El artista e ingeniero -especializado en cohetes y satélites- inaugura una exhibición en la que se combinan técnicas libres del arte con reglas de la ciencia.
Un recuerdo en memoria del fotógrafo y gestor cultural Marcelo Grosman, recientemente fallecido, a través de una nota publicada hace 25 años en estas páginas.
Dos exposiciones simultáneas y otras dos más programadas, presentan un panorama desde los años ochenta hasta el presente, de un artista a contrapelo del sistema.
El color -en su materialidad y relación con el espacio-, como eje de una exhibición que se mueve entre la reflexión y la acción.
Ambos artistas, de larga trayectoria, exponen sus pinturas juntos en un juego de tensiones y convergencias de colores y formas.
Pionero de un arte integral, que propuso tal enfoque a la producción, el pensamiento y la transmisión de conocimiento artístico en la Argentina.
Bajo el efecto de continuidades y disrupciones entre las pinturas y su contexto inmediato, la exposición resulta hipnótica, generando una extrañeza tensa y claustrofóbica.
Dibujos, pinturas, esculturas, instalaciones y performances realizados con materiales simples y en blanco y negro, que buscan poner en tensión la mirada y actitudes cotidianas.
Un conjunto de luces distribuidas en la sala, de pronto se revela como un sincronizado reloj calendario desplegado en el espacio. El tiempo y la mirada.
Se trata de urbes que cuestionan la noción de ciudad, imposibles de habitar, en donde no hay comunicación visual entre interior y exterior.