CONTRATAPA › ARTE DE ULTIMAR

Hubo un tiempo que fue hermoso

 Por Juan Sasturain

El segundo, claro está. Tal vez no hermoso, pero mucho más parecido a la belleza que la obra maestra del terror (lo peor del Mundial, hasta ahora) que fue el primero. La pregunta es por qué hubo que soportar la crónica de esa basura anunciada que era evidente desde el momento mismo de conocerse la miserable formación inicial argentina. No se entiende. O sí, se entiende, y da bronca.

Si el lector tiene ganas o paciencia lo remito a páginas atrás – “¡Qué equipo de mierda!”, columna escrita para dejar testimonio, a las 18.05, antes de que se moviera la pelotita– que allí podrá acceder a los fundamentos de una visión tan crítica del planteo penosamente especulativo con que Argentina empezó a jugar el Mundial. No vamos a abundar en la descripción del nefasto bilardismo que nos llevó –lo llevó a Sabella– a semejante despropósito. Incluso el regalo del gol inicial no hizo sino acentuar la enfermedad, y –creo interpretar el sentir colectivo– daban ganas de entrar en el televisor para hacer algo: millones y millones de desaforados Pasman criollos puteando a coro.

Y atenti que no faltarán quienes –resultadistas al fin– argumentarán que, después de todo, el primer tiempo se ganó 1-0 y el segundo se empató 1-1. Lo vamos a escuchar... O que se vio una vez más que 2-0 es el peor resultado, ya que si te hacen uno terminás sufriendo. Todo se puede tratar de explicar en el fútbol, universo abierto a la opinión y al debate. Y en esa discusión estamos, como en tantos otros campos, porque nos gusta, nos importa y porque hay cuestiones conceptuales básicas (casi ideológicas), detrás de estas aparentes pelotudeces de enfermos futboleros. Dicho esto sin exagerar.

En fin: en el segundo tiempo el partido fue más o menos parecido, por largos momentos, a lo mejor que podemos esperar de este equipo. Que es bastante pero no demasiado, seamos sinceros. Que no tiene jerarquía ni ofrece la necesaria seguridad en los muchachos del fondo –Romerito incluido– y que tiene cierto déficit de solidaridad del medio para delante cuando la perdemos en ataque. Algo de eso se puede mejorar, pero vamos a sufrir tupido. Porque dependemos mucho de que Messi –mejor con compañía– nos salve, como lo hizo ayer.

Por eso tenemos que privilegiar la tenencia y la agresividad: la pelota en poder de los nuestros, pero no como demostración de impotencia, en el fondo –se vio largo rato ese espectáculo penoso– sino como amenaza constante para el rival, del medio a tres cuartos rivales: que nos corran ellos, que fauleen ellos. Y para eso, para ese libreto, la formación y el planteo del segundo tiempo es mejor. Vamos por ahí, Sabella, por favor, vamos por ahí.

Y en cuanto a la disposición anímica general, un poquito más de energía, muchachos. No se puede ir a sacar los laterales con semejante lenteja, como si ya quisieras que el partido terminara porque ganás 1-0. Es un asco ver eso. Caminar y no correr, no mostrarse para recibir, confundir posesión con congelamiento.

Lo dicho: hubo un tiempo que fue hermoso (o casi). Pero cuánto miedo a jugar, de salida. Ahora pasó el debut, se ganó, el pibe –que venía sin confianza– se soltó e hizo una de las maravillas que sabe hacer; e incluso hubo capacidad y actitud, en el técnico, para cambiar lo que no funcionaba y reconocer tácita o explícitamente, errores.

Vamos, todavía. Pero no nos hagan calentar como ayer, muchachos, que falta mucho y queremos llegar lejos.

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Imagen: Télam
 
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