CIENCIA › DIáLOGO CON CARLOS ASCHERO, ARQUEóLOGO

Estamos hablando de gente muy antigua

El jinete está en Tucumán, asistiendo a un congreso de bacterias lácteas. Pero como nada de lo humano le es ajeno, no sólo piensa en las bacterias, sino en los antiguos habitantes de América. Y para eso, lo mejor es un arqueólogo que busca restos de ellos en la Puna.

 Por Leonardo Moledo

–Usted es arqueólogo, eso no lo dudo. Siempre me interesaron los arqueólogos, o mejor dicho, lo que hacen. Cuénteme.

–Efectivamente, yo soy arqueólogo, egresado de Antropología de la Universidad de Buenos Aires. Estoy de director del ISES (Instituto Superior de Estudios Sociales) y tenemos un equipo de investigadores en historia (sobre todo en historia económica e historia social), en geografía (sobre todo en demografía y problemas de pobreza)...

–Bueno, suficiente de la cuestión institucional. Cuénteme qué hace usted como investigador.

–Estoy dirigiendo un par de proyectos en la Puna argentina, en Antofagasta de la Sierra y en Conansurín.

–Aquí la palabra esa no la entendí bien. Espero que sea como la puse.

–...y otro en la zona andina de la Patagonia. En la Puna estoy trabajando en la búsqueda de información de las poblaciones más antiguas, cazadoras-recolectoras, y analizando todo el proceso que va de la transición de la economía predadora a las economías pastoriles y productoras (lo que se llama formativo en el lenguaje de la arqueología científica: sería el Neolítico de Europa).

–¿Qué época es ésa, más o menos?

–Estamos hablando de una época de alrededor del 3500 al 3000 antes del presente, esos 500 años que son claves. En realidad estamos trabajando con poblaciones entre los 11 mil años y los 3500. Y en ese proceso estamos investigando qué pasa con la domesticación de camélidos (de la llama, por ejemplo) que son fundamentales para la zona andina, qué pasa con las interacciones entre la Puna argentina y la zona de San Pedro de Atacama...

–¿Y qué pasa?

–Hay toda una gran sequía en el antitermal...

–El antitermal. No sé qué es eso...

–Es ese período supuestamente de mayor insolación que ocurre entre el 8500 y el 5000 aproximadamente, en el cual hay una fuerte reducción de todo lo que fue la malla lacustre, y una gran sequía que parece haber afectado las pasturas fundamentales para la alimentación de los camélidos salvajes como los guanacos y las vicuñas. Eso, por supuesto, también debe haber afectado los mecanismos de caza de los pueblos.

–¿Y entonces?

–Lo que estamos viendo, entonces, es qué fue lo que pasó con el movimiento de poblaciones entre la Puna argentina y el salar de San Pedro de Atacama, viendo qué pasó con el origen de la domesticación. ¿Por qué es importante esto? Bueno, en lo que se podría llamar como un proto-Mercosur antiguo, hay una movilidad de recursos a través de más de 600 kilómetros entre la Puna, la selva y las zonas serranas.

–Espere un poquito, que se me pegó una bacteria láctea. A ver si me transforma en queso.

–¿Dónde?

–Aquí, aquí... listo, ya la saqué. Bueno, no es raro, dado este congreso... pero ¿qué estábamos diciendo?

–Nosotros pensamos que algunos de estos intercambios ya tienen que ver con la domesticación y el manejo de animales de carga. Estamos tratando de ver, entonces, si la fecha que se estipula para la domesticación de la llama (5500 años) no se puede bajar a etapas bastante anteriores (los 8000 años, o algo por el estilo).

–Trabajan con evidencias, supongo...

–Varias evidencias: faunística (lo que queda en los sitios arqueológicos), medulación y diámetro de las fibras de los camélidos... ahí tenemos un punto de interés, porque se están encontrando diámetros que son equivalentes al grosor de la fibra de la llama desde 9000 años a esta parte, con lo cual eso implicaría o que hay un morfotipo de llama que se extinguió (cosa en la que no creo demasiado).

–¿Sin domesticación?

–...o que realmente había un manejo de domesticación en cautiverio para seleccionar pelaje, y demás. Por otro lado, tomamos en cuenta la composición de los sitios...

–Y dígame... ¿quién era esa gente?

–Eran grupos de cazadores-recolectores muy móviles, que fueron ocupando la Puna desde el 11 mil o antes, grupos muy chicos, con demografías muy estrechas...

–Grupos muy chicos... ¿eso quiere decir cuánta gente?

–Alrededor de 50 personas.

–¿Y eso no genera un problema de endogamia?

–Claro que sí, pero se puede resolver con interacciones con otros grupos. Parte de su posibilidad de vida está en esas relaciones. Durante el gobierno de Allende, por ejemplo, gente que vivía en el Altiplano, reclamaba tierras que les correspondían en la costa, por estas relaciones de parentesco.

–Cuénteme cómo trabajan...

–Tenemos yacimientos, tenemos una fuente de información que es la gente del lugar...

–¿Y los pastores qué saben de aquello?

–Saben dónde están los sitios. Ahí buscamos, y vemos qué pasa. Ya sabemos qué tipo de sitios estamos buscando para estas etapas antiguas: básicamente aleros y cuevas, que han usado para habitación. Lo que está enterrado allí se mantiene en muy buen estado, en relación con lo que está enterrado en cielo abierto. Hay, por ejemplo, una costumbre que tenían estos hombres de preparar los pisos como manteles de paja, para que no se ensuciara la carne. Ahí faenaban y realizaban distintas actividades. Lo que queda metido en la paja se tapa con arena y es espectacular. Ahora, por ejemplo, estamos sacando piezas de 6000 u 8000 años que tienen adheridas las sustancias del último uso del artefacto. Eso nos permite, a partir del trabajo microscópico, saber cuál fue el último uso de la pieza. Podemos saber, por ejemplo, qué fue lo último que se trituró en los morteros, etc.

–¿No cultivaban?

–No hasta el 5000, que es cuando nos aparecen los primeros datos.

–Entonces no tenían dieta vegetal.

–Sí tenían, pero de alimentos de recolección que se asaban y se comían.

–¿Y se puede probar eso ahora?

–Sí. Acá en Tucumán hay toda una investigación que ahora tomó un grupo de químicos que está estudiando justamente las propiedades de una de las raíces que se comían.

–¿Y cómo están organizados estos grupos?

–Sociedad de bandas, y muy activa. Hay algunos sociólogos que no quieren llamarle “sociedad” a la de los cazadores-recolectores, porque se juntan en bandas de 50 personas, varios grupos familiares, pero tienen la alternativa de que se pueden fusionar a otros grupos (de acuerdo con esas redes de parentesco que le comentaba). La sociedad, entonces, es altamente móvil, aunque siempre hay un grupo central que es el que defiende los derechos territoriales.

–¿Y cuántos grupos de ésos podía llegar a haber?

–Es difícil de decir. En la zona de Antofagasta, donde estamos trabajando ahora, yo diría que no menos de 5 grupos...

–Yo pensé que serían más...

–En esta zona, no. Lo que sí, con mucha interacción hacia afuera, y con mucha tarea cooperativa. Hay, por ejemplo, cazas colectivas: tenemos muchas referencias de parapetos de piedra que se utilizaban como lugares para esconderse e interceptar la presa, que dan cuenta de la existencia de actividad colectiva a la hora de cazar.

–¿Sabemos qué idioma hablaban?

–De eso no sabemos nada. Tenemos muy poco registro antropológico-biológico de los esqueletos. En general, además, no encontramos esqueletos enteros sino partes.

–¿Por qué?

–Porque aparentemente se utilizaban partes de cuerpos para demarcar territorios. Hemos encontrado, por ejemplo, bolsas con piernas. Lo que suponemos es que eso servía para demostrar que es una familia o un grupo específico el que está ocupando el sitio. Estos cuerpos desmembrados tienen sus problemas porque nos impiden el conocimiento global del esqueleto. Se hallan también muchos chicos: el promedio de vida no debe haber pasado de los 40 o 41 años.

–¿Estos grupos vivían al borde de la inanición?

–No lo creo.

–Pasado remoto del hombre..., siempre impresiona un poco. Y aprovecho para invitarlo a visitar mi blog.

–Encantado. Deme la dirección.

–Está aquí abajo.

www.leonardomoledo.blogspot.com

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