Uno, dos, tres, cuatro... veinte. Apenas alcanzan los dedos de las manos y de los pies juntos para contar la cantidad de trofeos de Grand Slam que atesora ya Roger Federer, quien ayer llevó al tenis a una dimensión desconocida con la conquista de su vigésimo grande.

La victoria sobre el croata Marin Cilic por 6-2, 6-7 (5), 6-3, 3-6 y 6-1 significó mucho más que la conquista del Abierto de Australia para el suizo. Así lo demostró el llanto en el que estalló tras recibir su trofeo en el estadio Rod Laver. “Es un absoluto sueño, el cuento de hadas continúa”, señaló antes de romper a llorar como si fuera un novato ganando su primer torneo.

A sus 36 años, Federer sigue quebrando barreras que parecían imposibles. El suizo está habituado a batir récords, pero haber llegado a los 20 Grand Slams constituye un hito tan importante que hasta el propio Federer reconoció haber estado “comido por los nervios” antes de la final.

“Estaba terriblemente nervioso todo el día. Por eso cuando todo terminó sentí tanto alivio”, explicaría luego el suizo, ya más tranquilo y con el trofeo acompañándolo por todos los rincones de Melbourne Park.

Con la victoria de ayer, Federer ingresa al exclusivo “club de los 20” y extiende a cuatro su ventaja sobre el español Rafael Nadal (16 Grand Slams) en la que es tal vez la estadística más significativa del tenis. Ocho Wimbledon, seis Australia, cinco US Open y un Roland Garros lucen en las vitrinas del de Basilea. Por delante suyo solo figuran tres mujeres: la australiana Margaret Court, ganadora de 24 Grand Slams, la estadounidense Serena Williams (23) y la alemana Steffi Graf (22). 

Con su sexto título en Australia –segundo consecutivo–, el suizo se convierte además en el tenista con más trofeos en el Grand Slam inaugural de la temporada junto al serbio Novak Djokovic y al local Roy Emerson. 

Pero las marcas no acaban ahí. Hoy se convirtió a los 36 años y 173 días en el segundo campeón de Grand Slam más veterano en la Era Abierta después del australiano Ken Rosewal, que ganó Australia 1972 con 37 años y 62 días.

El triunfo deja además a Federer a un paso de regresar al número uno del mundo después de más de cinco años. El lunes, cuando se actualice el ranking, sumará 9.605 puntos por los 9.760 de Nadal, eliminado en cuartos de final en Australia. Apenas 155 unidades de diferencia. De conseguirlo, se convertirá en el número uno más veterano de la historia.

Ante Cilic, tal como se esperaba, el suizo afrontó su prueba más dura

del torneo. El croata, campeón del US Open 2014, buscaba revancha tras la final perdida el año pasado ante Federer en Wimbledon. En aquel encuentro, Cilic apenas presentó resistencia por culpa de unas ampollas. Ayer la historia fue muy diferente, aunque el resultado el mismo al de casi siempre. El suizo lidera ahora 9-1 el historial. 

El décimo enfrentamiento entre Federer y Cilic, para empezar, se jugó en un escenario diferente al imaginado. No porque el estadio no fuera el Rod Laver, sino porque los organizadores decidieron desplegar el techo retráctil y encender el aire acondicionado ante el intenso calor y la altísima humedad registrada en Melbourne.

La temperatura marcaba todavía 38 grados centígrados cuando el suizo y el croata salieron al estadio. Después de que la rumana Simona Halep debiera pasar unas horas en el hospital por un cuadro de deshidratación tras perder la final femenina el sábado, la organización aplicó ayer finalmente la muy discutida política de calor extremo.

Federer, mimetizado con el ambiente, salió a la pista prendido fuego y arrasó a Cilic en el comienzo del partido. Volvió loco al croata con todo su repertorio de golpes –slices, drops, globos, subidas a la red– y en 16 minutos ya estaba 4-0. El suizo no le dejaba golpear dos bolas seguidas en la misma posición y ocho minutos después cerraba el set.

En el segundo capítulo, sin embargo, Cilic elevó su nivel y se hizo fuerte con su servicio. Llegaron así al tie-break, donde el campeón del US Open 2014 impuso condiciones para igualar las acciones con un smash. Era el primer set que perdía Federer en todo el torneo. 

Cilic creció en confianza y sus golpes comenzaron a causar cada vez más daño. Sin embargo, Federer dio el golpe en el momento justo para frenar el ascenso del gigante. Quebró para 4-2 tras un error de Cilic y lo gritó con un fuerte “come on”.

El partido volvía a estar en control de Federer, que cerró el set con un ace y volvió a quebrar de entrada en el inicio del cuarto. Sin embargo, Cilic se recuperó cuando perdía 3-1 y con un tenis furioso encadenó cinco games para dar vuelta el set y llevar el encuentro a un quinto y definitivo capítulo.

El croata estaba hecho un torbellino y llegó a disponer de punto de quiebre en el arranque del quinto set. El panorama lucía muy complicado para Federer. “Let’s go Roger, let’s go”, comenzó a gritar el público en la Rod Laver, inclinado claramente por el suizo. Federer escapó y logró quebrar al juego siguiente el potente saque del croata. Todo estaba nuevamente bajo control para el suizo, que puso el pie en el acelerador para no soltar ya a su presa y agigantar aún más la leyenda, si es que cabe tal posibilidad.

AFP