“La guerra nunca cambia”, y lo sabe el videojugador al menos desde que, a partir de 1997, esa frase hizo surco en la cultura gamer como yeite de la apertura del primer Fallout, y fue sampleada en las intros a todas las entregas posteriores de aquella saga que sigue sin ser sobre la guerra sino acerca de sus consecuencias. A diferencia de Battlefield 1, novedad de una de las franquicias blockbuster de la industria del fichín, y que como todos sus precedentes es sobre la guerra y sobre ninguna otra cosa. En este caso, la Primera Guerra Mundial, montada sobre el frenesí y la infalibilidad que ha de proponer uno de trincheras, pero con la teatralidad, el concepto y la épica de una buena narración.

Es que el videojuego está en una condición inmejorable para refrendar su adaptabilidad y esa aparente infinitud técnica, derivada de su naturaleza digital; imponiéndose como dispositivo narrativo relevante e indudable. Nunca antes se tuvo tal seguridad de que un fichín podía contar una historia de modos tan convicentes, emotivos, pirotécnicos y acojonantes como el cine, la televisión, el teatro o la literatura. No con Pac-Man, no con Mario Bros., no tampoco con el primer Uncharted.

Es cosa juzgada y probada de estos últimos años y Battlefield 1 es un imponente producto comercial que entiende esos movimientos y los mete en la mezcladora hasta aportar un entretenimiento esbelto a uno de los tópicos más populares de la historia cultural, o sea la guerra, que ha dado desde Los desnudos y los muertos de Mailer y La patrulla infernal de Kubrick hasta NAM, primer pelotón, y de videojuegos excepcionales como Commandos: Behind Enemy Lines a los peores jamás hechos.

El chiste que el nuevo juego de EA Dice viene a contar –con cierto atropello adolescente y algunos errores y bugs infantiles– en esa aculturada mesa tiene que ver con su destino interactivo: no sólo hay narración y ambientación, también interacción. La guerra acá se vive (y se muere, a veces de maneras brutales y otras de las más estúpidas) in situ y a tempo: así como hay tanques primitivos, biplanos, armas rudimentarias, también aparece la segregación racial en las dotaciones de soldados.

Ocurre ya desde el “preparen, apunten, fuego” del tutorial, que es una exposición del pandemonio afroamericano ante las tropas alemanas pre-nazis y opera como presentación del título: se podrán manejar tanques, lanzar granadas, se la podrá hacer de queruza o jugársela de John Rambo y morir antes de pensar en intentarlo, todo en mapas lo suficientemente vastos. Sin exponer una inteligencia artificial convicente, el juego sí exige inteligencia humana, combinatoria de táctica, estrategia y reflejos, experticia con el mouse/joystick y especial aprecio por los económicos tiros en la cabeza.

Y eso en sus campañas para un jugador, capítulos de un tomo que en general intenta ser muestrario de historias de la guerra: aquélla del enclenque inglés al comando de un tanque Mark V surfeando cuerpos alemanes para llegar a una ciudad francesa, ésa del piloto estadounidense jetón que opera el biplano sobre imponentes postales de picos nevados y aviones explotados, ésta de la rebelde que guerrea a la par de Lawrence de Arabia contra los otomanos. Son viñetas de la guerra (de su “lado oficial”), spin-offs de una campaña militar global que entre sus saltos geográficos y cronológicos y su prepotencia balística no intenta contar la Historia sino algunas pequeñas escenas sobre la guerra.

Hasta 64 personas en línea pueden amucharse y salpicarse en el mismo campo de batalla para las partidas del modo multijugador, donde Battlefield 1 concentró toda su artillería: la pesada, la wélter, la liviana y la súper gallo. Allí la brutalidad física, casi pornográfica, de esa herencia que la Primera Guerra traía desde tiempos inmemoriables, de la lucha con los cuerpos chocándose, apilándose, ese guerreo que descontado lo nefasto carga tal fuerza poética ante la pulcritud táctica de la burocracia. Con su vuelta a las bases armadas, aunque todavía deteniéndose más en el diseño de las ruinas que en la replicación de esa atmósfera pesada que cae cuando dos desconocidos se cruzan con pistolas cargadas para medir el mástil más largo, Battlefield 1 (PS4, PC, Xbox One) funciona bárbaro como juego. Y aunque la muerte sea parte de su plan, lo que lo reivindica es que, como ya se sabía y aunque trate excluyentemente sobre ella, no es la guerra.

El juego exige una combinatoria de táctica, estrategia y reflejos.