CIENCIA › DIALOGO CON EL BIOLOGO FEDERICO GELLER

La evolución siempre dice “presente”

Considerada uno de los logros paradigmáticos de la ciencia occidental, la teoría de la evolución permea toda clase de debates: científicos, filosóficos y religiosos, exhibiendo su incuestionable actualidad.

 Por Federico Kukso

“Nada tiene sentido en biología si no es visto bajo el prisma de la evolución.” Así, con cierto desparpajo, el eminente genetista ucraniano Theodosius Dobzhansky trazaba en 1973 el mapa de acción de las ciencias de la vida. Hoy su famoso dictamen –algo exagerado, es verdad– tiene bastante de cierto. Después de todo, la evolución como tema se convirtió con los años en uno de los centros gravitatorios del pensamiento humano: alrededor de este racimo de hipótesis sobre el desarrollo de la vida en la Tierra orbitan ideas de peso tales como la existencia de Dios, la naturaleza humana o nuestra relación (de parentesco) con el resto de las especies del planeta. Lo cierto es que el poder explicativo de la evolución es tal –la evolución es reconocida hoy como un hecho– que genera grietas en los dogmas que ciertos fundamentalistas cristianos se afanan en mantener. Y su reacción se hizo escuchar en todo el mundo, aunque con más fuerza en Estados Unidos, donde lanzaron una especie de guerra santa contra uno de los logros paradigmáticos de la ciencia occidental. Se avecinan así épocas de (interesadas) confrontaciones ideológicas ante las cuales es mejor estar prevenido, como advierte el biólogo Federico Geller, director de Darwinia, una asociación civil que congrega a artistas gráficos y científicos y que se dedica a difundir en charlas y muestras el conocimiento de la evolución biológica.

–Empecemos de cero: ¿qué es la evolución?

–Se puede comenzar diciendo que la evolución es cambio; el cambio de las especies y de todos los niveles de organización de la materia a lo largo del tiempo. Está la evolución a nivel molecular y está la apreciable en los rasgos. En fin, la evolución es ese cambio que se puede ver tanto a nivel macro (en grandes grupos) como a nivel del organismo de un individuo o hasta en el interior de la célula. Al mismo tiempo, para estudiar evolución cabalmente estás obligado a estudiar también cómo se origina esta teoría. O sea, es necesario abordar su dimensión histórica: cuándo surgió, cómo, qué está pasando actualmente. Si uno quiere entender la parte biológica tiene sí o sí que entender lo social, y viceversa. Ese cambio ha sido explicado de maneras muy diversas en la historia de la ciencia, pero la aparición del pensamiento de Darwin en el siglo XIX fue la más disruptora e influyente.

–Curiosamente, Darwin no usó mucho la palabra evolución.

–No, el término llegó a la biología después de pasar por otras áreas. Acá hay que distinguir lo que es la evolución desde el punto de vista del conocimiento biológico de cómo se utiliza en el mundo publicitario. Ahí aparece siempre, por ejemplo en publicidades de celular.

–La llamada “evolución tecnológica”.

–Sí, consignas como “tenés que evolucionar” son un reflejo del darwinismo social. Al mismo tiempo la gente tiene esperanzas de evolucionar, tener una vida mejor. Como el término evolución está ligado al progreso, el “progreso personal” tiende a ser entendido como evolución. Pero son cosas separadas y distintas.

–¿Y para qué sirve estudiar lo que es la evolución?

–Entre tantas otras cosas, es una herramienta importante para enfrentar al racismo, y en especial al llamado “racismo biológico”, que justifica la existencia de ciertas jerarquías y beneficios para un sector de la población a partir de la biología. Otorga las claves para desarmar lo que es el darwinismo social, lo que es el determinismo genético. Pero para eso hay que crear condiciones, y que los temas puedan ser discutidos. Que el tema evolución tenga espacio en los medios no significa que sea completamente entendido.

–Volvamos a Darwin.

–Bueno, volvamos. Digamos que sus investigaciones fueron un cachetazo contra el narcicismo humano. Fue un golpe tremendo. Darwin puso al hombre en su lugar: en el mundo animal. Somos únicos como especie, pero por más especiales que seamos no salimos de ese reino. Para entendernos tenemos que entender a los animales en lugar de pensar tanto en Dios.

–¿Pero Darwin destierra a Dios?

–Sí, lo hace finalmente. No tenía una animosidad contra Dios. De hecho, pensaba seguir una carrera religiosa y zarpó en el HMS Beagle para encontrar evidencia a favor de la Biblia. Pero las pruebas geológicas y fósiles que encuentra están en contradicción con los textos bíblicos. Eso le provocó una crisis muy fuerte, un dilema interno.

–El paleontólogo Stephen Jay Gould pensaba que la ciencia y la religión eran campos independientes y que ninguno de los dos implicaba una amenaza para el otro. ¿Usted qué cree?

–Mirá. La visión materialista del mundo (que promueve la teoría de la evolución) es incompatible con una visión religiosa. Sin embargo, son incompatibilidades con las que viven muchas personas. La teoría de la evolución implica una confrontación a la idea de Dios tal cual se la conoce actualmente, que está basada en el principio de autoridad. Es un rasgo característico de la ciencia; la relación con la realidad es más importante que lo que diga una persona.

–Pero el discurso científico también provee autoridad.

–Sí. Es lo que hace que algo no sea más discutible porque tiene un sello: antes era un sello con la cruz, y ahora hay un sello con la molécula de ADN. En este momento, si bien el mundo sigue teniendo una concepción religiosa en su mayoría, se le da mucha autoridad al conocimiento científico. Al conocimiento médico, por ejemplo.

–¿Hay una necesidad imperiosa de enseñar la teoría de la evolución hoy?

–Pienso que hay una necesidad muy grande porque empieza a haber a nivel tecnológico nuevas posibilidades de relación con el mundo natural que antes no existían: transgénicos, el Proyecto Genoma Humano, clonación, etc... La gente debería comprender ciertos conceptos para poder participar de un debate, un debate que aún no existe.

–¿Y qué tiene que decir con respecto a la “teoría” del diseño inteligente, según la cual en el mundo se pueden apreciar huellas de un diseño o planificación y por lo tanto debe existir un diseñador?

–Me gustaron las comillas porque no es una teoría tal cual la conocemos. Diría que es algo a tener en cuenta porque los argumentos ya están llegando a la Argentina. Pero por suerte las autoridades religiosas fundamentalistas no son tan activas a nivel medios de comunicación como en Estados Unidos. Además, me parece que la idea de la evolución está muy implantada socialmente. Lo que veo es un refrito de viejas ideas creacionistas. Ya no se habla de Dios explícitamente, pero sí de la participación de una inteligencia superior. Se excusan en ciertas lagunas del saber para justificar la existencia de un diseñador.

–Hablar de evolución nos lleva a hablar de ADN y por ende del Proyecto Genoma Humano.

–Sí, sus implicaciones son muchísimas teniendo en cuenta su extrema ambición de querer explicar la naturaleza humana en base a los genes. Lo primero que habría que aclarar es que va a tardar más de lo dicho hasta ahora. Lo que es secuenciar el ADN de un organismo y empezar a entender su desarrollo es una tarea extensa. En esto hubo mucha especulación para alentar la inversión. Se dijo que se iba a entender todo muy rápido y que se iban a generar nuevas medicinas que iban a curar a la humanidad de todos sus males. Lo positivo es que la promesa, al ser un aparato de publicidad muy grande, también instala el tema.

–¿No le parece que a veces se exagera un poquito? Hay quienes se refieren al genoma como el secreto de la vida.

–Y... sí. Lo que sorprende es que se utilicen muchas metáforas religiosas para referirse al genoma humano. Como la del “Santo Grial”. Y es curioso que en un mundo ateo como es el científico, y con una gran cantidad de judíos investigando, se empleen metáforas bíblicas y cristianas.

–O como cuando se dice “los milagros de la ciencia”.

–Sí. Todavía vivimos en un estadio donde predomina lo religioso. La guerra actual más importante está manejada por gente con pensamiento religioso. Por otro lado, en algún aspecto la ciencia suplantó a la religión en su capacidad de explicar la realidad que observamos. Antes eso lo hacía la Iglesia.

–La genómica ya saltó hace rato al cine como argumento: X-Men, Jurassic Park o Gattaca son películas donde el tema del ADN y la evolución están presentes.

–Sí, en Gattaca se enfrentan el determinismo genético y la importancia de la voluntad. Es una tensión a la cual se ve sometido el individuo; son dos cosas que a veces conviven y a veces chocan. Lo que creo es que no hay ningún proceso biológico que no esté ligado a los genes. Pero decir que los genes están implicados en cada aspecto de la biología no significa que los individuos están determinados por la secuencia genética.

–Es la larga discusión que se ha dado entre “lo dado y lo adquirido”.

–Sería una locura asignarles a los genes la importancia de lo que es la identidad humana, su historia. Está bueno también saber que incluso parte de nuestras reacciones frente a la realidad tienen que ver con mecanismos sociológicos. Una cosa es el conocimiento teórico que uno tiene y otra es la aplicación práctica que uno hace en la realidad.

–Ahí está uno de los grandes aportes del psicoanálisis.

–Es verdad. El tema de que las personas aborden su propia historia es algo sumamente importante. Estudiar evolución hace al conocimiento de uno mismo, en el sentido de que uno puede llegar a tener curiosidad por la propia identidad, preguntarse por quién es uno biológicamente, históricamente. El conocimiento de la evolución permite desarticular ciertas preconcepciones muy instaladas sobre qué es lo que somos, nuestro carácter, qué recibimos de papá y mamá, y qué recibimos de nuestra relación con el medio social.

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