Chaosmosis, el último disco de Primal Scream, le debe su nombre al título de un libro del psiquiatra francés Félix Guattari, y es una referencia a cómo el ser humano absorbe hoy la enorme cantidad de información fragmentada que le llega por múltiples vías. “El tema es cómo nos bombardean todo el tiempo con cosas, imágenes, ya sea de política, fútbol o música”, le dice a PáginaI12 Bobby Gillespie, cantante y alma mater del grupo británico. “Nos bombardean con entretenimiento y propaganda. La vida es muy difícil para la gente que trabaja duro porque es no es sencillo zafar de todo esto. ‘Chaosmosis’ es una buena palabra para describir el estado de las cosas. Creo que es una buena temática para un disco de rock and roll, porque podés tomar el caos en el que estamos inmersos y transformarlo en una pieza artística”.

El cruce de ideas radicales y música que hace mover la patita (en diversas formas) es una de las características que Primal Scream desarrolló en más de tres décadas de carrera, siempre con formaciones cambiantes y abordajes diferentes a la hora de entrar al estudio de grabación. El quinteto ya presentó Chaosmosis en la Argentina durante su show en el festival Music Wins de 2016, pero el jueves (a las 23, en Groove, Santa Fe 4389) podrá desarrollar mejor (y en soledad) el costado electropop del álbum, que se lleva insospechadamente bien con los riffs stone, la electrónica chirriante y el acercamiento rockero al acid house de otros trabajos.

–Donald Trump todavía no era presidente cuando ustedes lanzaron Chaosmosis, así que no se hablaba de las noticias falsas y las posverdad. ¿Se hizo más profundo ese caos en la recepción de la información desde que él gobierna Estados Unidos?

–Siento que Donald Trump es una especie de rebelde caótico que se la pasa tuiteando para impactar a la gente y crear confusión. Creo que el fin último de lo que hace es distraer mientras, en las sombras, los republicanos están cambiando la cara de Estados Unidos. Van a cambiar el sistema judicial, el sistema de salud –va a ser más difícil para los pobres tener seguro médico–, las leyes impositivas –para beneficiar a los ricos a costa de los pobres–, los servicios públicos... Me parece que la naturaleza caótica de los tuits de Trump tiene que ver con provocar una distracción para poder hacer todo eso. ¡Así que la chaosmosis funciona! Creo que al hablar de Donald Trump, “chaosmosis” es la palabra perfecta.

–¿O sea que se adelantaron a lo que se venía cuando sacaron el disco?

–Creo que sí. Pero bueno, Beautiful Future ya era un título bastante sarcástico. “Ey, tenemos un futuro hermoso”. La gente pensó que era algo feliz, pero nada que ver (se ríe). Era una ironía sobre las atrocidades que estaban por venir, una forma de decir “Mejor que estés preparado”.

–¿Y cree que el rock tiene todavía alguna fortaleza para oponerse a ese estado de las cosas?

–Nah, el rock and roll es sólo entretenimiento, ya no tiene impacto cultural. No creo que a esta altura haya algún peligro en el rock and roll... excepto por Primal Scream (se ríe). 

–Usted fue formado por el punk rock y creía en el rock, pero ahora tiene 55 y evidentemente ve las cosas de otro modo.

–Sí, porque el punk cambió la mente de las personas en el sentido de... Bueno, no sé si cambió la mentalidad, pero hizo que las personas tomaran conciencia de las posibilidades que tenían sus vidas, cómo podían transformarlas. Ese fue el mensaje poderoso y revolucionario del punk. Pero eso sucedió hace cuarenta años, hace un montón, y ya no produce el mismo efecto. Mi vida fue transformada por el punk, pero la validez del rock and roll en general es un fenómeno del siglo XX. No creo que el rock todavía siga teniendo la seriedad cultural para cambiar las cosas. No sé bien cómo explicarlo, para mí es como una vieja forma de arte que dejó de importar. Mi hijo tiene 16 años y para él, el rock no significa nada, lo suyo es el rap. Me parece que para él el rock and roll es la música de su abuela, de su padre... ¡y tiene razón!

–¿Cree que existe esa energía rebelde que tuvo el rock and roll en algún aspecto de la cultura moderna?

–(Piensa.) Quizás hubo algo de eso con el movimiento Occupy, en 2011, pero fue un derroche de energía anticapitalista de muy corta duración. En ese momento parecía que la gente se estaba poniendo de pie y haciendo lo que hacía falta en contra del sistema. Eso se sentía bien, pero duró muy poco... Pero no pasa con la música. El rock no refleja el mundo moderno, no afecta la vida moderna. Para mí, el rock es para Walt Disney, está completamente estancado en el pasado... No es moderno, es viejo. Amo el rock and roll y lo toco, trato de que tenga sentido y sea divertido, pero no sé si se pueda ir más allá de eso.

–¿Y se ve tocando rock en veinte años como los Stones o Paul McCartney?

–Sí, porque nunca voy a dejar de hacer música.

–En varias entrevistas dijo que quería sacar un disco cada dos años...

–(Interrumpe.) No quiero eso, es demasiado.

–Lo dijo usted.

–Lo sé, perdón. Mi dios...

–¡Lo dijo hace un año!

–Es que un año es mucho en el rock and roll (carcajadas).

A mediados de los ‘80, cuando Primal Scream no era más que un proyecto, Gillespie fue baterista de The Jesus & Mary Chain y grabó en un disco crucial de esa década, Psychocandy. Ya al frente de su propia banda, el escocés hizo otro álbum fundamental, Screamadelica (1991), donde el rock y acid house se cruzaron por primera vez, con resultados brillantes. A ese trabajo le siguió otro de corte bien stone, Give Out But Don’t Give Up (1994), lo que inició las oscilaciones entre el costado discotequero y el de dientes apretados en el seno de Primal Scream. “No es algo que piense cuando grabo”, se desmarca el vocalista. “Supongo que cuando voy a hacer un disco no quiero que sea como el anterior, pero no sé más que eso.”

–Pero ese “método” les ha funcionado.

–A veces sí, otras no tanto... A veces no funciona para todo el álbum. En el momento pensás que es lo correcto, pero cuando pasa el tiempo lo ves de otra manera, te das cuenta de que capaz no estaba tan bueno. Pensás “Dios, debería haberlo hecho de otro modo”.

–¿Con qué álbum le pasó eso?

–Bueno, creo que la mitad de Beautiful Future (2008) y de Riot City Blues (2006) son buenas... ¡Capaz podríamos haber hecho un solo álbum que estuviera bueno! (carcajadas). En ese momento sólo queríamos grabar las canciones y publicarlas porque lo que más nos interesaba era salir de gira otra vez. Pero no sé, quizá no teníamos suficientes canciones buenas. Vanishing Point (1997) es bueno, XTRMNTR (2000) también... Creo que las canciones de Evil Heat (2002) son buenas, pero me gustaría grabar mejor algunas de ellas. “Skull X” es una buena canción, pero no creo que la grabación sea buena. No sé, es todo parte de un proceso de aprendizaje.

–¿Y cuándo se da cuenta de que podría haberlo hecho mejor?

–Siempre podés hacerlo mejor.

–Con estos cambios de estilo, ¿cómo desarrollaron una personalidad como banda que les permite ir de More Light a Chaosmosis, por ejemplo?

–Por las canciones. Todo se reduce a eso: lo que importa son las canciones. More Light es más definido, más psicodélico, mientras que Chaosmosis es más pop, más conciso, más melódico. Pero ambos son buenos álbumes, documentan bien dónde estábamos en los momentos y lugares en los que los hicimos. Son los modos de expresarnos que encontramos. Si hacemos otro disco, no va a ser como Chaosmosis, simplemente no podemos hacer el mismo álbum dos veces. 

–Otra cosa que sucedió a lo largo de la carrera de Primal Scream es que cambia mucho de formación: esta es la primera vez que van a repetir los músicos en Buenos Aires.

–Sí, es algo que ha pasado mucho con Primal Scream... y con The Fall.

El núcleo central de Primal Scream somos Martin Duffy (teclados), Andrew Innes (guitarra), Darrin Mooney (batería) y yo. Esa es la banda. Y tenemos a Simone (Butler, bajo), que toca en vivo. Pero yo lo veo más como que tenemos la banda y que a veces agregamos algunos músicos extra, como una sección de vientos o un guitarrista extra. Es como si hicieras una obra de teatro o una película, y contrataras actores. Es algo así, simplemente. Morrissey usa sesionistas, Bob Dylan también... Pero con Martin y Andrew tocamos juntos desde hace muchos años, somos una unidad muy ajustada.

–En una época estuvieron muy enganchados con la heroína y otras drogas, y en el último disco está la canción “I Can Change”, que es como un pegadizo pedido de ayuda.

–No es un pedido de ay... (Duda.) La canción habla de cómo tratar de volverte una mejor persona, sobre todo después de una adicción. Tenés que reflexionar sobre todo lo que hiciste mal y recién después de eso podés avanzar. No podés negar tus errores, el daño que hiciste. Tenés que decir “Hice esto y aquello, estoy arrepentido, voy a tratar de cambiar, de convertirme en un ser humano mejor”. Creo que es una canción sobre la redención. Ustedes son un país católico, entienden de qué hablo. Es una canción sobre supervivencia y redención. 

–Suena como el título de una canción de Johnny Cash.

–Sí, totalmente. Y también habla sobre reconocer las propias debilidades, que es algo muy poderoso. Cuando reconocés tus debilidades, podés cambiar.

–¿Hubo algo en particular que lo hizo cambiar su estilo de vida?

–Sí, claro: tuve que hacerlo porque si no probablemente estaría muerto. Lo que me llevó a decidirlo es algo demasiado personal como para hablarlo públicamente, pero digamos que hubo muchos momentos. Fueron años y años de enfermarme mental y físicamente, sencillamente tenía que cambiar. No podía seguir viviendo del mismo modo.