Axel Geller luce algo cansado, acaba de bajarse de un avión hace algunas horas y recién se está acomodando en su cuarto en la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California, su nuevo hogar. El argentino de 18 años viene de hacer una especie de pretemporada en Auckland con sus compañeros del equipo de tenis. Sin embargo, nada le quita la emoción mientras disfruta de su último fin de semana antes de arrancar las clases. “Fue un vuelo larguísimo pero acá estoy, no hay freno: el lunes empiezo las clases y el jueves ya tenemos el primer torneo, comienza una nueva etapa después de un 2017 soñado y estoy disfrutando de todo lo que me toca vivir y de lo que vendrá”, le cuenta Geller a Enganche. 

Para Geller, el estudio es cosa seria y apasionante como el mejor de los juegos. Está al nivel de su pasión, el tenis, que empezó a germinar cuando empuñó una raqueta por primera vez a los 4 años en el Club de Campo Mayling de Pilar. Con 18 años, Axel es una promesa del tenis argentino y también una de esas personas con las que quisieras que el azar te siente cerca en un cumpleaños de los que duran un lustro: selecciona cada palabra especialmente y el temario de temas puede ir desde saques, reveses y derechas hasta teorías de economía, premios Nobel y el rol de la política. Desde que fue campeón del Orange Bowl sub14, desde distintas universidades comenzaron a seguir su desarrollo. A mediados del año pasado, y antes de irse de viaje de egresados, Geller hizo un tour por prestigiosas universidades, como Stanford, Harvard, Philadelphia y Princeton. Después de terminar el secundario cursando normalmente en el colegio San Andrés y con un gran promedio de notas decidió continuar formándose académicamente. En el medio, fue finalista de dos Grand Slams en singles, ganó el título de dobles en Wimbledon, sumó sus dos primeros puntos ATP y se convirtió en el mejor tenista juvenil del planeta, para sumarse a una destacada lista de argentinos que llegaron a ese lugar como Federico Browne en 1994, Mariano Zabaleta en 1995 y Brian Dabul en 2002, entre los hombres, y Gabriela Sabatini en 1984, Patricia Tarabini en 1986, Cristina Tessi en 1988, Florencia Labat en 1989 y María Emilia Salerni en 2000, entre las mujeres.

Con un potencial deportivo para explotar a la vuelta de la esquina, Geller decidió un camino alternativo y expone su elección con claridad. “Mi sueño lo tengo claro, quiero ser tenista profesional porque el tenis es mi pasión, sueño con ganar Wimbledon y no quiero que nada afecte eso para cumplir mis expectativas. De hecho, creo que venir a la Universidad no modifica mi objetivo, lo potencia, y me ayudará en este camino”. Mientras tanto, termina de decidir si estudia Economía con especialidad en finanzas o Ingeniería industrial al mismo tiempo que ya cursa la primeras materias.

–¿Se puede estudiar y jugar al tenis al mismo tiempo?

–Yo pienso en seguir jugando a full al tenis y sólo hay que organizarse por la demanda de tiempo. Se puede. Son casi 20 semanas libres al año que tengo: acá se divide en tres trimestres de 10 semanas, además de las semanas de examen, y en esas semanas puedo competir (sin cobrar los premios, solo los de los gastos, como requisito a la beca deportiva) y si quisiera puedo tomarme el trimestre entero, pero por ahora me estoy adaptando al ritmo de vida acá. 

–¿Cómo te organizas?

–Tengo mi schedule bien armado, pero después es increíble toda la experiencia de la Universidad. También puedo pedir no ir a clase para entrenar si quiero hacer un doble turno. Hace poco hice eso, llegué antes y mi entrenador me dijo que había alguien que me quería conocer si quería entrar en calor y terminó siendo Sergey Brin, cofundador de Google. Y así pasa todo el tiempo acá, mi room-mate hace física al nivel de Einstein y es su primer trimestre o vas a entrenar más temprano y te cruzas con el equipo de natación y con Katie Ledecky (múltiple campeona olímpica y plusmarquista mundial) nadando como una más. Todo el tiempo tenés ese tipo de experiencias.

–¿Cómo analizás todo lo que te pasó en 2017?

–Fue increíble. No lo esperaba, sobre todo porque arranque el año un poco tarde. Tenía expectativas de medirme, sabía que podía ganarle a los de arriba. Pero otra cosa era terminar 1º, porque arranque sin competencia, gané un Grado 1 en Ecuador y ahí empecé.

–¿Imaginabas que te adaptarías tan bien al pasto?

–Es muy loco porque no había jugado nunca en mi vida en pasto. Por eso llegamos temprano a Londres para prepararme. El primer día que llegamos fuimos a entrenar a las únicas canchas que conseguimos y no me sentí bien, estaba decepcionado. Pensaba ‘cómo voy a hacer para jugar en estas canchas que no pican’, no veía que me pudiera ir bien. Pero corrí esos pensamientos: tenía que entrenarme, ponerle buena predisposición. A la semana siguiente arranqué el torneo ahí en Roehampton (donde se juega la clasificación de Wimbledon en profesionales) y las canchas ya eran mejores de las que habíamos entrenado el primer día, al menos picaban más parejas.

–¿Ahí hubo un click?

–Sí, pero no tanto desde el juego. Yo sabía que metiendo el saque más o menos iba a andar (mide 1,92m y ha sacado por encima de los 230 Km/h), pero el primer partido me tocó justo una cancha que no habían usado y estaba el pasto increíble… el click fue mental. ‘Voy a disfrutar de estar acá, de jugar en pasto que siempre lo vi por televisión, esto me gusta’, me dije. Y después fui agarrando confianza y compitiendo muy bien, hasta ganar ese torneo. 

–Y la emoción se multiplicó todavía más en Wimbledon…

–También llegó mi papá y pudimos disfrutarlo juntos. Yo no me quería apresurar, porque ya estaba ansioso y si no me iba a afectar. Pero después se fue dando: jugué muy buenos partidos ante rivales duros. Una de las mejores sensaciones fue cuando gané la semifinal. ‘Voy a jugar la final de Wimbledon’ pensaba y me reía solo, pero estaba bastante enfocado.

–¿Te tuviste que abstraer del afuera también?

–Sí, después de cada partido agarraba el teléfono y tenía millones de mensajes, un poco trataba de filtrar (se ríe), te consume si no. Y el vínculo con mis amigos y mi familia lo tenía que tener pero en un momento ya no querés ni darle bola al teléfono porque querés estar metido ahí en lo que te está pasando. Me pasó también durante el US Open o cuando la ITF anunció que quedé Nº1. El día de la final de Wimbledon estuve un poco cansado, me hubiera gustado llegar en otras circunstancias: terminamos la semi de dobles tarde el día anterior. Y en el primer set de la final que nos fuimos al tie-break estaba pensando que si lo perdía iba a estar muy complicado darlo vuelta porque ya estaba muerto. Fue un buen cierre que hayamos podido ganar la final de dobles con Yu (Hsiou Hsu).

Luego de esa conquista y de la premiación, Geller apenas había terminado de ordenar el raquetero y sus cosas cuando alguien de la organización se acercó para decirle que debía acompañarlo… a la sastrería. Sí, Wimbledon tiene su propia sastrería y el junior argentino quedó en manos de un numeroso equipo de sastres que se encargan de tomarle las medidas a todos los invitados para la exclusiva cena de los campeones. Variedad de talles, telas y colores para todos los gustos, y Geller que no había tenido tiempo ni de bañarse se probó sacos encima de la ropa de tenis. Un par de horas después, en el horario estipulado, ni un minuto más ni uno menos, un auto oficial lo pasó a buscar a él y a su papá, Guido, para ir rumbo a la celebración, en Guildhall, un pomposo salón medieval. ¿Cómo terminó la historia?  No iba a perderse la oportunidad de saludar a Roger Federer, por eso se acercó al suizo, lo saludó, ambos se felicitaron por los títulos en el All England y se llevó una foto para el recuerdo.

–Tenísticamente hablando, ¿en qué cosas te va a beneficiar el tenis universitario?

–El año que tuve me sirvió de parámetro para saber que estoy haciendo las cosas bien y me ilusiona que jugadores a los que les gané están pudiendo dar el salto al circuito ATP. Yo estoy definiendo un estilo de juego, y tengo que desarrollar un arma con la que hacer daño, además del saque. Hoy no tengo una derecha regular para jugar en el más alto nivel, por ejemplo. Y después sumar jugadas, saque y red, ser ofensivo con la devolución y armarme desde lo físico para resistir la movilidad y los puntos largos. En eso mejoré un montón con Martiniano (Orazi, ex PF de Del Potro) y acá estoy con un entrenamiento personalizado y una rutina de fuerza y velocidad. Me estoy sintiendo mejor, vamos a ver cómo se da en partidos y espero que me ayude, es otro de los motivos por los que me decidí por venir porque todavía no me da el físico para jugar a 5 sets al nivel de un top100.

–¿Te cambia algo haber terminado Nº1?

–Es algo que está bueno, fue un premio, y cambia en algunas invitaciones que pueden darme a torneos o cosas así, después hay que volver a empezar y no soy nadie en profesionales.

–Al menos te permitirá ser parte de la fiesta oficial de la ITF durante Roland Garros…

–¡Ya conocí a Roger y voy a conocer a Rafa! (eleva el tono) Quizá tenga un poquito más de tiempo para hablar. Justo tengo ese trimestre bastante cargado de cursada pero lo usaré para ir unos días a entrenar a Roland Garros y será un cierre de la etapa de junior, un buen cierre.

HINCHA DE INDEPENDIENTE, FANÁTICO DE GINÓBILI Y ATENTO AL MUNDIAL

Geller es hincha de Independiente y sigue atentamente los partidos cada vez que puede. “Me acuerdo un clásico que yo estaba en Milán, desperté a mucha gente que estaba en el hotel cuando grité los goles a las 2 de la madrugada, je”, cuenta y se fastidia por no haber podido ver en vivo la final de la Sudamericana: “Seguí toda la copa pero la final estaba justo en un vuelo viniendo para la Universidad, al menos festejé cuando me enteré”. Durante Wimbledon, Geller había prometido que se pondría la camiseta de Independiente si llegaba a ganar el torneo (lo hizo en dobles) pero no pudo por un tema de sponsors. Además del rojo y del fútbol local, Geller está pendiente del Mundial de Rusia. “No se cómo ni donde lo veré, pero se le tiene que dar a Messi, ojalá”, dice mientras destaca a Manu Ginóbili como su deportista favorito y a quien le encantaría conocer: “Lo admiro por su humildad, por cómo lidera en su equipo tanto en los Spurs como en Argentina. y el ejemplo de trabajo que da, es increíble lo que hace. Es un deportista tremendo en todos los aspectos”.