AJEDREZ › DIáLOGO CON EL MAESTRO INTERNACIONAL SERGIO GIARDELLI

“Muy pocos grandes jugadores hicieron escuela en el país”

Comenzó a jugar torneos en Boca, pasó por Comunicaciones y después llegó a River, el club de sus amores, donde logró muchísimos éxitos. En esta charla, repasa parte de su propia historia y esos años donde el ajedrez gozó de una gran popularidad.

 Por Pablo Lina

El MI Sergio Giadelli comenzó a jugar a los cuatro años, a los siete le ganó por primera vez a su papá y, con los años, fue dos veces Campeón Argentino Juvenil, y una vez subcampeón; obtuvo el 5º puesto en el Mundial Juvenil de Manila; obtuvo la medalla de oro en el Mundial Sub-26 de México; fue representante olímpico en dos oportunidades, y convocado al equipo argentino en otra siete oportunidades, aunque no pudo ir “por problemas laborales” en algunas y por “diferencias con los dirigentes”, en otras; fue, además, 4 veces subcampeón argentino; tiene títulos en torneos escolares y universitarios, y hasta un récord de torneo por equipos ganados: 14 metropolitanos de primera, 13 de ellos con River –club del que, además, es hincha; antes había jugado para Boca y Comunicaciones–, entre otros. En este diálogo con Página/12, Giardelli pasa revista del pasado. el presente y el futuro del ajedrez argentino.

–¿Cree que entre la personalidad y el estilo de juego hay alguna relación?

–En mi caso, un ciento por ciento. Mi amigo Carlos García Palermo cuando me ve cruzar la calle, en diagonal y sin respetar las líneas peatonales, me dice que cruzo la calle como juego al ajedrez. Creo que las decisiones más importantes de mi vida, tanto las buenas como las malas, las tomé calculando como en el tablero.

–¿Se puede vivir del ajedrez?

–Muy bien, yo te diría que una elite de 20 jugadores más o menos. El resto tiene que alternar los torneos con la enseñanza, y eso conspira contra el progreso. Es imposible imaginar a los mejores jugadores de tenis jugando torneos y dando clases al mismo tiempo.

–¿Cómo ve hoy la realidad del ajedrez argentino?

–Es bastante parecida a la que viví en mi época. Hay muy buenos jugadores jóvenes. Está el caso de Alan Pichot en este último tiempo. Pero, por otro lado, hoy bajó mucho la edad de los grandes maestros. En mi época, Andersson, Liubojevic, Karpov lo fueron a los 18 años aproximadamente; Fischer, un caso excepcional, a los 15; Judith, también un caso excepcional, a los 15. Hoy ya con 12-13 años ya hay grandes maestros por todos lados. Esto, creo, se debe fundamentalmente a la aparición de las computadoras y la masividad que adquirió el ajedrez, fundamentalmente a nivel competitivo, para los jóvenes.

–¿Es imprescindible jugar en Europa para progresar?

–Es muy necesario, aunque hoy no existen las mismas condiciones que hace 10 o 20 años, donde había infinidad de torneos todo el año y con muy buenos premios. En esa época si eras un maestro destacado tenías invitación, alojamiento y en muchos casos retribución por participar, más allá de los premios. Hoy en algunos casos es difícil hasta conseguir una invitación. Siguiendo con el ejemplo que di de Pichot, hoy tiene apoyo pero no todo el necesario. Probablemente, si jugara en China, o India o mismo en España, aun con la crisis, tendría mejores condiciones para dedicarse plenamente al ajedrez. Aquí, en general, cuando uno llega a los 18, 19 años, se plantea la disyuntiva de seguir con un futuro que puede ser incierto o hacer una carrera universitaria y dedicarse a otra cosa. Hacen falta muchos cambios y esto no es solo privativo del ajedrez, sino de muchos deportes.

–¿Cuáles serían sos cambios?

–Está muy bien el apoyo, las becas a los jugadores destacados, pero tendría que haber por un lado una mayor ayuda en el seguimiento y la exigencia a quienes reciben apoyo, quienes deberían tener la obligación de estudiar una cantidad de horas diarias en un centro de alto rendimiento, con el apoyo de jugadores destacados, con toda la logística, programas, libros, profesores. En nuestro país casi ningún gran jugador, salvo honrosas excepciones, ha hecho escuela, y nos hemos dado el lujo de tener un monstruo como Bent Larsen viviendo casi 30 años en el país y no lo hemos aprovechado. De aquí podemos nombrar a Panno y Hase como gente que ha hecho escuela, pero creo que en ambos casos ha sido por la necesidad de ambos como medio de vida y no por gestión estatal.

–¿Usted enseñó ajedrez?

–Trabajé en el primer proyecto serio que hubo en el país para la enseñanza del ajedrez, en 1973, cuando el ministro de Educación era Taiana, padre del actual legislador, y realmente se hizo un trabajo espectacular en las escuelas. Trabajamos con pedagogos y psicopedagogos, se hicieron pruebas en grados con o sin ajedrez, y había un mejor rendimiento en los primeros, esto dicho no por profesionales de ajedrez sino por profesionales de la educación. Fue un trabajo ciclópeo, nosotros trabajamos a través de los maestros, enseñándoles a ellos. En esa época, en casi todas las casas había un tablero de ajedrez y un padre, un tío como los míos que jugaban, quizás muy mal, pero era un juego muy popular.

–¿A qué cree que se debía esa popularidad?

–Sin negar la influencia que tuvo la olimpíada de 1939, el ajedrez ya era muy prestigioso aquí mucho antes de esa época. No por nada se hizo aquí el Match Capablanca-Alekhine 12 años antes de la olimpíada. Quizás influyó la primera oleada inmigratoria de fines del siglo XIX. Pero hubo muchas competencias con concurrencias masivas y un entusiasmo aun de gente que no entendía mucho del tema. Fue realmente asombroso. Los matches Fischer-Petrosian y Korchnoi-Polugaievski son un claro ejemplo de ello. Además, como hecho anecdótico, está el Magistral disputado en 1994 y con la defensa Siciliana como variante obligada, que fue organizado por un magnate holandés, Van Osteroom, en homenaje a Lev Polugaievski, uno de los mejores jugadores del mundo entre los años 1960 y ’70. Cuando se le pidió al homenajeado que eligiera el lugar donde quería disputar el torneo, Polugaievski eligió Buenos Aires y aquí se disputo uno de los torneos más fuertes de esa época. Salvo Kasparov, jugaron todos los mejores: Karpov, Anand, Ivanchuk, Polgar entre otros.

–Si tuviera que elegir entre Oscar Panno o Miguel Najdorf...

–Un excelente para los dos. Pero a mí me encanta la técnica depurada de Panno. El Viejo (Najdorf) era un asesino serial sobre el tablero y Oscar, un amante de la perfección. Tan es así que Panno en algunas épocas sufría apuros de tiempo y aun así anotaba prolijamente las jugadas en la planilla. En cambio, las planillas de Don Miguel parecían recetas médicas. Eran garabatos inteligibles. Es una comparación muy difícil, como Capablanca-Alekhine. A mí me gusta más Capablanca pero debe ser por una cuestión de estilos.

–¿Conoció otros jugadores como Najdorf?

–Hubo toda una generación que ya desapareció. Además de Najdorf se puede nombrar a Tal, Smyslov, Reshevsky, entre otros. Ellos sentían un verdadero amor por el ajedrez. Había una regla no escrita que decía que el ajedrecista tenía que morir jugando. Y eso ahora se perdió. Los dos mejores jugadores de la historia: Kasparov y Polgar, se retiraron a los 40 años.

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El MI Sergio Giardelli, frente al tablero.
Imagen: Gentileza Vanesa Canevsky
 
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