CULTURA › UN HOMENAJE PUBLICO A ARMANDO TEJADA GOMEZ, ESTA NOCHE

“Soñaba con una poesía para todos”

Víctor Heredia, Lorena Astudillo, el Quintento Tiempo, Koki y Pajarín Saavedra, Marián Farías Gómez y Claudio Sosa homenajean esta noche al poeta central del movimiento del Nuevo Cancionero.

Por Angel Berlanga
“‘Cuando yo tenía un año me prohibió Uriburu’, escribió en un poema. Lo de él fue siempre de prohibiciones y ocultamientos”, dice Gloriana, una de las hijas de Armando Tejada Gómez, el autor de la letra de esa especie de himno que es “Canción con todos”. “Cuando uno pregunta si la conocen te contestan que sí. Pero cuando preguntás por el autor te contestan ‘César Isella’”, cuenta Gloriana, en alusión al responsable de la música del tema. “En las radios se pasaban las canciones y a papá no se lo mencionaba”, subraya. Este año se cumple una década desde la muerte de Tejada Gómez y hoy a las 20, en el Teatro Avenida, con entrada gratuita, habrá un espectáculo en su homenaje, en el que cantarán sus temas Víctor Heredia, Lorena Astudillo, el Quinteto Tiempo, Koki y Pajarín Saavedra, Marián Farías Gómez y Claudio Sosa.
La historia de prohibiciones incluye un episodio durante el segundo gobierno de Perón, cuando Tejada Gómez se negó al luto obligatorio impuesto tras la muerte de Eva Duarte. Por entonces trabajaba en Radio de Cuyo. Aunque nunca fue antiperonista, a poco del 17 de octubre del ‘45 se apartó del movimiento por considerarlo demasiado personalista. En los 70 la Triple A lo incluyó en esos monstruosos listados de artistas, periodistas e intelectuales instados al exilio bajo amenaza de muerte. “Por esa época él había ido a Cuba, con Los Trovadores y César Isella —recuerda Gloriana—, en la primera delegación artística argentina que fue a la isla. Allá conoció a las principales figuras de la Nueva Trova, como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Más allá de las amenazas, él tenía claro que el lugar era acá, no afuera. Para alguna gente fue clarísimo: no podía esperar a que les pusieran la segunda bomba en la casa.”
–¿Y durante la dictadura 1976-1983?
–Cuando asumieron los militares prohibieron que se dijera su nombre en los medios y no podía actuar en ninguna parte. Una vez en Santa Fe, por ejemplo, hubo una amenaza de bomba en el lugar donde iba a actuar. Vaciaron el lugar, el ejército lo detuvo y se lo llevaron. Lo dejaron en la ruta, cerca de San Nicolás, y le dijeron: “Hasta nuevo aviso usted es persona no grata en Santa Fe”. Aguantó hasta el ‘78 y se fue a España a probar suerte. Llegó un momento que extrañaba tanto que regresó. A poco de llegar se enteró de que en un concurso de Bilbao había ganado un premio por su primera novela, Dios era olvido. Así que volvió para allá, hizo unas presentaciones y regresó. Pero acá le resultó difícil subsistir. Hace poco descubrí que en 1980 había llegado a actuar en un circo, recitando junto a poetas como Hamlet Lima Quintana.
–¿Por qué tantas prohibiciones a lo largo de su vida?
—Por su posición ideológica. Era un poeta y era comunista y lo decía siempre. Acá hubo épocas en que ser comunista equivalía a comerse a los chicos.
–Muchos artistas silenciados durante la dictadura resurgieron con fuerza al llegar la democracia. Con él no pasó lo mismo.
–Cuando vuelve la democracia resurgen aquellos artistas que apelan a un discurso más liviano, más lavado que aquel por el cual habían sido prohibidos. Cada uno sabrá por qué motivo: por supervivencia o convicción personal, por cambios de ideas o por creer que estábamos en democracia y la vida iba a ser otra cosa... Tejada Gómez nunca cambió el discurso, ni en las catacumbas de la prohibición, y mucho menos iba a caer en eso cuando tenía la oportunidad de hacerlo sin amenazas. Seguía siendo tan virulento como antes, y de pronto no encajaba tampoco con lo que la gente quería escuchar, algo tal vez más liviano, como “ya nos sacamos este período oscuro de encima, pasemos a otra cosa”. El, en cambio, decía “en el fondo las cosas no han cambiado”. En eso no se equivocó nunca, porque sabía mucho de política y no se podía tragar esto de “tengamos memoria,pero dediquémonos a otra cosa”. El problema, para él, seguía siendo el mismo: este asunto de los que están arriba y los que están abajo.
Abajo es una palabra ideal para empezar a anotar algunas señales de la vida y la obra de Tejada Gómez, nacido en Guaymallén, Mendoza, el 21 de abril de 1929. De abajo se hizo: fue el vigésimo segundo hijo entre veintitrés hermanos; quedó huérfano de padre a los cuatro años y su madre, que no podía mantenerlo, lo derivó a una tía, para que lo criara; toda su enseñanza institucional consta de tres meses en una escuela rural; trabajó desde muy chico. “Muchas veces fuimos presos por pertenecer al comité de huelga o a los piquetes que los alentaban –relató en un artículo periodístico—. No recuerdo cuántas veces estuve preso, pero sí la primera vez. Fue en una huelga de cosechadores de duraznos en Tupungato. Tenía nueve años. Y fui a parar a la comisaría con las manos atadas con alambres. Así, con esa ternura se nos trataba.”
Escribió quince libros, pero ninguno se consigue en librerías. Muchos no están ni en bibliotecas. Pachamama, Amanecer bajo los puentes, Canto popular de las comidas (premiado en La Habana, rubro poesía, Casa de las Américas), Ahí va Lucas Romero, Los compadres del horizonte y Tonadas de la piel son algunos de ellos. En los 60, ya en Buenos Aires, montó varios espectáculos en teatros en los que recitaba sus poemas. Grabó también varios discos de poesía, a los que se sumaron actores como Alfredo Alcón, Héctor Alterio e Inda Ledesma. El Martín Fierro era su principal influencia, aunque también Neruda y Whitman. En el ‘63 fundó el movimiento Nuevo Cancionero. La idea central era “convertir el auge de la canción nativa en una toma de conciencia profunda y popular, desdeñando el costumbrismo fácil y el pintoresquismo folklórico de tarjeta postal, para que la canción responda a un auténtico ser y querer ser de nuestro pueblo y sirva de vehículo de comunicación verdadero entre cada región del país y de América”. Mercedes Sosa y Oscar Matus fueron figuras fundamentales del grupo, que produjo por esos años varios de los discos más importantes de la historia del folklore argentino.
–En un reportaje de 1992 dijo que en Buenos Aires no lo consideraban escritor. ¿Sigue siendo así?
–En muchos lugares sí. Tejada Gómez no era un folklorista solamente. Era un escritor, y me parece que es fundamental para las letras argentinas. Su poesía le abrió camino a muchos. El soñaba con una poesía para todos. Pero para muchos sigue siendo sólo un letrista de canciones.

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Armando Tejada Gómez publicó quince libros, pero ninguno se consigue actualmente.
A diez años de su muerte, el recital de esta noche en el Teatro Avenida será gratuito.
 
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