CIENCIA › DIáLOGO CON MARTíN SARACENO, DOCTOR EN OCEANOGRAFíA, INVESTIGADOR DEL CONICET

Oteando los secretos del mar

En verano no está mal hablar del mar. O del océano, mejor. La investigación sobre lo que pasa en la superficie y debajo de ella es de primera importancia para mejorar la explotación de la pesca y está vinculada con el cambio climático.

–¿Qué es lo que quiere averiguar y no sabe?

–Muchas cosas. Mi programa de investigación tiene varias patas, todas relacionadas con el Atlántico sur y, más específicamente, el Atlántico sudoccidental. El Atlántico sur es desde el Ecuador hasta el Polo Sur; el sudoccidental está constituido por el mar Argentino, las Malvinas, la costa de Brasil: todo lo que está pegado al continente sudamericano... La pregunta fundamental apunta a entender mejor los procesos que dominan la circulación oceánica.

–¿Y qué es lo que ocurre allí?

–Hay procesos muy importantes, muchas cosas que ocurren que no sabemos bien y que nos interesa investigar como, por ejemplo, los frentes. Si uno mira el océano, parece chato y la superficie toda igual, sin embargo no es así. Eso los pescadores lo saben muy bien: cuando salen a pescar no van simplemente a cualquier lado, sino a regiones bien determinadas. Es ahí donde se vincula la oceanografía física con la biológica.

–¿Y qué es lo que pasa debajo de la superficie?

–Bueno, siguiendo con el ejemplo de los pescadores, las regiones que eligen son regiones donde muchas veces hay frentes: dos masas de agua distintas que se encuentran; es un lugar donde hay un determinado gradiente de propiedades distintas de las de otras regiones.

–De temperatura, por ejemplo.

–Claro.

–¿Por qué se producen esas cosas?

–Hay distintos motivos.

–¿Cómo se puede producir un frente de temperaturas?

–Un ejemplo es por la colisión de dos corrientes. Uno de los frentes más energéticos que tenemos a nivel mundial es el que se produce por el choque entre las corrientes de Brasil y de Malvinas.

–La corriente de Brasil...

–Es una corriente que fluye a lo largo de las costas de Brasil hacia el sur, y se encuentra a la latitud de Buenos Aires (aproximadamente) con la corriente de Malvinas, que es un brazo de la corriente circumpolar antártica.

–¿Qué es lo que mueve esas corrientes? ¿Por qué una masa fría como la de Malvinas circula de repente hacia arriba?

–La pregunta podría ser todavía más general: ¿por qué existen las corrientes? La existencia de las corrientes, tanto en el océano como en la atmósfera, se debe a que el sistema en general tiende a estar en equilibrio. La energía que recibimos del Sol no es igual en toda la superficie de la Tierra, de modo que eso genera gradientes de presión que a su vez generan corrientes que finalmente van a redistribuir el calor para que se mantenga un equilibrio. Esencialmente, el motor es ése.

–Y usted se dedica al Atlántico sur.

–Sí. Una cosa que me parece que puede ser interesante, para mostrar un ejemplo de lo que estoy haciendo, es un proyecto que presentamos hace muy poquito junto con instituciones francesas. La colaboración nos permite aprovechar muchos recursos, no sólo humanos sino también materiales (instrumentos específicos para hacer mediciones en el océano). Desde el punto de vista físico, conocemos poco de la circulación en la plataforma continental (es decir, donde hay aguas de hasta 200 metros de profundidad). Ahí hay muy pocas mediciones de corrientes. Todo lo que conocemos de la circulación de allí es a partir de modelos.

–¿A qué velocidad fluye una corriente?

–Depende dónde. Si estamos hablando de la corriente de Malvinas, que es una corriente bien intensa, fluye a velocidades de hasta un metro por segundo. Típicamente son de 0,2 a 0,5 metro por segundo. En plataforma, las corrientes son mucho más débiles. Bueno, como le decía, la propuesta de este proyecto tiene que ver con una de mis especialidades: el estudio del océano mediante satélites. Hay muchos satélites que miden distintas propiedades en la superficie del mar. Una de ellas es la altimetría: hay satélites que miden la altura del mar con una muy buena precisión.

–¿Y para qué sirve conocer la altura del mar?

–Es el mismo motivo por el cual tenemos mareógrafos, que nos dicen cuándo el agua sube o baja. Sólo que esto nos permite saber la altura del mar casi con la precisión de un mareógrafo (y en algunos casos mejor) sobre todo el planeta. Además hay otra cosa que tenemos que saber: cuando hay diferencias en las alturas del mar, se generan corrientes. Conociendo la topografía de la superficie del mar, entonces uno puede inducir cómo son las corrientes. Estas medidas de altimetría, en el mar abierto, funcionan bien; en la plataforma continental, donde el agua es poco profunda, hay que calibrarlas mejor. El satélite que usamos nosotros mide a lo largo de trazas, puntualmente. El proyecto, desde el punto de vista físico, apunta a poner instrumentos justo debajo de la traza del satélite, de modo que se pueda calibrar el satélite. Eso acá es toda una revolución: poner un instrumento y dejarlo un año en la Argentina es casi único. Que yo sepa no hubo ningún proyecto de medición de corrientes que durara un año. O sea que no tenemos idea de escalas temporales de variabilidad de las corrientes. En base a modelos y a otras medidas, sí hay un buen conocimiento, pero ésta es una forma de combinar mediciones que vamos a tener gracias a los instrumentos in situ con las mediciones de los satélites.

–...

–Hay teorías, además, que dicen que hay un vínculo entre la corriente de Malvinas y la corriente de plataforma. Esto es una cosa bastante teórica. Pero como vamos a poner instrumentos que van a cruzar los dos medios, esto nos va a dar una idea y nos va a permitir comprobar y validar esas teorías.

–Y una vez que se tengan las mediciones, ¿para qué sirven?

–No es solamente por el conocimiento mismo, que de por sí es muy importante, sino que en el mediano plazo apuntamos a poder determinar mejor los frentes, que son las regiones donde hay más pesca, de modo que podremos mejorar los modelos físicos y biológicos y llegar a hacer un manejo más realista de los recursos naturales, adaptado a las observaciones que tenemos. Con este procesamiento de datos y esta aplicación del conocimiento se abren las puertas para un manejo mucho más inteligente de los recursos. A largo plazo, entonces, apuntamos por un lado a eso.

–¿Cuánto es largo plazo?

–Bueno, primero hay que tener las mediciones, después hay que tener los especialistas que saben acoplar los modelos y después hay que tener una buena sinergia con los tomadores de decisiones para que los resultados que uno obtiene puedan ser aplicados.

–Para todo esto es necesaria la interacción de los biólogos...

–Sin lugar a dudas. Todas estas cuestiones, al mismo tiempo, están estrechamente vinculadas con el cambio climático.

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Imagen: Corbis
 
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