El papa Francisco les pidió a los jóvenes de la Amazonía peruana que conserven su autenticidad, al visitar un albergue de la ciudad de Puerto Maldonado poblado por niños sin familias o en condiciones de pobreza extrema.

“El mundo los necesita, jóvenes de los pueblos originarios. Y los necesita tal y como son. No se conformen con ser el vagón de cola de la sociedad, enganchados y dejándose llevar. Los necesitamos como motor, empujando. Escuchen a sus abuelos, valoren sus tradiciones, no frenen su curiosidad. Busquen sus raíces y, a la vez, abran los ojos a lo novedoso, sí, y hagan su propia síntesis”, dijo Francisco, en una demostración más de la importancia que le da a su contacto directo con la juventud.

“Ustedes son para todos nosotros la señal de las inmensas potencialidades que tiene cada persona. Para estos niños y niñas, (ustedes) son el mejor ejemplo a seguir, la esperanza de que ellos también podrán”, agregó.

En el hogar El Principito, impulsado desde 2006 por el sacerdote suizo Xavier Arbex, viven 42 niños. Para la ceremonia de ayer llegaron además al lugar varios niños y adolescentes internados en otros albergues de una zona duramente castigada por la violencia y por la explotación sexual y laboral de los menores.

El Papa escuchó el testimonio de Dirsey Garica, quien llegó al albergue tras perder a sus padres en un accidente, que emprendió un negocio de exportación de zapatos a Chile para financiarse los estudios y que hoy, sin dejar esa actividad, está por titularse de psicóloga.

“Dirsey, vos fuiste valiente y nos lo compartiste. Y me decías que deseabas que mi mensaje ‘sea una luz de esperanza’. Pero déjame decirte algo: tu vida, tus palabras y la de ustedes son una luz de esperanza. Gracias por ser luz de esperanza para todos nosotros”, le respondió Francisco, profundamente conmovido.

“Algunos de ustedes proceden de las comunidades nativas. Con tristeza ven la destrucción de los bosques. Sus abuelos les enseñaron a descubrirlos, en ellos encontraban sus alimentos y la medicina que los sanaba. Hoy son devastados por el vértigo de un progreso mal entendido”, se lamentó Francisco ante sus oyentes, en una nueva diatriba contra el extractivismo sin conciencia.

“Los ríos que acogieron sus juegos y les regalaron comida hoy están enlodados, contaminados, muertos. Jóvenes, no se conformen con lo que está pasando. No renuncien al legado de sus abuelos, no renuncien a su vida ni a sus sueños”, agregó el pontífice, que ha hecho del tema ecológico uno de sus principales puntos de denuncia en su presencia en la selva.

Francisco tuvo palabras de elogio para Arbex, de 76 años y radicado en el Perú desde hace más de tres décadas, por su labor social que es reconocida en Puerto Maldonado y todo el departamento de Madre de Dios.

El Papa, al terminar la ceremonia en la que había una veintena de obispos, se fundió en un abrazo con Arbex, un simpatizante de la Teología de la Liberación.