CONTRATAPA › MAÑANA SE INAUGURA EL PARQUE DE LA MEMORIA

La invención de un lugar

 Por Daniel Goldman *

Me acuerdo cuando la ahora legisladora Gabriela Alegre me trajo el libro Buena Memoria, ensayo fotográfico de Marcelo Brodsky. Corría el ’97 y ese fue el punto de partida. La fotografía es una forma de memoria que contrasta con el devenir, porque tiene la rareza de evidenciar el hecho de que nunca nadie es más joven que las fotos. Y los que en el ’97 ya éramos cuarentones, reclamábamos ante esas imágenes por amigos y colegas, quienes en las fotografías llevaban el semblante de nuestros hijos adolescentes. Momento místico, si es que existe, el de descubrir lo intenso de este tema en estas épocas. Ya no pedimos por nuestros pares. Reclamamos memoria y justicia por nuestros hijos, los pibes que caminan por las calles, trabajan con nosotros y estudian en nuestras escuelas y universidades. El tiempo se detiene pero nunca para. Todo loco y talentoso como el mismo Brodsky. Recién había hojeado el libro. Con esos libros pasa que o los hojeás y te inquietan o los mirás toda la vida y no te pasa nada. Me ocurrió lo primero. Conmovido en la Buena Memoria de Marcelo, le escribí a un mail que aparecía en las páginas del libro. Al instante me contestó, con esa exageración típica de él, que me desafiaba a encontrarnos. Así fue. De un lunes a un miércoles. La memoria no es siempre buena. Hay de la otra y mucha. La que únicamente es siempre buena es muy berreta y se la denomina nostalgia. Pero no la confundan. Es solo nostalgia. Lo que se llama memoria es más complicado y tiene aristas de tanta sofisticación que no hay intelectual que la comprenda. Solo la gente simple. Solo la gente que no se aturde.

Mi ambiente nunca fue el de los artistas. Solo un primo letrista de rock. Sin embargo, el contexto de su oficina, los cuadros coloridos, una foto original de Korda y una camisa roja me hizo comprender la profunda dimensión poco racional de que la lucha por los derechos humanos no se produce en serie. Requiere de un arte y de un tiempo. Fue esa tarde de miércoles que el amplio sentido de tarde y de miércoles nos impulsó a escribir el bosquejo del pedido del proyecto del Parque de la Memoria. El café y las horas discutidas comenzaron con la palabra “poliescultural”. Parque poliescultural, para usar la frase con mayor exactitud. Inexistente en casto lenguaje. Son muchas esculturas puestas en la polis, en el lugar público, en el espacio en donde se deben discutir las cosas y no en el mercado de la manipulación de historias, oficiales o no. Y aunque “lo poli” y “la polis” son dos cosas distintas, se vinculan de un modo extraordinario, más en el derrotero del presente, momento en que la privatización de la recordación hasta reivindica los dos demonios. Y si no existe la palabra “poliescultural”, inventémosla Marcelo. La palabra casa, amor, escuela, ropero tampoco existían. Vino uno y la dijo y pasó otro y la repitió. Y fue el principio, y fue el verbo. Así dice por lo menos la Biblia. Fue divertido, tiempo después, escuchar a los legisladores en la sesión en la que se trató el tema, el uso tan familiar del concepto de lo poliescultural. Habíamos inventado la palabra, Brodsky. El resto de lo que siguió fue con algunos de los tuyos y otros. Ale Naftal, Lila Pastoriza, Gaby Alegre, Dany Tarnopolsky, Alejandra Tadei, Meb y otros de los que no me puedo acordar. Y nos empezamos a llamar Buena Memoria. Recordar a través del arte, que no es el arte de recordar. La militancia en los derechos humanos no es homogénea. Existe discusión y polémica permanente. Qué bueno es no ponerse de acuerdo en todo y seguir conviviendo. Algunos nos dijeron que no todos éramos afectados de lo ocurrido. Y no lo digo con ironía, pero, ¿alguien puede decirnos cuál es nuestro límite para el afecto? Junto con Madres, Abuelas, Familiares, en estos días el Río de la Plata, mudo testigo de todos aquellos a los que recibió en la humedad de sus aguas, observando desde abajo cómo la muerte la sobrevolaba con sus aviones, nos devuelve el horizonte, límite final de este parque. Devolver no es retornar. Porque no podemos ir de nuevo para atrás. Y si bien fue una iniciativa de la ciudad de Buenos Aires, hoy se convierte en un lugar que representa a la Argentina toda. Por ella van a pasear chicos, van a besarse parejas de enamorados, van a embeberse de aire viejitos y mirar veleros los domingueros. Detrás de las paredes, algunos pibes van a jugar a las escondidas y frente a ella los turistas van a retratarse para mostrar en otras latitudes lo que hay acá por lo que pasó acá. Otras fotos de otras fotos. Nunca caminemos este parque de memoria, sino con la memoria. La de sus rostros, gestos, utopías, melodías, silencios, gritos y luchas. Hay que dejar testimonio, decía mi viejo, sobreviviente de la Shoá, partisano de la Segunda Guerra Mundial. No nos alcanza con una plegaria. A veces se la lleva el viento. A la poliescultura no.

* Rabino de la comunidad Bet-el, integrante de Buena Memoria. El Parque de la Memoria, que ocupa 14 hectáreas en la Costanera Norte, se inaugura mañana oficialmente.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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