“Reme, reme, reme la escuela se mantiene” y “No caemos, no caemos/la escuela del Delta/orgullosos defendemos”, cantaban desde la lancha del Suteba alentando a los alrededor de 300 kayakistas que desde temprano remaban en reclamo para evitar el cierre de las escuelas de las islas. Las tres columnas acuáticas y otra, más tradicional, terrestre, debían confluir en el cierre, un acto denominado “Un río de lucha”, en los jardines del Consejo Deliberante y a la vera del Luján.

Las columnas náuticas estaban divididas en tres rutas organizadas por los y las kayakistas: una partió desde la escuela del arroyo Paycarabí, otra desde el canal Villanueva (La Ñata) y la última salió de la bajada pública frente al Club Hispano. Distintos niveles de dificultad, un mismo objetivo: manifestarse en favor del no cierre de escuelas en el Delta.

Una manera nueva de ejercer el derecho a la libertad de expresión, de manifestar la protesta, de dar visibilidad. La ocupación del río en tanto espacio público donde el reclamo se visibiliza y se hace oír.

Una lancha de la Cooperativa de Consumo, Forestal y Servicios Públicos del Delta, fue el soporte náutico para que algunos medios, este diario entre ellos, siguiera de cerca todo el recorrido de la protesta. El Luján; el Carapachay; Espera; Angostura; entre otros ríos, dejaron entrever como conviven en cómoda e incómoda amalgama los restos de ese Delta productivo que se niega a desaparecer, grandes embarcaciones abandonadas a su arrumbe, restos de astilleros, viejas y bellas casas de madera, pequeñas embarcaciones, las lanchas colectivo de los años 50 junto a modernos yates, irrespetuosas motos de agua; espantosas edificaciones que muestran el interés por la conversión en un negocio inmobiliario que derrumba paisajes, impide el correcto dragado de los ríos y afecta el ecosistema de una población que merece que se respete su derecho a poder crecer y desarrollarse en su lugar.

Durante el trayecto, y en contacto con padres de alumnos de las escuelas de la zona (1°, 2° y 3° sección), denunciaron que “la Gobernación tiene paradas las lanchas fiscales sin motivo y que para llevar a los chicos a las escuelas está tercerizando la actividad”. Incluyeron en la denuncia a la jefatura distrital, que les dijo que “los chicos del continente no pueden usar la lancha fiscal aunque la escuela de la isla sea la única de jornada completa en la zona”.

La escuela de islas es central en la vida de sus comunidades, si se cierra una escuela, se cierra un arroyo, se despuebla el territorio. La lucha por las escuelas de islas, es la lucha por la permanencia del territorio, pero no del territorio en términos abstractos, sino el territorio situado, el territorio como ese lugar donde se condensa y se habita la propia identidad. Ahí es donde vale la pena seguir izando las banderas. Y los kayakistas, tomando los ríos por asalto, permitieron que lo vea el resto.

El trayecto confluyó en el acto de cierre, en el que los mentores de la iniciativa, los kayakistas se encontraron con el Suteba, ATE; la directora de la escuela del arroyo Caracol, Amelia Zorrilla (único establecimiento sobre el que por ahora la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires no dio marcha atrás con su cierre), los alumnos y los padres de la comunidad afectada, los dirigentes sindicales Roberto Baradel (que cerró el acto) y Sonia Alesso; el intendente de Tigre, Julio Zamora; diputados nacionales y provinciales de Unidad Ciudadana y el Frente Renovador; concejales y militantes.

El acto en sí fue el cierre de una jornada donde remar contra corriente dejó de ser sólo una metáfora. “Los ríos son del pueblo”, dijo Diego Galíndez, representante de los kayakistas, como cierre de la jornada.