Desde hace años la frontera interior de Europa es apenas un mojón donde los niños juegan al fútbol y cruzan al otro lado en busca de la pelota. La frontera exterior es otra cosa.
Su dios fue el dios de Spinoza: deja de tenerme miedo; deja de pedirme perdón; no te puedo decir si hay otra vida; vive como si no la hubiera.
Reconocemos los mejores tiempos sólo cuando los dejamos atrás, y en las antiguas rutinas descubrimos el deleite extraño de lo conocido: paisajes dormidos de placeres olvidados.
Cómo gestionar una realidad que no deja de mutar, cómo arreglar un avión en pleno vuelo del que todavía se están dibujando los planos. No urge cambiar de sitio, sino de mirada.