“Como dice la célebre cita de la obra A puerta cerrada, del existencialista Jean-Paul Sartre, ‘El infierno son los otros’: una frase especialmente comprobable en los museos, donde sin importar cuánto lo intentes, no podrás escaparle a las selfies o a las conversaciones idiotas”, se despacha la periodista cultural norteamericana Elena Goukassian, previo a cantar loas a flamante iniciativa: la del Museo de Arte Philbrook en Tulsa, Oklahoma, que –desde el pasado enero– invita cada mes a que una persona deambule solita por sus instalaciones. Un lunes cada mes, en honor a la exactitud, día en que el lugar permanece cerrado, abriendo únicamente para que él o la afortunado/a (seleccionada por el equipo entre los numerosos pedidos que reciben vía email o redes) se pasee sin compañía y por cuantas horas le plazca. “El impacto es muy grande y muy positivo para un esfuerzo tan ínfimo. Finalmente, aunque el museo esté cerrado al público, el staff trabaja los lunes de 9 a 17; nada nos cuesta encender las luces y quitarle el cerrojo a la puerta”, cuenta Jeff Martin, jefe de comunicaciones de la galería, alentando a que otros –la Cooper Hewitt, el Jewish Museum o incluso el Guggenheim– copien su idea. La primera invitada, cuenta Martin, fue una tal Valeria: madre de ocho chicuelos adoptados que nunca tiene un rato para sí misma, a la que –a sabiendas de sus estudios en música clásica– dejaron que tocase sus antiquísimos pianos, interpretando la encantada damisela clásicos del compositor afro Scott Joplin. “En un futuro, nos gustaría que los invitados se sintiesen suficientemente a gusto para echarse a descansar en el suelo de una galería, remontar un barrilete en nuestros jardines, incluso hacer allí un picnic”, sueña Jeff sobre la propuesta que han dado en llamar #MeTimeMonday. Aclarando, colmo de la confianza, que ni los guardias están vigilando al solitario deambulador que mira sus colecciones de pintura europea y norteamericana, aunque –agrega– “las cámaras están siempre prendidas, por si acaso”.