CONTRATAPA

Cuando la suerte se inclina

Por Adolfo Pérez Esquivel

Los marinos saben cuándo las cosas se ponen bravas y hay que preparase para campear el temporal. Un viejo pescador contaba, en esas noches sin tiempo, historias encontradas y fantásticas. De chico le enseñaron que no hay que doblegarse, porque si aflojás te vencen y someten, ya sean los temporales, hombres, gobiernos, bancos y cuanto calamar viviente ande por allí. Todo depende de su pericia y el grupo humano al que perteneces, de la tripulación que cuentes, de la sabiduría y oraciones para sobrevivir y de la capacidad de resistencia para saber qué hacer. Es necesario aprender de otros y saber amarrar los cabos y empuñar el timón. Empuñarlo ni muy fuerte, ni muy débil, lo justo nomás. Pero cuando la “rosca” era grande y la mar se enfurecía y las desgracias continuaban sin fin, el viejo pescador echaba mano a un amplio repertorio de puteadas, acompañadas por oraciones y no se restringía en su jerga marinera; a cuántos aforismos, pensamientos e improvisaciones recurría para darse coraje y no aflojar, acompañadas de algunos largos tragos de ginebra o ron. Una de ellas era “cuando la suerte se inclina, hasta los perros se mean”, entre otras lindezas idiomáticas poco repetibles a “oídos finos y educados”.
Ese viejo pescador era mi padre, gallego que llegó a estas tierras buscando mejor suerte que en su Combarro natal, hermoso pueblo que mira al mar y donde el mar lo mira. No sé por qué, tal vez los genes, los ancestros, cada vez que enfrentamos temporales en el país, y no son pocos y están en aumento y nos va para la m... (le dejo que le pongan el adjetivo calificativo que más les cuadre) recuerdo el dicho del viejo pescador que supo de la pobreza y la lucha por la subsistencia, pero nunca olvido las estrellas y las constelaciones sobre la mar.
La Argentina está en una de esas etapas, pareciera atacada por las siete plagas bíblicas y los temporales arreciando con tanta fuerza que pueden llevar a zozobrar el barco. Los timoneles que nos gobiernan están llenos de miedos y sin rumbo, no saben leer las estrellas; porque están estrellados en la mediocridad, esperando el auxilio del FMI y del BM, sin querer comprender que el salvavidas que les entregan está cargado de plomo. Todos saben que el problema que afecta al país no es económico, sino político y es desde allí donde hay que buscar soluciones para superar la crisis. La depresión que invade a los argentinos es grande, perdimos en el Mundial, la pobreza y miseria en aumento, el hambre acosa a chicos y grandes, el corralito bancario acorraló a los ahorristas, la gente hace cola con cacerolas en mano para repudiar a los bancos y a la vez corren a comprar dólares, una mezcla de contradicciones y sentimientos encontrados.
Mientras, el Gobierno mira para otro lado y contrata a consultoras norteamericanas para que traten la deuda externa y sometan más al país. Una de esas consultoras es la de Henry Kissinger, acusado de graves violaciones a los derechos humanos en muchas partes del mundo, en particular en el golpe en Chile, y apoyar todas las dictaduras militares. Como si esto fuera poco, los diputados y senadores obedientes votan según sus dictados la Ley de Quiebras y derogan la Ley de Subversión Económica, reclamadas por el FMI para otorgar un incierto crédito. El objetivo es lograr la impunidad para que los que han saqueado el país puedan continuar robando sin peligro alguno.
El viejo tenía razón, los perros de distintos pelos están meando y marcando el territorio por deuda; buscan poner más tropas de los EE.UU. en América latina para el control social y mayor dependencia de lo que los centros de poder denominan “Estados fracasados”, los países que no responden a sus intereses o son víctimas propiciatorias, alegando que necesitan que los gobiernen desde afuera.
La resistencia social puede modificar el rumbo y cambiar el camino de sometimiento y dependencia, impedir que desintegren la unidad del país.Se necesita del diálogo y de la unidad entre las fuerzas sociales que estén dispuestas a resistir y generan nuevas alternativas políticas. Se llegó al límite de la tolerancia a las dirigencias políticas actuales.
“Que se vayan todos” es el clamor del pueblo, de aquellos que creen que a las malas rachas hay que oponerles fuerza y creatividad. Otro país es posible. Se necesita cambiar el rumbo ante el desastre, la zozobra y el temporal que sacude al país. Depende de los tripulantes y cómo se empuña el timón, ni muy fuerte, ni muy débil, en el punto justo para que el barco arribe a buen puerto. Y no olvidar el humor, las canciones y la esperanza.

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