• Contaban algunos músicos de la Trova, aún ante de ser "descubiertos" por Buenos Aires, historias legendarias sobre Litto Nebbia. Hijo de padres artistas, su impronta estaría marcada por el ser "diferente". Eran diferentes sus usos, sus horarios, sus modos y su vestimenta. Le gritaban zonceras agresivas los machos criollos rosarinos cuando andaba por las calles, como un extraño de pelo largo y con ropa hippie. La policía patotera, las vecinas incómodas, los correctos padres de familia. Todo esto tuvo que soportar Litto, más la huida a la City, más el hambre, más el evitar que lo conviertan en un sex symbol en una peliculita tonta. Por ello los integrantes de la Trova tanto lo respetan y en su espejo se han mirado para todo: desde los modismos vocales hasta la ética, esa cosa invisible que muchos perdieron y que Litto mantiene naturalmente, como su exótica ropa que aún lleva con la dignidad de los que saben para qué están en esta tierra. Sin figurar ni retratarse con modelitos, atento a componer, enseñar y abrir puertas.
     
  • Eran "los irreales" un grupo valiente que no medía consecuencias, atraídos como el salmón por el instinto, cuesta arriba de las vertientes, en pos de desovar música propia. El auto era un Valiant III adquirido a ojos cerrados el día anterior. Habían sido invitados a un encuentro en Mar del Plata, sin dinero pero con fe, solo por el gusto de encontrarse con colegas con quienes compartían la misma hambruna y necesidad de sentirse vivos en una época de muertos. José, el hermano de Juan, puso a disposición el vehículo y solo bastó la aprobación de Hugo para darle el ok definitivo. ¡Tenían al fin un traslado propio! Lo que desconocían era la logística para el asunto: entre los instrumentos y la cantidad de gente, inevitablemente quedaba uno afuera pues dentro no cabía más un alfiler. Alguien, desvariado y feliz, concibió la idea. Dada la contextura ultra delgada del Topo Carbone y la magnitud del parabrisas trasero del bólido, se decidió que viajara allí, como lo hacen los perritos que mueven la cabeza o los bolsitos de mano. Fue un milagro que llegase vivo, con el calor reinante y los retenes militares que asediaban la ruta. Cuando aparecía uno de ellos, cubrían el cuerpo del baterista con una manta. Llegaron a salvo a Mar del Plata y dieron un show espectacular. El Topo se adjudicó el éxito, como un Cabral heroico en San Lorenzo. Y no era para menos.
     
  • Los dos músicos estaban a las puertas presentidas de algo grande y nuevo. Se respiraba en el aire la pólvora del momento mezclándose, y el presentimiento de una música buena. Concertaron una cita con una cantante que los había deslumbrado hacía poco. Fueron a su casa y los recibió. Cuando le contaron el proyecto, sentada en un sillón de cañas,  los cortó con una alocución que decía mas o menos así: "Ustedes lo que quieren hacer es rock nacional y eso es hacerle el juego al imperialismo. Yo estoy por la música latinoamericana y no esas boludeces de traducir lo del extranjero, lo foráneo, a nuestro castellano que es tan rico. ¡Nuestro idioma y nuestro deber como artistas es hermanarse con los desposeídos de América Latina!", culminó mientras acariciaba al gato. Se fueron cabeza gacha, pensando que habían perdido una oportunidad única de contar con una garganta poderosa. El tiempo que todo lo acomoda sorprendió a estos artistas tocando por todos lados "música rosarina" mientras que la dama, casada con un triunfador de la Bolsa, finalmente puso un negocito de artesanía pre colombina, new age, música celta y libros de meditación. Sin duda, contribuyó altamente a la liberación de los pueblos vendiendo inciensos.
     
  • Aquel músico subió la escaleras cerca de la medianoche de Navidad, guitarra al hombro, apurado por la demora de un ensayo y la ausencia de colectivos. Lo recibieron con chistes y afecto. Se sentó en un rincón y de por allí se oyó el vozarrón de un tío suyo, gendarme de alta graduación quien le espetó a boca de jarro, seguramente inducido por alguna sidra de más: "¡Llegás tarde, te hacés el artista, vaya a saber en que andás... ni saludás a tu abuela y te creés mejor que nosotros... muy vivo... para mí sos un extremista, maricón o algo peor!", se despachó. El pibe lo miró y como estaba sentado al lado de la esposa del gruñón, simplemente le deslizó: "Discúlpeme, tía, pero usted no puede ser feliz al lado de esta bestia". Como respuesta se oyó el llanto de la señora quien, acicateada por la pregunta, volcó en lágrimas una verdad que mantenía oculta. Al militar lo pararon entre varios porque estaba dispuesto a golpear al músico ante lo revelado. El artista levantó una copa y deséandole paz a todos descendió las escaleras y nunca más asistió a fiesta alguna.
     
  • Osvaldo Frascino tocaba en una banda rosarina llamada Angeles Salvajes,luego integró El Reloj, un grupo porteño antológico de los principios del rock pesado y sinfónico.El integrante de la Trova contaba que según algunos dichos, aquel músico jovencísimo que vivía cerca de su casa, al saber pocos acordes descubrió accidentalmente a un obrero quien en bicicleta pasaba por la esquina de su casa y sabía muchos.Fue así que todos los días desde las seis de la mañana el pibe Osvaldo esperaba a este músico operario con una guitarra en la mano para que el tipo, pacientemente y en pocos minutos para no fichar tarde, le enseñaba la posición de los dedos .Hazañas pintorescas de cuando no había internet, ni libros, ni tutoriales.Epocas de las cavernas, vigorosas y románticas.
     
  • Fue Oscar "Caballo Loco" un fenómeno surrealista y  la vez conservador que deparó mi adolescencia de escuela nocturna y primeros cigarrillos.Fana de los Beatles y de un  lejano grupo canadiense "The Guess Who", cuyo álbum "Comparte la tierra" estaba entre sus preferidos. Era gracioso,entrañable y talentoso.Pero muy mentiroso, un fabulador de dentadura blanca y encantos naturales.Cuando tocábamos‑yo intentaba, era muy rudimentario‑a el se le "ocurrían" frases perfectas "productos de  momento" que nos dejaba  boquiabiertos.Lo que sucedía en realidad era que durante días preparaba esos trucos, los ensayaba y luego los daba a conocer como una revelación instantánea.Fue descubierto y se  sonrió, argumentendo un relato absurdo.‑John Lennon hacía lo mismo, créanme..se estudiaba las partes y despues a los demás les decía que le había salido ahi, en el ensayo.Asi hizo muchos temas, .Creer o no daba la mismo con Oscar:lo importante en su corta existencia fue todo lo que entregó,los momentos de explosiva felicidad que transmitía y la melancolía barrial de un rocker que estaba condenado a estudiar contador público.
     
  • Llovía aquella noche y aquel integrante de la Trova esperaba el 60 en Juramento y Cabildo, Buenos Aires.Vestía un pantalón azul de trabajo, borceguíes y una campera negra para la lluvia que era tenue en esos momentos.A las cuadras invadió el micro una multitud de pibes salidos del recital de Los Redondos en el estadio de River Plate.Lo descubrieron y al confundirlo con un oficial de seguridad empezaron con algunos cánticos sobre la yuta y la muerte.Venían tomando mezclas y estaban ensañados con él. En el pasillo como en un duelo muchos se apartaron para observar el desenlace, entonces él, haciendo gala de ingenio mas que de valentía se enfrentó a la piara y desabrochándose la campera  les mostró un remera azul con el escudo de Rosario Central ‑!Me confundieron con un cana!.¿Les parece que esto forma parte de un uniforme? .Y retrocedió para tocar el timbre ‑!Aguante el canalla!, muchos gritaron y él saludó descolgándose rápidamente.Ser de Central lo había salvado.Por las dudas se tomó el primer taxi que pasó cerca.

 

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