pero había un dirigente de River que estaba encaprichado y ordenó que el equipo se volviera al hotel, así que anunciamos por altavoz que devolveríamos la plata a los hinchas que ya estaban en la cancha. Pasaron por boletería y recuperaron su dinero”.

Los colectivos con los planteles de Boca y de River volvieron al hotel y los jugadores vieron Brasil vs. Argentina por televisión. Crónica publicó una foto de los equipos mezclados. “Con el tiempo cancelé todo y no les quedé debiendo ni una moneda –recuerda Sandoval–. Perdí plata, años de vida. Ahora solo quiero decirles a los dirigentes de los dos clubes que me den una nueva oportunidad. Que me digan cuánto es y que vengan a Jujuy. Fue la única vez que me fue mal en mi carrera”. Muy bien señores, ahora Daniel Angelici y Rodolfo D’Onofrio tienen la palabra.