El conflicto del yacimiento de Río Turbio transita en estas horas por dos carriles paralelos, ambos de alto voltaje político. Uno es el que se dirime en la Justicia, con dos hechos de fuerte resonancia en las últimas horas: las detenciones de un intendente en ejercicio de sus funciones (Pérez Osuna) y de un ex titular de la Unión Industrial Argentina (Juan Carlos Lascurain). La causa está caratulada “De Vido, Julio Miguel y otros s/abuso de autoridad y violación de deberes de funcionario público y otros”. Es, en efecto, una de las causas en las que se encuentra procesado el ex ministro de Planificación durante los doce años de kirchnerismo y por las cuales se encuentra detenido. El otro costado es el conflicto social: la suerte que correrán los tres mil empleados del yacimiento, que se encuentra paralizado y a la espera de una decisión política del ministro de Energía, Juan josé Aranguren, y el presidente de la Nación, Mauricio Macri, para su puesta en marcha. 

Ente tantos dirigentes políticos apuntados por jueces solícitos para cierto tipo de causas, ¿por qué va preso Lascurain, un empresario sin más militancia que la gremial empresaria? El dirigente que creció al frente de Adimra, una federación que agrupa a varias cámaras a la vez muy numerosas en asociados en los rubros metalmecánicos, llegó al máximo cargo de la Unión Industrial Argentina de la mano de su postura desarrollista industrialista, opuesta al ala más neoliberal dentro de la central fabril que suele estar representada por los grupos económicos más concentrados. Estos, reconocidos tradicionalmente detrás de nombres como Techint o Arcor (también pesan en esa “mesa chica” las automotrices, con Cristiano Rattazzi como voz saliente), optaron en cierto momento por permitir una alternancia en la conducción empresaria pero sin perder el control en el tablero de comando. Así, personas que no son de su riñón (pero difícilmente buscarían desmarcarse), como José Ignacio de Mendiguren o Lascurain, pudieron acceder al sillón máximo de la UIA. 

Lascurain fue, en tal sentido, la cara más “amable” para el kirchnerismo con el gobierno al mando de esta corriente del peronismo. El empresario metalúrgico entendió, a su vez, que para los empresarios medios y mercadointernistas, la política de esos años fue como un bálsamo. Hasta que terminó su turno al frente de la central fabril. 

El otro plano es el de una mina de carbón parada hace meses, 500 trabajadores cesanteados en febrero y dilatadas gestiones que recién este lunes confluyeron en una reunión entre la intergremial sindical y el ministro Aranguren. La propuesta del ex CEO de Shell fue expeditiva: si los obreros acceden a firmar una addenda (compromiso) de reducción de beneficios convencionales, podrían considerar mantener una planta de 2000 empleados. Si no acceden, seguirán los despidos. Los gremialistas vuelven al Sur con algo que, más que solución, parece un bidón de nafta para regar al incendio. Más de la mitad de los despedidos ya aceptaron el retiro. Para el resto, la addenda o la calle. Demasiada presión para una caldera con tan elevada temperatura.